El Lado Oscuro de Associated Press

ANÁLISIS / OPINIÓN

Por Julián Schvindlerman

Tempranamente en la vida noté que ningún evento

es reportado correctamente en un diario…

–George Orwell, 1942

La historiadora Harriet Scharnberg hizo una revelación explosiva el mes pasado en el journal académico Studies in Contemporary History: la agencia de noticias Associated Press (AP) colaboró con el nazismo. Según sus investigaciones, durante los años treinta AP acordó formalmente con el régimen nazi que proveería a los diarios norteamericanos material producido y seleccionado directamente por el Ministerio de Propaganda del Reich. AP fue la única agencia de noticias occidental a la que Hitler permitió seguir operando en Alemania tras el ascenso del nazismo al poder en 1933. Lo hizo hasta 1941, cuando Estados Unidos ingresó a la contienda. Esta exclusividad la convirtió en una fuente valiosa para la provisión de información y fotografías sobre Alemania, desde Alemania, para el resto del mundo en aquél tiempo convulso.

Para ello debió someterse a la ley del editor nazi (Schriftleitergesetz) que impedía la publicación de cualquier material “calculado para debilitar la fuerza del Reich afuera o adentro”. Esta ley obligó a AP a contratar reporteros que trabajaran para la división de propaganda del partido nazi. Así, al menos uno de cuatro fotógrafos empleados por AP en la década de 1930 era miembro de las SS, Franz Roth. (Tras el exposé de Scharnberg, AP removió las fotos de Roth de su website). AP a la vez permitió al régimen Hitleriano usar fotos de su propio archivo para las publicaciones racistas y antijudías del régimen: los folletos El Subhumano y Los judíos en USA usaron fotografías de AP. Scharnberg señaló “qué eventos se hicieron visibles y cuales permanecieron invisibles en la provisión de fotos de AP respondió a los intereses alemanes y a la narrativa alemana de la guerra” y destacó que la cooperación de AP con el nazismo ayudó a “presentar una guerra de exterminio como una guerra convencional”.

AP negó las alegaciones y defendió su política editorial de la época invocando que eran tiempos difíciles para el ejercicio del periodismo en Alemania. Pero lo fueron para todas las agencias de noticias, no sólo para ella. ¿Y acaso son duros también los tiempos actuales? Pues desde el 2012, AP se constituyó en la primera agencia de noticias occidental en abrir un buró en Pyongyang. Dos años después, una ex corresponsal de AP en Camboya, Nate Thayer, divulgó la existencia de un acuerdo entre AP y el régimen norcoreano según el cual la agencia estadounidense aceptó distribuir propaganda oficial bajo su nombre. AP minimizó la relevancia de ese acuerdo, pero no negó su existencia. Y tal como observó Philip Olterman para The Guardian desde Berlín, “eventos significativos, reportados en la prensa internacional, no fueron cubiertos por el buró de AP en Pyongyang, tales como la desaparición pública por seis semanas del líder de Corea del Norte Kim Jong-un en septiembre y octubre de 2014, el hackeo de noviembre de 2014 a Sony Entertainment que fue presuntamente orquestado por una agencia de guerra cibernética norcoreana, o informes sobre la hambruna en la provincia sureña de Hwanghae en 2012”. Concluyó Thayer: “Parece que AP ha aprendido muy poco de su propia historia”.

Este historial de sometimiento ideológico a regímenes totalitarios es útil para entender la política editorial de AP hacia Israel y los palestinos. Otro ex periodista de AP también hizo una denuncia contra sus empleadores en el 2014 en la que exponía el sesgo antiisraelí en la cobertura de esta agencia sobre el conflicto. En una extensa nota publicada en Tablet en agosto de aquél año, Matti Friedman mostró la dimensión de la obsesión de AP con Israel al contrastar los cuarenta periodistas que la agencia tenía apostados en Israel y las zonas palestinas en oposición a los significativamente menos que tenía en China, Rusia, India o en todos los cincuenta países del África subsahariana combinados. Para contemplar: AP tenía más periodistas asignados a cubrir el conflicto palestino-israelí que el número total de reporteros en todos los países en los que eventualmente estallaron las revueltas árabes.

Pero la atención desproporcionada fue superada por una línea editorial inescrupulosa. Friedman brindaba varios ejemplos de instancias en las que hechos periodísticos relevantes fueron censurados por los editores de AP simplemente porque afectaban su enfoque filo-palestino. Así, cuando él y un colega propusieron redactar un informe sobre la corrupción en el gobierno palestino, los editores lo rechazaron a la par que dieron luz verde a informar sobre la corrupción en el gobierno israelí. Tampoco permitieron que él o sus colegas reportaran que los combatientes de Hamas vestían ropas civiles y que eran contados como civiles entre las víctimas de la guerra. Tampoco permitieron que sus periodistas revelaran que los corresponsales de la agencia en Gaza padecían presiones e intimidaciones por parte de Hamas. En cuanto a la Carta de Alá, su documento genocida fundacional, “nunca fue mencionada en imprenta cuando yo trabajaba en AP” acotó Friedman. En los comienzos de 2009, periodistas de la agencia descubrieron la existencia de una oferta de paz muy generosa hecha por el gobierno israelí a la parte palestina y que ésta había rechazado. Los periodistas obtuvieron confirmaciones sobre ella de ambos lados de la frontera pero los editores de AP en Jerusalem decidieron no publicarla.

Cuando AP repudió las aseveraciones de Friedman, otro ex reportero de AP -Mark Lavie- intervino para confirmar la historia: “Este es, por mucho, el peor fiasco periodístico en que he estado involucrado, y estamos hablando de 50 años de periodismo aquí. Ningunas negaciones de vuestra parte podrán borrar la verdad, y esta es la verdad: AP suprimió una historia que cambiaría al mundo sin ninguna razón aceptable”. Su experiencia profesional en AP llevó a Friedman a concluir: “Mucha de la gente que decide qué es lo que usted leerá desde aquí ve su rol no como explicativo sino como político. La cobertura es un arma a poner a disposición de la parte que ellos quieren”. Los editores de Associated Press la han puesto al servicio de Ismail Hanyeh, Kim Jong-un y Adolf Hitler.

El mes próximo AP cumplirá 170 años de vida. No parece que tenga demasiados motivos para celebrar.

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