AMIA: el temor ha vuelto

Medio Oriente

Yael Schnitzer,Periodista,

El Mostrador

La primera gran alarma en Sudamérica sonó hace más de 20 años. Cuando una bomba explotó a las afueras de la embajada israelí en Argentina, dejando 29 muertos en 1992. Dos años después, un nuevo ataque terrorista apuntó al corazón de la comunidad judía en Buenos Aires, la AMIA (Asociación Mutual Israelita Argentina), y se llevó la vida de 85 personas. Esta semana, el atentado cobró su víctima 86, el fiscal de la causa, Alberto Nisman.

Dieciocho años de investigación terminaron abruptamente y de forma inconclusa para Nisman. Habían pasado nueve años desde que acusó formalmente a Irán del atentado y sólo días desde que señaló públicamente a la presidenta de Argentina, Cristina Fernández, como encubridora de los autores del crimen.

El temor que vivió la comunidad judía argentina hace 20 años hoy vuelve a surgir. La nueva víctima, la impunidad de los culpables y la sola idea de que el Estado pueda estar aliado con los terroristas para lograr acuerdos comerciales, hacen resurgir el temor más profundo de todo judío en la diáspora: la sensación de inseguridad en un país que se creía propio.

El Islam extremo hoy tiene muchas caras y no sólo un blanco. Hezbollah, Al Qaeda, Hamas, Boko Haram y el Estado Islámico, van contra todo y todos a quienes ellos consideren “infieles”. Judíos, cristianos, ateos e incluso los musulmanes moderados, son su blanco.

La AMIA es el peor atentado antisemita desde la Segunda Guerra Mundial y ocurrió en Sudamérica. Fue financiado por Irán, a través del grupo terrorista islámico Hezbollah y, como aseguró Nisman antes de morir, encubierto por el gobierno argentino a cambio de una fluida relación comercial con un país productor de petróleo.

El temor ha vuelto. Por un lado, se duda de la teoría del suicidio de Nisman y, por el otro, se fortalece la idea de que Irán ha logrado instalar células terroristas en Latinoamérica. El fiscal lo venía diciendo hace años, cuando advirtió de la presencia de Hezbollah en países como Chile, Venezuela, México, Brasil y Perú.

La sensación de inseguridad de la comunidad judía no se vive sólo en Argentina. Es un fenómeno mundial que va en aumento y que posee causas concretas. El extremismo islámico golpeó al mundo entero este año, al atacar a la revista francesa Charlie Hebdo, pero lleva décadas dando pequeños golpes a la comunidad judía mundial.

En Europa las alarmas del antisemitismo ya están encendidas. El tiroteo mortal en el museo judío de Bruselas el año pasado, dejó claro cuán real es el peligro, y el hostigamiento físico y verbal hacia los judíos, en sus distintos países, ha ido en aumento. Por primera vez en la historia, la mayor cantidad de judíos que deja su país natal para vivir en Israel proviene de países libres –EE.UU. y Francia– y no de países en problemas. El motivo: la inseguridad.

En Latinoamérica la alarma ha sido silenciosa pero constante. Sonó fuerte en la Venezuela de Hugo Chávez, donde su cercana relación con Irán hizo escapar a gran parte de la comunidad judía de ese país. Pero también se escuchó en Perú a fines de 2014, cuando detuvieron a un terrorista de Hezbollah, que planeaba realizar un atentado en Lima, y nuevamente en 2015, cuando encontraron a tiempo una bomba en la embajada de Israel en Uruguay.

El Islam extremo hoy tiene muchas caras y no sólo un blanco. Hezbollah, Al Qaeda, Hamas, Boko Haram y el Estado Islámico, van contra todo y todos a quienes ellos consideren “infieles”. Judíos, cristianos, ateos e incluso los musulmanes moderados, son su blanco.

Nadie se salva del conflicto, incluso quienes creen estar ajenos a él. En Francia, las alarmas venían sonando hacía tiempo… ataques incendiarios a sinagogas, manifiestos antisemitas y agresiones verbales y físicas, en nombre del Islam. Nadie escuchó nada hasta el ataque a Charlie Hebdo, cuando la amenaza demostró su capacidad de tocar cualquier puerta.

Si la acusación de Nisman es verdadera, significa que el gobierno argentino cedió ante el terrorismo por intereses estratégico-comerciales y falló en la protección y respeto de sus ciudadanos. Significa que nadie le ha puesto la merecida atención a las alarmas y que, a 20 años del peor ataque antisemita en Latinoamérica, Irán tiene un patio de juego asegurado y nadie está a salvo.

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