“Je suis Charlie, Je ne suis pas Yoav”
COMUNIDAD

Por Alejandro Ergas
Fuente. www.shalom.cl
Habiendo transcurrido ya algunos días desde los hechos, una de las cosas que más me ha llamado la atención en el ataque a la revista Charlie Hebdo y la posterior reacción de incredulidad y espanto en la sociedad, es el hecho que extremistas musulmanes o islamistas, por primera vez, atacaran una entidad progresista; una publicación liberal, de tendencia comunista.
Como bien señaló Bill Maher hace pocos meses, existe una incongruencia fundamental entre el mundo progresista y el mundo musulmán o musulmán ortodoxo. En tal sentido, las causas defendidas con pasión por los liberales como la igualdad de género, la libertad sexual, la libertad de expresión y la democracia participativa, entre otros, llegan a convertirse en temas prohibidos y reprimidos, muchas veces de manera brutal, en gran parte del mundo islámico.
Sin embargo, llama la atención que hasta ahora estas acciones no sean denunciadas por segmentos importantes de la sociedad progresista ni por parte del mundo de la izquierda más dura, los que históricamente solo se limitan a “mirar para el otro lado“, cuando se trata de fundamentalismo musulmán, justificando dichos actos como meras “diferencias culturales” que el mundo debiera aprender a respetar y a no entrometerse. Como si estos valores fundamentales no fueran universales.
También, es muy raro escuchar denuncias de reyes, emires, príncipes, presidentes o líderes de países y comunidades musulmanas en contra de yihadistas y su cultura de muerte y sometimiento por el terror.
Una postura que bordea la complicidad.
Desgraciadamente, los judíos y los habitantes de Israel conocemos demasiado bien lo que estas “diferencias culturales” pueden significar, cuando son llevadas al extremo.
El ataque cobarde y desquiciado de los islamistas contra las personas que dirigían y trabajaban en la publicación francesa de izquierda es una novedad total y es eso lo que justamente tiene a esa parte de la sociedad tan confundida y golpeada.
No podríamos decir lo mismo respecto de la reacción mundial ante el ataque al supermercado kosher y decenas de actos antisemitas que han habido en el pasado (entre ellos: colegios, museos, centros sociales y sinagogas). Ante éstos, gobiernos de diferentes colores políticos no se espantan o simplemente emiten alguna declaración de buena crianza, cuando no lo justifican del todo como una reacción “normal” frente a tal o cual actuación del estado de Israel en el conflicto palestino.
Ahí, en una oscura racionalización, las víctimas dejan de ser francesas, belgas o argentinas y pasan a ser solo judías, ligadas principalmente al conflicto Israelí-Palestino, más que al país de origen y no se congregan masivas marchas de apoyo y dolor: Je ne suis pas Yoav (Yo no soy Yoav, víctima del supermercado kosher).
La reciente guerra de Gaza y los posteriores ataques a instituciones judías que se generaron en todo el mundo durante el invierno reciente, son un claro ejemplo de lo anterior, más allá de las posturas que cada uno tenga frente a dicho conflicto.
En Francia, se oyeron voces como la del mismo Francois Hollande tratando de negar que hubiera una conexión musulmana en el ataque a Charlie Hebdo e incluso algunos intelectuales llegaron a sugerir que fue el Mossad israelí quien perpetró esta cruda acción para poner a la sociedad francesa contra los musulmanes. Esperamos que dichas autoridades recapaciten y expresen las cosas por lo que son.
El hecho que un policía francés musulmán haya sido ejecutado a sangre fría por estos supuestos “fieles vengadores del profeta” y que un joven musulmán, empleado del supermercado kosher y un verdadero héroe, haya escondido a varios clientes del mismo en un refrigerador, son una muestra clara de lo incongruente de las acciones de estos patéticos y marginales delincuentes que buscan desesperadamente alguna causa mayor a ellos mismos para justificar su odio y frustración.