La inmoralidad del movimiento BDS
COMUNIDAD

Yonathan Nowogrodski
La campaña de Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS) nació el 9 de julio de 2005 de la mano de 171 organizaciones no gubernamentales palestinas con el fin de aumentar la presión económica y política sobre Israel para cumplir con tres objetivos fundamentales: la finalización de la ocupación y colonización de todas las “tierras árabes” y el desmantelamiento del muro/valla de seguridad israelí; el reconocimiento de los derechos fundamentales de los ciudadanos árabe-palestinos de Israel para una igualdad completa; y promover los derechos de los refugiados palestinos a retornar a sus casas y propiedades. Citando un cuerpo de resoluciones de la ONU y haciendo eco específicamente de las campañas anti-apartheid contra la minoría blanca en la era del apartheid en Sudáfrica, la BDS ha solicitado “diversas formas de boicot contra Israel (académico, cultural y económico) hasta que éste cumpla con sus obligaciones en virtud del derecho internacional”. Ésta se presenta a sí misma como un movimiento de derechos humanos no violento que busca “la libertad, la justicia y la igualdad para el pueblo palestino… …que rechaza sistemáticamente y categóricamente todas las formas de discriminación y racismo, incluido el antisemitismo”. Sus protestas y conferencias en su apoyo se han realizado en varios países del mundo y sus partidarios incluyen académicos, sindicatos, partidos políticos y ciudadanos israelíes.
No es ningún misterio que este movimiento no tiene por finalidad lograr una solución justa, negociada por las partes y consensuada internacionalmente al conflicto palestino israelí. Su fundador, Omar Barghouti se opone a la solución de dos estados para dos pueblos, es partidario de un solo estado binacional y ha sido categórico al decir “sin duda, nos oponemos a un estado judío en cualquier parte de Palestina”. Además de negar el derecho a la autodeterminación del pueblo judío, la posición de Barghouti y la BDS no tienen sustento alguno. El creer que un solo estado multicultural podría absorber a dos pueblos cuyas identidades nacionales tienen narrativas absolutamente distintas, cae en la fantasía utópica de la extrema izquierda. Sin ir lejos en la historia, los casos de desmembramiento de Yugoslavia en los años ’90 y el de Siria en esta década invalidan esta premisa, trayendo como resultados la división de territorios por etnias y la muerte de miles de personas. Asimismo resulta paradójico que Barghouti, quien nació en Qatar y de adulto se movió a Israel, estudie un PhD en la universidad de Tel Aviv mientras llama al boicot académico de las universidades israelíes, lo que manifiesta en primera persona la incoherencia sobre la cual funciona este movimiento. La hipocresía de la BDS incluso ha sido denunciada por prominentes intelectuales judíos acérrimos defensores de la causa palestina como Noam Chomsky y Norman Finkelstein.
Tal como argumenta el prestigioso abogado norteamericano Alan Dershowitz, la BDS envía un mensaje falso a la calle palestina: es decir, que la presión económica y política internacional puede obligar a Israel a capitular a todas las demandas palestinas, sin ningún tipo de compromiso en temas territoriales. Con ello, el movimiento BDS desincentiva a la dirigencia palestina a negociar con Israel, más aún cuando ha sido el liderazgo palestino quien ha rechazado continuamente una solución negociada al conflicto.
Basta recordar las propuestas hechas por los ex primeros ministros israelíes Ehud Barak (2000 y 2001) y Ehud Olmert (2008) las que contemplaban la mayor parte de las demandas palestinas para la creación de un estado en Cisjordania y Gaza y que no fueron aceptadas por Yasser Arafat y por Mahmoud Abbas en sus respectivos momentos.
A pesar que a esta campaña adhieren grupos marginales de judíos e israelíes y se define como una que impugna el antisemitismo, sus tácticas conllevan a un “antisionismo antisemita”, el que deriva en una agresiva hostilidad hacia el judaísmo y los judíos, como el bullado caso del cantante judío norteamericano Matisyahu en agosto del 2015 donde la BDS intentó cancelar su show en el festival de música reggae Rototom Sunsplash en España porque el artista se negó a firmar una declaración a favor de un estado palestino.
Así como la realidad supera la ficción, la BDS nunca logrará sus objetivos, ya que los israelíes no adoptarán decisiones vitales relativas a la seguridad nacional del país y a la de sus ciudadanos sobre la base de intimidaciones inmorales, jamás cederán ante la extorsión implícita en las consignas de la BDS. Citando nuevamente a Dershowitz “si Israel comprometiera su seguridad ante tales amenazas, el resultado serían más guerras, más muertes y más sufrimiento”.