Parashat Ekev

COMUNIDAD

(sábado 27 de julio 2013)

Moshé relata todo lo sucedido a lo largo de los 40 años a la nueva generación, aquella que está a punto de ingresar a la tierra prometida, de la que mana leche y miel.

La semana pasada veíamos como volvía a enumerar los diez mandamientos. En este Shabat Moshé nos relata el suceso histórico de su aventura en Sinaí, la caída del pueblo ante el becerro de oro, y su retorno a los cielos para escribir nuevamente las tablas.

Con respecto a los 10 mandamientos, algunos comentaristas discrepan si acaso realmente contarlos como diez. El primero de ellos ya es conflictivo: “Yo soy Adon-i tu Di-s, que te sacó de la tierra de Egipto de la casa de la esclavitud”. Donde está aquí la ley? Qué se nos ordena? Algunos exégetas dicen que esto es apenas una introducción, una presentación del legislador, para dar la autoridad que merece la ley. Sin embargo otros opinan que en realidad, el mandamiento aparece sobre el final de la frase. “Te saqué de la casa de la esclavitud”, o sea, sabe y aprende el valor de la libertad. Ya no sos esclavo, ser libre es la primera de las leyes. Pero ojo. Ser libre no implica hacer lo que quieras. Se libre pero dentro de normas que te hagan ser humano. Humano, contigo, con los demás y con Di-s. Por eso te doy el resto de los mandamientos.

El otro mandamiento que entra en conflicto es el último. “No codiciarás”. Cómo ordenar sobre un sentimiento? Podemos ser ordenados a amar a alguien en particular, o a odiarlo? Este es el único de los diez que no opera sobre algo concreto, sobre una acción concreta, sino sobre un sentimiento. Dicen algunos comentaristas que hay que sacarlo de la lista y verlo como un premio. Aquel que logre cumplir con los primeros nueve, tendrá como bendición, el no ser codicioso.

Si sacamos este último mandamiento, nos quedan 9. Al contar 9 mandamientos el del medio es el quinto. Y así vemos como parte (o une) como una bisagra a los 4 de arriba con los 4 de abajo. Los 4 de arriba están relacionados con Di-s: Yo soy tu Di-s; No tendrás otros dioses, no utilizarás el nombre de Di-s en vano; cuidar el Shabat. Los 4 de abajo están relacionados con los hombres: No asesinar; no cometer adulterio; no robar; no prestar falso testimonio.

De esta manera el 5to funciona como unión entre el contacto con el prójimo y el creador: “Respetarás a tu padre y a tu madre”. Hacia arriba respeto a tu creador, tus creadores. Hacia abajo respeto a tu prójimo, porque ellos también lo son.

El respeto a los padres, valor imprescindible para la continuidad, para el respeto al creador y al prójimo.

Yo agregaría al mandamiento la frase: “respetarás a tus hijos e hijas”. Ponerse en su lugar. Sobre-protegerlos, Sobre-cuidarlos, Sobre-cargarlos, Sobre todas las cosas está de más. Respetarlos es darles también su propio lugar de crecimiento, su espacio de propuesta, darles parte de nuestro espacio y nuestro tiempo. Respetar es estar de manera equilibrada y sana con el otro. Todo lo que está de más, y sobre-pasa lo esperado da el efecto contrario, justamente hace que comience a faltarse el respeto.

El quinto mandamiento es el único que sobre el final dice cuál es su premio. No hay premios por hacer una Mitzvá. El premio es ese mismo, el haber hecho la Mitzvá. Sin embargo sobre el final del 5to dice: “… para que vivas”

Comenzar con el respeto en casa, a los padres, a los hijos, implica respetar hacia arriba al Creador, hacia abajo al prójimo. Para que vivas. Para que todos vivamos, de una manera mejor en este nuestro mundo.

( Rab. Ale Avruj )

La palabra ‘Ekev’ en sí misma es una oscura conjunción, traducida como ‘porque’ o ‘en consecuencia’ Esta conjunción es usada desde el comienzo de la parashá para llamarnos la atención de este modo a la naturaleza recíproca del pacto. Esta teología, tan típica del libro de Deuteronomio en general, sostiene que la bendición de Di-s es una consecuencia de la adhesión a Sus mandamientos. Esto podría parecer una persuasión, concebida para forzar nuestra conformidad.

Sin embargo, lo que le da a la gente, es un sentido de seguridad al saber que el favor Divino no es algo que se consigue al azar, sino que está en sus propias manos el conseguirlo. En ninguna parte está más claramente ilustrada esta lección que en la referencia a la naturaleza de la tierra. Como nos dice Deuteronomio 11:10, la tierra no es como Egipto, que depende de la rutina de la naturaleza para su sustento, sino que más bien bebe ‘el agua del cielo’. Esto a su vez depende de que el pueblo escuche los mandamientos y sirva a Di-s con todo su corazón y toda su alma. En el desierto, el pueblo cuenta con el maná como fuente de su alimento. En la tierra sin embargo, la responsabilidad será de ellos, no sólo de cultivar el suelo sino de dirigirse al cielo si han de sobrevivir. El maná fue considerado como una prueba (Deut. 8:16). Rashi lo vio como una prueba para ver si los israelitas observaban correctamente las leyes de la recolección y se abstenían recoger en Shabat. El Ramban, teniendo en la mira la forma precaria en que el maná era dado, lo vio como una formar de probar la lealtad del pueblo hacia Di-s.

Cualesquiera sea la prueba que el maná simboliza, la prueba en la tierra es ciertamente mucho más severa, porque allí los hijos de Israel no pueden depender de la intercesión Divina directa sino que deben ser verdaderos socios de Di-s en el trabajo de creación. La parashá por lo tanto nos está diciendo que no alcanza con meramente seguir los mandamientos de Di-s porque se requerirá fe interior después de llegar a la tierra. De hecho, lejos de significar la llegada a un destino, supondrá un viaje que continúa y pruebas aún mayores en el futuro. La actitud preponderante, que Ekev y gran parte de Deuteronomio están tratando de inculcar, es una de humildad, porque es solamente esta cualidad la que puede alejar los peligros de poseer su propia tierra. Varias veces, por ejemplo, se nos dice que ‘no por tu justicia el Señor, tu Di-s, te va a dar esta buena tierra para que la poseas’ (Deut. 9:6) Contradiciendo cualquier argumento de que el concepto de pueblo elegido significa una clase de favoritismo Divino se nos dice en términos clarísimos que ‘el Señor tu Di-s es Dios supremo y Señor supremo…que no favorece a nadie y no acepta ningún cohecho’ (Deut. 10:17). La franca y detallada historia de las trasgresiones de los israelitas en el desierto, también refuerza la importancia de la crítica interior y nos advierte que no debemos glorificar las raíces de la nación. Sin embargo probablemente, la lección más grande de Ekev, que es lógicamente parte de la educación continua que Di-s da a los hijos de Israel, es el versículo en Deuteronomio 8:18. ‘…es el Señor tu Di-s que te da el poder de adquirir riquezas’. Seguramente una influencia de la tradición sapiencial, nos hace recordar la fuente de nuestro ser y que el poder y la riqueza, aunque poseída por el hombre, en última instancia le han sido confiados por Di-s.

SIMON EDER

( Fuente: Parashá online Círculo Israelita de Santiago )

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