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Mitos y Realidades

Después de más de 2000 años – desde que los romanos destruyesen el Segundo Templo de Jerusalén y dispersaran a los judíos de su patria – la creación de un Estado ofrecía una esperanza a un pueblo sobreviviente de la “Solución Final”2 impuesta por la Alemania nazi. La historia había demostrado que, si el Estado hubiera nacido diez años antes y el Mandato Británico3 hubiese tenido otras connotaciones, la tragedia no habría tenido esa magnitud. Esta puede ser una causa, pero no la única, para que Naciones Unidas promoviese – en noviembre de 1947- la partición de Palestina.

No olvidemos que, a fines del siglo XIX, el antisemitismo había traído aparejado el resurgimiento de persecuciones, echando por la borda todas las promesas de igualdad, fraternidad y tolerancia promovidas en el Viejo Mundo generando – a miles de desamparados – la necesidad de buscar un puerto seguro, cuyo puente se tendería entre Europa y Palestina, mientras arribaban – desde Yemen, Marruecos, Irak y Turquía – centenares de hombres y mujeres cumpliendo el sueño del “regreso a Sión”. Por entonces, las puertas estaban abiertas y sólo se enfrentaba las dificultades de la travesía.

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