Holocausto nuclear

Medio Oriente

El presidente Ahmadinejad y los ayatolás iraníes no cesan de prometer borrar a Israel del mapa y aniquilar judíos más allá de las fronteras del Cercano Oriente. Irán afirma que su programa nuclear es pacífico y no bélico, pero, lamentablemente, no ha permitido el acceso de inspectores internacionales.

Desde que Hitler y el nazismo perpetraron el Holocausto de seis millones de judíos durante la Segunda Guerra Mundial, no se había formulado una amenaza de un aniquilamiento genocida como la que han venido reiterando los más altos jerarcas de Irán. No ha sido un anuncio de purgas étnicas, similares a las que han ocurrido en África y la antigua Yugoslavia. Lejos de ello, lo que el presidente Ahmadinejad y los ayatolás iraníes no cesan de prometer es borrar a Israel del mapa y aniquilar judíos más allá de las fronteras del Cercano Oriente. Por eso, los afanes nucleares de la teocracia iraní completan el proyecto funesto del Holocausto atómico que obsesiona a la cúpula de Teherán y que no es dable minimizar ni marginar.

Sin duda, Irán ha sido fuente constante de tensiones en el Cercano Oriente. Desde la instauración de la teocracia islamista radical que lideró el ayatolá Jomeini en 1979, el régimen de Teherán ha mantenido una política externa dirigida a escudar sus planes nucleares. Es importante destacar que, conforme a la doctrina jomeinista que inspira las acciones de Irán, Estados Unidos es el gran Satán que encarna los valores occidentales, odiados y pecaminosos a la luz de las convicciones islamistas de la teocracia persa. En este orden, y por las mismas razones, las relaciones con Europa han sido inciertas y difíciles.

Sin embargo, no hay duda alguna del odio intenso de Teherán hacia Israel. La visión iraní es tan cerrada y dogmática con respecto al Estado judío, que no admite siquiera pequeños gestos amistosos tácticos para revestir iniciativas diplomáticas. Desde los inicios de la teocracia, los clérigos supremos de Irán no han economizado insultos ni amenazas contra Israel. Su consigna de “borrar a Israel del mapa” ha adquirido la fuerza de doctrina incuestionable cuyos alcances funestos han escalado con la ambición nuclear de Irán. Tampoco es causa de tranquilidad en Occidente el acelerado programa de misiles capaces de llevar cargas nucleares por toda la región e incluso Europa.

Los objetivos ominosos de Irán con su desarrollo nuclear explican las preocupaciones de las potencias occidentales con respecto a la dimensión armada del programa atómico de Teherán. Estas ambiciones también generan temores entre los aliados norteamericanos en el golfo Pérsico, proveedores mayores del mercado petrolero mundial, de quedar sometidos a la intimidación iraní. Hasta ahora, la posición pública de Washington ha sido que no tolerará armas nucleares en el arsenal de Irán. Lamentablemente, algunas manifestaciones recientes instando a Israel a esperar el impacto en Irán de las sanciones económicas, han restado credibilidad a la posición original de Washington.

Entre tanto, Irán afirma que su programa nuclear es pacífico y no bélico, pero, lamentablemente, no ha permitido el acceso de inspectores internacionales a las instalaciones físicas del programa, sobre todo las edificadas en profundidades montañosas. Una delegación invitada de la Agencia Internacional de Energía Atómica, la semana pasada, no obtuvo acceso a ninguna de esas instalaciones, lo cual confirma la estrategia del régimen de retrasar las decisiones de la comunidad internacional con conversaciones carentes de propósitos efectivos. Así debemos interpretar también la reciente invitación de Irán a una reunión con los miembros permanentes del Consejo de Seguridad más Alemania para analizar el tema nuclear.

Este trasfondo permite comprender las razones en juego para la imposición de sanciones económicas contra Irán, adoptadas desde el 2006 con base en decisiones del Consejo de Seguridad de la ONU, dirigidas a poner término a las ambiciones armamentistas de los ayatolás. En enero, la Comunidad Europea se unió a Estados Unidos en un embargo petrolero de Irán. Arabia Saudita y otros gobiernos del Golfo ofrecieron suplir el faltante del combustible derivado de esta medida.

No menos importantes han sido las sanciones financieras, dirigidas a los bancos iraníes, sobre todo el Central, y ahora al sistema SWIFT de pagos internacionales. Este conjunto de pasos tiene como única finalidad conminar a Irán a no proseguir el giro militar de su programa nuclear. Todo lo que Irán necesita hacer para demostrar sus canturreos de paz es abrir sus instalaciones nucleares al examen de los inspectores. Esto, sin embargo, no asoma entre los planes inmediatos de la teocracia.

Penalidades de tal dimensión deberían ser determinantes para desistir de una conducta cuestionable. No obstante, Irán se aferra a sus ambiciones militaristas y, lejos de ofrecer mayor transparencia, los principales voceros iraníes han escalado sus amenazas contra el mundo, pero especialmente contra Israel y el pueblo judío.

Hace pocos días, el presidente Ahmadinejad prometió “llevar la guerra más allá de las fronteras de Irán y más allá de las fronteras de la región”, al tiempo que la agencia noticiosa iraní dictaminó que “el pueblo israelita debe ser aniquilado”. Los derroteros de matar judíos en cualquier parte del globo traen a la memoria los atentados terroristas en Buenos Aires, en 1992, contra la Embajada de Israel, y en 1994 contra el AMIA, una dependencia humanitaria de la comunidad judía argentina, ambos perpetrados por agentes de Hezbolá y Hamás bajo la dirección de la embajada iraní. De igual manera, los intentos terroristas contra diplomáticos israelíes en India y Georgia confirman los propósitos y métodos de Teherán.

De cara a estas circunstancias, ¿qué debería hacer Israel? ¿Protegerse mediante una acción militar preventiva para destruir las instalaciones iraníes o, como insiste Washington, seguir esperando a que las sanciones económicas restauren la claridad mental de los ayatolás? He ahí el tremendo dilema que encaran los líderes israelíes, enfrentados a una amenaza peor que “la solución final” de Hitler. Aguardar a que las sanciones económicas ahoguen a Irán, como pontifican Washington y los gobiernos europeos, arriesgaría cerrar la ventana de oportunidad para una acción militar eficaz contra los sitios nucleares.

Si acaso Estados Unidos y sus socios europeos quedan satisfechos con solo contener a un Irán dotado de ojivas nucleares, esto no sería suficiente para Israel, expuesto a las promesas genocidas del régimen de Teherán. Un holocausto nuclear es la amenaza perversa que, con justa razón, Israel no puede darse el lujo de ignorar.

Fuente: www.radiojai.com.ar

Suscríbete a nuestroNEWSLETTER

Ingresando tus datos aquí, y recibirás noticias y novedades de CJCH en tu mail.