Conmemoración de la Salida y Expulsión de los judíos de los países árabes

COMUNIDAD

Como en Israel y en los países de la diáspora judía, en Santiago también se conmemoró el Día de la Salida y Expulsión de los judíos de Irán y de los países árabes, posicionada tras la aprobación de un proyecto de Ley en Israel que determinó que cada 30 de noviembre se realizarán actividades en torno a recordar este trágico acontecimiento en la historia del pueblo judío.

Con el objeto de hacer memoria de este acontecimiento, la Embajada de Israel en Chile y el Consejo Chileno Israel trajeron a Chile a la destacada profesora argentina, Susana Bauner, quien ofreció sendas conferencias sobre el tema en el Círculo Israelita de Santiago y en la Universidad de Los Andes, esta última abierta a todo público.

Contexto

La ONU conmemora el «Día del Refugiado Internacional» con una campaña multimedia, a cargo de celebridades, para ampliar la conciencia sobre la situación de los refugiados a lo largo y ancho del mundo.

Millones participaron de los eventos alrededor del mundo, entre ellos, conciertos en Londres, Festival de Cine en Beirut y carrera de bicicletas en Ecuador. Entre todas esas actividades destacó, por su ausencia, un grupo de refugiados único y singular, que no accedió a ninguna referencia o reconocimiento: los 850 mil refugiados judíos expulsados, con violencia y crueldad, de los países árabes durante las últimas seis décadas. La historia de esos cientos de miles de judíos permanece siendo una de los relatos más grandes del siglo XX, que nunca fue contada. Al fi nalizar la Segunda Guerra Mundial, 850 mil judíos residían en los países árabes. Actualmente quedan solo 8.500. Su partida no fue casual. Esos líderes árabes, que fracasaron en su intento de eliminar a Israel con un ataque militar en 1948, comenzaron una campaña de temeridad, provocación, violencia y expulsión de ciudadanos judíos de sus países.

Shafi q Hadas, el hombre de negocios judíos más rico en Irak, fue detenido por acusaciones en vano y asesinado en linchamiento público. Su historia constituye tan solo un ejemplo de la crueldad de los actos cometidos contra los judíos en los países árabes. Instituciones religiosas judías desaparecieron en el fuego y fueron destruidas. Líderes judíos fueron detenidos de modo arbitrario, torturados y el poder quitó a los judíos todos sus bienes. La comunidad judía de Irak, de una antigüedad de 2500 años, que incluía a grandes artistas, músicos y hombres de negocios, desapareció en pocos años como si nunca hubiera estado allí.

Sucesos similares ocurrieron a lo largo del Medio Oriente, en Egipto, Siria y Yemen. Miles de judíos inocentes fueron asesinados en pogromos con protección del estado. Sinagogas y cementerios judíos de años fueron destruidos. Leyes despiadadas impidieron a los judíos la libertad de expresión y los obligaron a portar documentos de identidad judía. Bienes y propiedades, por valor de miles de millones de dólares, fueron saqueadas y amplias extensiones de tierra expropiada. La superfi cie total de las tierras usurpadas a los judíos en los países árabes alcanza los 65.000 km, 5 veces el Estado de Israel.

La gran mayoría de los refugiados judíos de los países árabes arribaron a Israel, multiplicaron su población, fueron admitidos como ciudadanos iguales, se adaptaron plenamente y aportaron a su creatividad y desarrollo. Esa es justamente la causa por la cual su historia nunca fue contada. Pareciera que, para la comunidad internacional, es más sencillo ocuparse de los refugiados palestinos. Mientras Israel recibió a los refugiados judíos con los brazos abiertos, la mayoría de los países árabes cerraron la puerta ante los refugiados palestinos impidiéndoles la ciudadanía y la participación en la vida pública.

La brutal negación y la falta de reconocimiento por parte de la comunidad internacional a las historias de casi un millón de refugiados judíos continúa siendo una tragedia, aún hoy. El silencio del mundo representa una especie de cooperación con los estados árabes que pretenden borrar toda memoria de la historia judía en sus tierras.

No hay un solo lugar en el que ese revisionismo adquiera una expresión tan clara como en la sede de la ONU. La atención y los recursos a los que acceden los refugiados palestinos por parte de la ONU, año tras año, son mucho mayores de los invertidos en cualquier otra población de refugiados en el mundo. De las 1088 resoluciones de la ONU sobre el Medio Oriente, no puede encontrarse ni una palabra sobre el tema de los refugiados judíos expulsados de los países árabes.

La historia vuelve sobre sí misma. En Siria, sobre las ruinas de los ex barrios judíos en Haleb, el régimen alawita de Assad continúa reprimiendo brutalmente el levantamiento sunita en el país. En Bagdad, donde los judíos fueron, en el pasado, un tercio de la población, continúan los sunitas y chiitas luchando entre sí durante años de derramamiento de sangre.

Los gobiernos árabes deben reconocer la tragedia del pasado y aprender sus lecciones. Deben construir sociedades que defiendan a las minorías e incluirlas, de modo equitativo, a la vida pública. Pasos concretos hacia el pluralismo real serán solo posibles si los estados árabes reconocen la historia de la persecución y la intolerancia en sus países.

Deben comenzar por revelar la historia de los 850 mil judíos, que fueron expulsados de sus hogares y sus vidas. Deben reconocer el lugar de los judíos en la historia del mundo árabe; reconocer la injusticia que se les impuso y corregir los delitos que se perpetraron en su contra. Como embajador de Israel ante la ONU tomé a mi cargo la tarea de trabajar, sin descanso, por elevar el tema en la agenda del día de la ONU, con el fi n de terminar con la cruel negación del tema de los refugiados judíos de los países árabes. ( Ron Prosor, embajador de Israel en Naciones Unidas )

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