El gran desafío del presidente egipcio
Artículo de Hasbará

por: Moshé Rozén (Desde Nir-Itzjak, Israel)
Vivir en la frontera, en cualquier frontera, es siempre un desafío. Pero, para quienes habitamos a escasos kilómetros de Gaza y el Sinaí egipcio, se trata ya de una riegosa rutina. La franja de Gaza, desde que el grupo Hamás tomó su control, es plataforma para el lanzamiento de proyectiles contra las poblaciones –esencialmente, aldeas agrícolas- del Neguev occidental, y a esta situación, hay que sumarle la tensión que se vive en la frontera con Egipto, producto del accionar de grupos integristas islámicos.
El pasado 5 de agosto, se registró una jornada de acontecimientos de cinematográficos ribetes. A las 20:30, desde Gaza, decenas de disparos de mortero impactaron en el kibutz Kerem Shalom y poblados cercanos. Pero, una hora después, desde el límite egipcio, irrumpe un vehículo militar: efectivos israelíes lograron prontamente reducir la incursión.
Hasta ese momento no estaba claro si había relación entre ambos ataques.
Centenares de familias israelíes pasaron esa tensa noche, como otras tantas, en los refugios de hormigón. A medida que pasaban las horas, la situación se iba clarificando; la Yihad Islámica planificó y ejecutó una agresión combinada: los proyectiles desde Gaza complementaban la invasión operada desde territorio egipcio.
Pero, si en Gaza la Yihad actuó bajo el manto protector de Hamas, en Egipto ocupó una base militar, asesinó a sus soldados y secuestró el vehículo blindado con el que pretendió agredir a las poblaciones fronterizas de Israel.
La respuesta del presidente egipcio, Mohamed Morsi, no se hizo esperar: era obvio que el flamante mandatario no podía permitir que la soberanía de su país se viera ultrajada por milicianos de la Yihad.
Situación imprevista para la Hermandad Musulmana
De aquí en más, Morsi deberá hacer frente a una situación probablemente imprevista para los Hermanos Musulmanes que accedieron al poder en el país del Nilo: intentos de sabotaje y provocación por parte de grupos islámicos tan o más radicales que el gobierno cairota.
Esta confrontación se hace todavía más compleja si se toma en consideración el fuerte ánimo revanchista afincado en amplios sectores de la sociedad egipcia: hace 45 años, luego de la Guerra de los Seis Días, en una cumbre panárabe, un profesor egipcio, Mohamed Nawi, evaluó la victoria israelí no como resultado de una superioridad estratégica del adversario sino como consecuencia del abandono –en la moderna sociedad árabe- del credo rector, del Corán como doctrina conductora.
Nawi definió la contienda bélica de 1967 como una «brillante derrota».
Morsi deberá reprimir a la Yihad y demás socios de Al Qaida y –paralelamente- mantener altos los pabellones religiosos y nacionalistas que posibilitaron su acceso al sillón presidencial.
Fuente: Revista Horizonte.