Cristianos en riesgo

Medio Oriente

Pilar Rahola

A pesar de llegar tarde, porque las fiestas más importantes del calendario cristiano ya han pasado, la atmósfera navideña aún nos acompaña, incluso a aquellos que hemos perdido la conexión espiritual.

Además, soy de los que piensan que el cristianismo y el judaísmo conforman la educación occidental y nos marcan, para bien, más allá de la cuestión religiosa. Entre otras cosas, porque de ese código resumido en los Diez Mandamientos nacieron las ideas de tolerancia y convivencia que siglos después nos iluminarían. Sea como sea, estas fiestas cristianas nos acogen a muchos, tanto por lo religioso como por lo familiar y tradicional y, personalmente, me parecen las más bellas del calendario.

Sin embargo, no es de cristianismo sino de cristianos de lo que quería hablar, especialmente de aquellos que sufren un acoso violento por parte de la ideología totalitaria que ha seducido a una parte del islam. Dijo el papa Francisco en la famosa entrevista que le hizo Henrique Cymerman para La Vanguardia, «estoy convencido de que la persecución contra los cristianos es hoy más fuerte que en los primeros siglos de la Iglesia. No es una fantasía: lo dicen los números». Y los números son tan certeros como trágicos: del millón y medio de cristianos caldeos que había en Iraq, hoy se estima que no quedan más de doscientos mil, a pesar de habitar en la zona desde antes del islam. En toda la zona dominada por el Estado Islámico, la persecución a los cristianos, tanto asirios como armenios, se ha convertido en una auténtica caza al ser humano, hasta el punto de ser marcados y crucificados. Sólo es equiparable a las persecuciones y matanzas contra los sincretistas yazidíes. En este sentido, es tristemente aconsejable leer la carta que escribió hace unos meses Louis Raphael Sako, presidente de la Asamblea de los Obispos Católicos de Iraq y patriarca de la Babilonia de los caldeos. Hablaba abiertamente de genocidio.

Pero no erremos en la idea que el acoso contra los cristianos se produce sólo allí donde domina la barbarie yihadista, porque las persecuciones son masivas. Desde el Egipto de los coptos, pasando por los maronitas del Líbano, los melquitas de Siria, los católicos de Pakistán, hasta llegar a cualquier rincón donde habitan los cristianos más viejos, el islam -tanto el oficial, como el bélico- ha ido imponiendo una lenta segregación, acompañada de acoso y violencia. Es así como las comunidades disminuyen en todos los territorios donde la media luna impera. Y donde manda el yihadismo la persecución se troca en muerte. Lo cual tampoco es extraño, si consideramos normal que nadie pueda llevar una cruz en el cuello en Arabia Saudí, o que el Real Madrid saque la suya del escudo porque lo imponen los Emiratos. Lo dijo el patriarca caldeo como un grito: «Volvemos a siglos oscuros y es una amenaza para todos». La cuestión es quién lo escucha.

La Vanguardia. Barcelona.

05/01/2015

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