El memorracho
Medio Oriente

Por Gustavo D. Perednik
Pese a la bochornosa apología que le dispensó el Canciller argentino, ni siquiera consiguió que el documento de la traición fuera aprobado, como se había convenido, por el Parlamento de los terroristas.
El Gobierno argentino había hecho enormes esfuerzos para cumplir con su parte, y rubricó el memorracho con aprobación legislativa. Ello a costa de mentir, de involucrar ignominiosamente como cómplices a algunos familiares de las víctimas, y de permitir que durante la maratónica sesión se deslizaran a mansalva expresiones judeofóbicas.
DE nada sirvió todo ello, y el único fruto del memorracho fue una afrenta a la Causa AMIA. En todo lo demás, estaba destinado al fracaso desde el comienzo, simplemente porque es incumplible que la Justicia argentina traslade a quienes cometieron el atentado toda la información que dispone sobre el mismo. Ese traslado habría significado, entre otras bajezas, revelar a los ayatolás los nombres de los iraníes que colaboraron en la investigación.
A la larga lista de daños causados por el memorracho, se ha agregado ahora que Argentina no pueda recoger los créditos que merecidamente le obsequió el nuevo dictamen del Fiscal Alberto Nisman, del 29 de mayo.
A lo largo de 502 páginas, y con una profesionalidad que le es característica, el documento muestra cómo Irán construyó una red terrorista internacional, encabezada por el tristemente célebre fugitivo Mohsen Rabbani.
El logro es impresionante, e ilustrativo del proceder que deberían haber adoptado los gobernantes argentinos. Todo el entusiasmo que dedicaron a someterse a la República Islámica de Irán, tendrían que haberlo puesto en someterla a juicio. Y lo arruinaron.
Hasta este Dictamen nunca se había demostrado judicialmente el método, paso a paso, que emplean los iraníes al montar una infraestructura de infiltración para cometer atentados en el mundo.
El objetivo de dichos ataques es exportar la revolución iraní (“revolución” es su curioso modo de denominar la regresión al Medioevo que intentan imponer en el mundo).
El Dictamen detalla cómo dicha exportación fue decidida a principios de 1982 en Teherán, donde se llevó a cabo una reunión de 380 imanes de setenta países. Uno de sus promotores la sintetizó: “La exportación de nuestra revolución debe llevarse adelante con granadas y explosivos, y cada embajada iraní en el exterior debía convertirse en una central de inteligencia”.
Al año siguiente, Mohsen Rabbani fue enviado a Argentina; luego Abdul Kadir a Guyana, y Tabatabaei Einaki a Brasil. Operaban, además, en otros seis países del continente.
Kadir llegó a ser parlamentario de su país e intendente de la segunda ciudad más importante. El FBI lo detuvo antes de que pudiera hacer estallar los tanques de combustible en el aeropuerto de Nueva York, y sigue en prisión perpetua en EEUU.
Kadir recibía órdenes del cabecilla Mohsen Rabbani, quien llegó a ser el Agregado Cultural de la Embajada iraní en Buenos Aires, y el operador de los atentados judeofóbicos en Argentina. Sigue buscado por Interpol.
Ahora, los países que fueron blancos del terrorismo iraní han recibido una copia del nuevo Dictamen, enviado desde Buenos Aires a las autoridades judiciales de cada Estado involucrado. Se trata de un complemento al primer Dictamen, del 25 de octubre de 2006, que en más de ochocientas páginas había mostrado la responsabilidad del régimen iraní en el terrorismo en Buenos Aires.
Argentina se había posicionado como líder mundial de la lucha legal contra el terrorismo. Si su Gobierno no hubiera caído este año en las garras del iraní, el nuevo Dictamen complementario consolidaría ese liderazgo, y podría haberse transformado en motivo de profundo orgullo para varias generaciones de argentinos.
En suma, en el primer Dictamen (2006) se establece la culpa de Irán, y en el segundo (2013) se muestra que el atentado era parte de un plan de violencia internacional. Como dice el texto: el atentado a la AMIA “no fue una foto, sino parte de una secuencia más amplia”.
El desvío de la atención
El Gobierno argentino, lejos de asumir su rol de líder internacional del antiterrorismo, prefirió no expulsar como hizo Brasil con Einaki, ni encarcelar como hizo EEUU con Kadir, sino nada menos que aliarse al agresor.
Por ello no sorprende la patética reacción oficial ante el nuevo Dictamen, que en lugar de despertar orgullo por un valioso aporte de la Justicia argentina a la comunidad internacional, consistió en que la presidenta declarara que hay que poner énfasis “en la pista siria”.
Para el lector menos conocedor de la terminología en cuestión, aclaremos que la llamada “pista siria” es un camino de investigación sobre el encubrimiento del atentado, pero no sobre el atentado en sí.
No por primera vez, prevalece el intento de desviar la atención del atentado en sí, hacia su encubrimiento, siempre con el objetivo de exonerar a Irán.
La primera etapa de blanqueamiento a Irán podría titularse Galeano/1995. La segunda, es Timerman/2013.
En la primera, el ex juez Galeano argentinizó en 1995 a los culpables. No procesó a Mohsen Rezai, Ahmad Vahidi, Rafsanjani y otros, sino a Hugo Antonio Pérez, César Antonio Fernández, Alejandro Monjo, y otros. Previsiblemente, todos fueron luego sobreseídos, y los ayatolás lograron escabullirse. Y se había generado en la opinión pública la sensación de que había una conexión local argentina que era más culpable que los mismos iraníes.
Quienes se sumaron para garantizar la fuga de los ayatolás fueron todos aquellos que, ingenua o malévolamente, pusieron el acento no en Irán sino en cómplices menores o en datos secundarios.
Así, se trasformaron en favoritos de la confusión general: la ambulancia falsa que circulaba por la AMIA, los agentes policiales que tomaban café en el momento de la explosión, el helicóptero que sobrevoló el lugar del atentado, el presunto asesinato de Carlitos Menem, la meretriz Nasrim Mokhtari, el arsenal escondido en lo de Sucksdorf, el error de fechas que apareció en la foja 114 del Dictamen, los variados narcotraficantes y carapintadas. Todos ellos, y varios detalles más, pasaron a ser mencionados como si fueran lo fundamental, y se facilitó de ese modo omitir las tres palabras clave que deben guiar a la Justicia sobre el terrorismo antiargentino: Irán, Irán e Irán.
Que la presidenta vuelva en estos días a la “pista siria” es su manera de despistar, y de apaciguar a los terroristas, como estipula el memorracho.
Gustavo Perednik es autor de Matar sin que se Note sobre el atentado a la AMIA.