Irán quiere la bomba y el alivio de las sanciones

Medio Oriente

Por Reuel Marc Gerecht y Mark Dubowitz

El Presidente iraní Hassan Rouhani miente cuando dice que la República Islámica nunca tuvo la intención de construir un arma atómica. Ingenieros nucleares iraníes desertores dijeron,  a funcionarios norteamericanos a fines de los años ’80, que el programa del mullah, entonces oculto, fue designado exclusivamente para esas armas. Todo lo que los servicios de inteligencia occidentales rastrearon desde entonces, coincide con aquellas primeras revelaciones.

La participación de  Estados Unidos en las próximas negociaciones no parece depender de la expectativa de la veracidad iraní. Si fuera así, el Presidente Obama no habría enviado a su Secretario de Estado hasta que, Irán,  se hiciera responsable respecto a sus mentiras del pasado. El comportamiento ejemplar del Gobierno del Apartheid sudafricano, con frecuencia mentiroso, al decidir convertirse en no-nuclear – total transparencia respecto a la militarización de su programa atómico – no se comportó como  Irán. El Régimen clerical ya lo dejó  en claro a través de su intransigencia “de los hechos en el lugar”: más de 19.000 centrifugadoras construidas y una planta de aguas pesadas casi terminada. Washington no quiere ir, otra vez,  a la guerra en Medio Oriente, y los iraníes lo saben.

La Administración y el Congreso se arriesgan a que las sanciones serán suficientes para superar la deshonestidad crónica del régimen. El dolor económico será tan intenso, sostiene la teoría, que, eventualmente, Teherán terminará jugando según las reglas de Occidente. En otras palabras, el Supremo Líder Ayatola Ali Khamenei, la Guardia Revolucionaria y Rouhani – que no tuvieron un rol insignificante en el desarrollo del programa nuclear de Irán en los años ’90 – tendrían la voluntad de admitir que “la encarnación del mal” (La actualización de Khamenei del “Gran Satán), contra la cual la identidad de la República Islámica fue  construida, venció  sus aspiraciones nucleares.

Todo país tiene un punto de quiebre económico. Pero llegar a ese momento en la República Islámica será extraordinariamente difícil porque esa aceptación es equivalente a un suicidio espiritual.

Los elitistas de la política exterior norteamericana restan importancia o ignoran el rol de D’os en los asuntos exteriores dado que, lo divino, no forma parte en la visión del mundo de los Estados Unidos. En los medios occidentales, Rouhani es un “pragmatico”, como lo fuera su mentor Ali Akbar Hashemi Rafsanjani, el ex mayordomo del clérigo político; y como lo fuera Khamenei antes que apoyara en la elección presidencial al instigador populista Mahmoud Ahmadinejad, en el 2005. Todos esos hombres fueron fundamentales para el programa de armas nucleares de Irán. Todos,  incluso Ahmadinejad, fueron  políticamente pragmáticos. Esto no los hace menos religiosos, menos anti-americanos o contrarios a considerar el terrorismo tanto como el arte de gobernar y el arte del espíritu.

Tal vez, los líderes iraníes están entrando a estas negociaciones por una razón: poner a prueba el temple de Barack Obama. Ellos quieren ver si, Teherán, puede tener la bomba y el alivio de las sanciones. La estrategia para lograrlo no es complicada. El régimen podría suspender los trabajos en la instalación de aguas pesadas de Arak, el camino del plutonio del régimen para una bomba, y detener el enriquecimiento de uranio hasta un 20%;  el gran paso en el procesamiento hacia el grado de armas. Pero, sin un final verificable a la producción de centrifugadoras, el régimen podría continuar fabricando centrifugadoras, acortando el tiempo requerido para convertir el uranio no – procesado en un stock de bombas. Con suficientes centrifugadoras avanzadas, una reserva de un 20% se convierte en algo, operativamente,   menos relevante, dada la velocidad incrementada del procesamiento.

El único compromiso real que estaría haciendo Khamenei aquí es con el calendario nuclear. Se necesitaría más tiempo para desarrollar una capacidad más rápida, exitosa e indetectable, que el experto nuclear David Albright calculó ocurrirá a mediados del 2014. Si el régimen pudiera comercializar el procesamiento de aguas pesadas y el uranio enriquecido al 20% a cambio de debilitar las sanciones de transferencias interbancarias, recuperando el derecho de comerciar en oro o restricciones menos estrictas al utilizar euros, entonces podría, con facilidad,  obtener 20 billones de dólares – una gran suma para un régimen que sólo tiene 20 billones en dinero en efectivo accesible. Teherán tiene, aun,  50 billones de efectivo guardados que pueden ser usados en intercambios con unos pocos países. Dadas las reservas de moneda de Irán, incluso sin una disminución de presión económica, la física nuclear sigue superando las sanciones y la diplomacia.

Obama dejó en claro que  no va a la guerra para detener un enriquecimiento de bajo grado, de modo que Teherán tendrá que resolver si, el Presidente, tiene alguna “línea roja” sobre el enriquecimiento del 3.5 por ciento. Si Khamenei tuviera que exportar la mayor parte de la reserva enriquecida hasta ese monto, un arma nuclear se retrasaría significativamente – dado que la producción de centrifugadoras fue restringida y el número de máquinas, reducido.

Khamenei no puede permitir a Occidente que detenga la producción de centrifugadoras. No puede permitir que Washington sepa dónde fueron  construidas todas las centrifugadoras, cómo el régimen evitó las sanciones sobre “importaciones de uso-dual”. Ese  conocimiento podría retrasar masivamente o, incluso, poner fin al programa de armas, ya sea a través de un golpe preventivo o un refuerzo de las sanciones.

Tampoco puede, el Líder Supremo de Irán, implementar cualquier protocolo adicional sobre el Tratado de No-Proliferación que permita a los inspectores de Naciones Unidas rastrear las plantas centrifugadoras, buscar bases militares o censurar a todos los científicos nucleares de Irán.

Sería sensato – por parte de la Administración y el Congreso-  dar un golpe a Irán con más sanciones inmediatas. Estados Unidos no debería ser engañado por falsas divisiones dentro del régimen. Abandonar el largo camino hacia las armas nucleares sería una extraordinaria humillación para la clase gobernante iraní. Esto no ocurrirá a menos que el Líder Supremo de Irán y sus guardias sepan con certeza que, el orden islámico, finalizará si no abandonan la bomba.

fuente: The Washington Post

(Reuel Marc Gerecht, ex funcionario de objetivos iraníes en el Servicio Clandestino de la CIA, es Miembro de la Fundación por la Defensa y las Democracias. Mark Dubowitz es el Director Ejecutivo de la Fundación y encabeza su proyecto sobre las sanciones a Irán) .

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