Jihadistas islámicos usan a niños para ataques terroristas suicidas
Artículo de Hasbará

El incesante reclutamiento de niños por parte de jihadistas islámicos para utilizarlos como atacantes suicidas, además de constituir una aberración y demostrar un total desprecio por la vida, evidencia la crueldad y protervia de muchos creyentes de la “religión de la paz”.
Un artículo publicado el día 13 de enero por Ben Farmer en el diario británico The Daily Telegraph, reprodujo el testimonio de Abdul Samat, un niño pakistaní de casi 13 años, que relató cómo fue objeto por parte de sus adoctrinadores de un lavado de cerebro y vilmente engañado, para ejecutar un atentado terrorista suicida contra tropas norteamericanas en Afganistán, en el que él sobreviviría y saldría ileso de la explosión y sólo morirían los infieles.
Con los ojos vendados y portando su carga explosiva, Abdul fue conducido a su funesto destino en la ciudad afgana de Kandahar, después de ser extraído de las calles de Quetta en el vecino Pakistán. Sin embargo, minutos antes de ejecutar el ataque Abdul, providencialmente, se dio cuenta de las mentiras de sus reclutadores y comprendió la intención de éstos de convertirlo en una bomba humana.
“Cuando abrí los ojos, entendí que querían que haga algo muy negro. Empecé a llorar y gritar. La gente salió de sus casas y preguntó qué pasaba. Les mostré que tenía algo en mi chaleco, entonces se asustaron mucho y llamaron a la policía que sacó la bomba fuera de mí cuerpo.”
Funcionarios de seguridad afganos dicen que la historia de Abdul no es inusual. El año pasado, los terroristas han utilizado en una ola de atentados suicidas a niños, algunos tan jóvenes como de 10 años, conjeturando despiadadamente que los pequeños pueden pasar a través de los puestos de control y cordones de seguridad más fácilmente que los hombres.
Un oficial de inteligencia afgano senior estima que más de 100 niños han sido interceptados en los últimos 12 meses, incluyendo 20 desde el área de Kandahar en el sur. Uno de ellos, Gul Khan que no superaba los 10 años dijo que su padre había insistido en que fuera a una madraza en Pakistán. “Cada día nos estaban predicando que podríamos atar bombas a nuestros cuerpos y atacar extranjeros en Afganistán.” “Nos dijeron que las bombas no nos matarían, sólo los norteamericanos morirían y podríamos volver con ellos.”
Los talibanes intentan aprovecharse de la inocencia de sus reclutas y convertirlos en un arma. En rigor, lo que realmente quieren, además, los jihadistas es colocar las fuerzas de la OTAN en la terrible situación de tener que decidir entre morir en un atentado o usar la fuerza para detener a los niños suicidas. Inducida por la mendaz propaganda islámica, la prensa diría luego que las fuerzas de la OTAN dispararon contra un niño.
Los chicos en gran parte analfabetos, son alimentados con una dieta antioccidental y aleccionados hasta que están preparados para matar.
Abusando de su ingenuidad, a los preadolescentes les aseguran que ellos sobrevivirán milagrosamente la devastación que causan. “La peor parte es que estos niños no piensan que están se están matando a sí mismos,” dijo el funcionario. “A menudo se les da un amuleto que contiene versos coránicos. Los Mulás (musulmanes versados en el Corán) les dicen: “cuando esto explote Alá te ayudará a sobrevivir al fuego. Sólo los infieles morirán y a ti te protegerá y tus padres irán al paraíso’.
El Protocolo Facultativo de la Convención sobre los Derechos del Niño relativo a la Participación de Niños en los Conflictos Armados, pergeñado por el Fondo Internacional de Emergencia de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) establece los 18 años como edad mínima para el reclutamiento obligatorio por parte de los gobiernos, la participación directa en las hostilidades o el alistamiento por grupos armados. Los Estados pueden aceptar voluntarios desde los 16 años, pero deben depositar una declaración vinculante al ratificar el Protocolo o adherirse al mismo, estableciendo la edad mínima de reclutamiento voluntario y exponiendo ciertas salvaguardias.
En flagrante violación de los postulados de la UNICEF y en una evidencia que el empleo de niños como “mártires” no es patrimonio de los talibanes, en 2009 la agencia de noticias francesa AFP, informaba que el Hamas estaba entrenando una nueva generación de terroristas en Gaza, donde el 50 por ciento de la población es menor de 18 años. Durante el verano de aquél año funcionaron 700 campamentos de verano del Hamas en la Franja de Gaza. El grupo terrorista erogó 2 millones de dólares -seguramente recibidos por la ayuda internacional- para que pudiesen concurrir 100.000 niños con la finalidad de ser adoctrinados en la guerra contra Israel y en el fundamentalismo islámico. Además de ser instruidos en la doctrina de la Sharia, los chicos palestinos, víctimas del radicalismo islámico, son educados para constituirse en futuros mártires de la Jihad. Además del estudio del Corán, son instruidos en la lucha cuerpo a cuerpo, el uso de armas y de cinturones con explosivos para las misiones suicidas.
Los talibanes, consuetudinarios misóginos y fervientes antioccidentales, con quienes el pendular y naif presidente Barak Obama había admitido en junio de 2011- antes del inicio de la retirada gradual de las tropas norteamericanas- que negociaba una solución política para poner fin a la contienda en Afganistán, niegan descaradamente la utilización de niños-bomba, señalando que su código de batalla prohíbe cualquier uso militar de impúberes. Uno de sus integrantes del norte de Afganistán le dijo a The Daily Telegraph: “todos nuestros bombarderos son hombres y son todos voluntarios. Nunca utilizamos a chicos.” Contradiciéndolo, funcionarios de seguridad de la OTAN y afganos, dijeron que la infame táctica ha sido ampliamente adoptada. Niños-bomba habían sido utilizados por la red Haqqani, otro grupo terrorista alineado a los talibanes.
En un acto demencial que conlleva una atroz afrenta a la condición humana, en febrero de 2011 un niño islámico de 10 años -que puerilmente creía que las puertas del cielo se abrirían para él, mientras detrás quedaría la gente destrozada en mil pedazos- vestido con uniforme escolar se detonó a sí mismo y mató a más de 30 cadetes en la localidad de Mardán en Pakistán.
Rubén Kaplan
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