Tefilá por Chile: Bienvenida y mensaje central del Rabino Eduardo Waingortín

COMUNIDAD

Estamos en un momento de gran alegría con la presencia de todos y cada uno de ustedes en nuestra casa de oración. Agradecemos a D’s por el privilegio de ser parte de la nación chilena. Agradecemos por 205 años de independencia y pedimos a D’s por el futuro de esta patria generosa.

Veahavta….

No odies ni guardes rencor a tu hermano, y amarás a tu prójimo como a ti mismo, yo soy D’s.

Así leemos en el texto del Levítico un pedido gigantesco. Un desafío planteado en el pasado pero que mira hacia el futuro. El no odiar y no guardar rencor requiere de misericordia y justicia, una mezcla siempre difícil donde solo D’s podrá poner las proporciones correctas. Somos nosotros, los seres humanos quienes tendremos que intentar, con el corazón abierto, responder a Su pedido.

No odies ni guardes rencor a tu hermano implica reconocernos como humanos, venidos todos de un mismo padre donde los lazos de humanidad nos definen, antes que nada, humanos y por lo tanto falibles. Y es así donde el pedido del Altísimo es a la humanidad, a la sobriedad y a pedir perdón como garantía de reunión, de comunión con Su palabra, en otras palabras, de coexistir.

Pero el versículo bíblico continúa en otro plano. No basta con dejar el odio y el rencor, sino que el camino que se nos pide es el de amar al prójimo como a uno mismo.

En este pedido se nos impele a reconocer que hay un prójimo que es igual a nosotros y que está próximo, que es el que tenemos al lado, en la otra calle, nuestro vecino y que amarlo como a uno mismo implica salir del marco autorreferente de la sociedad hedonista y en cambio debemos construir nuestra sociedad en valores eternos que nos permitan concluir que hay un prójimo que es igual a nosotros que debemos amarlo con parámetros con los que nos amamos a nosotros mismos.

Por eso, en estos días, no podemos quedar indiferentes ante el dolor que sufren miles de seres humanos que arriesgan su vida en busca de mejores condiciones de vida y huyendo de la muerte y la desolación en Europa. No podemos dejar de recordar nuestra propia historia. Desde Chile llamamos una vez a amar, respetar, aceptar y construir una sociedad diversa, integrada e inclusiva.

Estamos en el mes de septiembre, donde todo florece en Chile y donde los padres de la patria sembraron libertad, independencia y esperanza como una flor que se abre y otorga belleza, perfume y alegría.

En este mes de septiembre será para la comunidad judía el Iom Kipur, el Día del Perdón, día de introspección, de juicio y de pedido a D’s por una nueva oportunidad. Los sabios decían que en Iom Kipur no basta con pedir perdón, sino que debe primar una actitud de cambio, de progreso personal y de compromiso social. Es como presentarse frente a D’s con un nuevo proyecto de vida que responda cada vez más a lo que Él quiere de nosotros, que no lo defraude. Para eso se debe realizar un profundo ejercicio de introspección y se nos proponen tres caminos para alienar nuestro retorno a D’s: Tefilá, Teshuva y Tzedaka.

Tefilá es oración, que en hebreo se dice leitpalel, verbo reflexivo que implica juzgarse a uno mismo. Hicimos todo lo que podíamos hacer.

Teshuvá es recuperar las coordenadas correctas y trazar la hoja de ruta para volver al camino original el que sentimos adecuado.

Y Tzedaka es abrir toda nuestra potencialidad para encontrar al otro y asistirlo, abrazarlo y construir juntos un mundo mejor. Un mundo de coexistencia.

Estamos en un nuevo aniversario de la patria y como chilenos éste también será un tiempo de reflexión, de reacomodar los rumbos de la patria para que reflejen cada vez más lo que D’s quiere de nosotros. Donde no lo defraudemos a Él y a nosotros.

Debemos analizar las coordenadas en la que está nuestra patria y recuperar el sueño de los que la crearon a 205 años de esa gran gesta.

Debemos pensar en el Chile de los próximos 100 años y construir una sociedad de hermanos fraternos donde podamos terminar con todo tipo de discriminación. Debemos construir un país donde el ser diferente sea visto como un enriquecimiento, y no como una dificultad. Donde amar al prójimo sea amarlo no a pesar de que es diferente, sino debido a que es diferente. Identificarlo en la diversidad y amarlo. Y eso incluye a todos, los que piensan diferente, los que se comportan diferente mientras no atenten contra el prójimo, los que tienen capacidades diferentes, entendiendo que esto no es un relativismo moral sino una aceptación de las realidades que impone una sociedad evolutiva.

Estamos viviendo momentos tensos en la patria y que no se merecen, donde vuelven a aparecer rivalidades que estaban decayendo y fantasmas de un pasado que todos debemos conciliar. El mensaje de coexistencia, es un poderoso imperativo para volver a encontrarnos en la raíz, en los sueños compartidos y en el deseo de forjar una patria de hermanos, donde todos tengan las mismas oportunidades de florecer. Ama a tu prójimo como a ti mismo, empieza con el próximo sin distinción de colores, banderías e ideologías, pensando sólo en el bien del país e instalar como prioridad al ser humano. Su honra, dignidad y su divinidad. En este clima de crispación, nos olvidemos los logros que tenemos como chilenos. Sin embargo, hay desafíos pendientes que claramente requieren de paciencia, de tiempo, de gradualidad pero deben ser parte de la prioridad con que Chile enfrenta su futuro y no se puede resignar a ello.

Una salud que incluya a todos, y en especial a los más necesitados. Que trabaje fuertemente contra los males del siglo en la prevención de adicciones, promoviendo una sexualidad responsable enmarcada en valores que fortalezca a la familia, pero que no discrimine y deje de lado a todas las formas de relacionarse que encuentra el ser humano. Que no se castigue a la mujer violada y se resguarde a la embarazada.

Otro desafío pendiente es una nueva visión del trabajo que permita ver en cada trabajador el derecho a llevar dignamente el sustento a su hogar y que no transforme al trabajo solamente en un recurso deshumanizado que lleva a la frustración y a un clima de enfrentamiento. Soñamos a un Chile fraterno, donde la responsabilidad empresarial exceda el marco de lo obligatorio y se instale en el corazón de cada uno de los que trabajan por la grandeza del país. Los gestos de generosidad debieran multiplicarse y si hubiese algún ámbito donde validar la competencia estaría puesto en quien es más generoso.

El desafío de la educación que ha sido una constante preocupación en la población y el gobierno y que es fuente ineludible del progreso, debe incluir no sólo instrumentos que alienten a la productividad económica sino que debe incorporar un currículum de enseñanza humanista, de inclusión, de valores, de ejercicio democrático, donde pueda identificarse al prójimo y amarlo como a uno mismo. Educación democrática implica el que toda persona tenga acceso a una formación de calidad, con acceso universal y donde todos estén incluidos, en igualdad y coexistencia. Sólo así servirá para que todos en hermandad construyamos el Chile que será grato a los ojos de D’s.

Hay un desafío más que se cierne sobre los gobernantes y gobernados y que es esencial para cualquier logro, y éste es dejar de lado la mirada cortoplacista y de ventajas de corto alcance para mirar con generosidad, pues las semillas que plantemos hoy darán su fruto en el mañana, con la mirada de los padres de la patria pensar con sentido de trascendencia. Para esto necesitamos paciencia y es un bien muy escaso en el Chile de hoy. Pedimos a D’s que nos bendiga con el atributo de la paciencia, pensando en el futuro, en nuestros hijos.

Quisiera ilustrar este comentario con una parábola. Un hombre muy anciano plantaba un algarrobo. Se acercó el Emperador Adriano y le dijo: “Eres necio. No enciendes que este árbol dará frutos cuando tú ya no estés con vida?” A lo que el anciano respondió: “Desde que nací, y durante toda mi vida, comí frutos de algarrobo que otros habían plantado antes que yo. Por eso planto éste, para que sus frutos sean comidos cuando ya no esté para verlo”.

Lo aleja haavodá ligmor. Dice el Tratado de Principios del Talmud que no estamos obligados a terminar las tareas, pero eso no nos exime de iniciarla, de continuarla y mejorarla.

Queridos hermanos: en este nuevo aniversario encontramos a Chile lleno de desafíos, lleno de paciones que a veces nos distancian pero artificialmente porque estamos unidos por algarrobos plantados hace siglos, llenos de proyectos y de sueños, de vida y esperanza, llenos de hombres y mujeres de bien que sienten en su hermandad una identidad forjada en la historia común, en los desafíos presentes y en la esperanza del futuro.

Como judíos que sabemos del dolor y también de la alegría de la superación, como ciudadanos presentes y activos en esta patria de todos, saludamos las gestas del pasado y brindamos por un futuro promisorio donde no haya más odio ni rencor y donde cada ser humano en nuestro Chile de loca geografía, pueda mirar a su prójimo y reconocer en él a su hermano, y amarlo, amarlo con todo su ser, como a sí mismo. Que la coexistencia sea el norte en nuestra brújula y pensamientos. Así no defraudaremos a D’s y seguiremos sus caminos.”

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