Alemania e Israel: 50 años de relaciones

Israel

  Por Julián Schvindlerman

Es, inevitablemente, una relación cargada de simbolismo. El Holocausto siempre sopló como una brisa negra sobre ambas naciones. Pero el hito político del establecimiento de relaciones diplomáticas entre Bonn y Jerusalem, del que se cumplen cincuenta años en 2015, marcó un punto de inflexión, cristalizado en una alianza sólida y fructífera.

En 1951 el canciller alemán, Konrad Adenauer, aludió públicamente a los “indescriptibles actos criminales” perpetrados por la Alemania nazi contra el pueblo judío y anunció la voluntad de su Gobierno de pagar reparaciones al recientemente establecido Estado judío. Bonn buscaba su reingreso en la Alianza Occidental y hacerse cargo de una deuda moral enorme con los judíos. Para un Israel agobiado por las exigencias del emprendimiento nacional, que pujaba por hacerse un lugar en un Medio Oriente hostil y anhelaba integrarse en la familia de las naciones, el apoyo material de Alemania era necesario. Pero las heridas de la Segunda Guerra Mundial estaban frescas: el país albergaba una gran cantidad de sobrevivientes, regía en él un boicot al idioma y a la cultura alemanes y había muchos opositores a todo lo que rehabilitase moral y políticamente a Alemania en la posguerra. Tras un acalorado debate en la Knéset, el Acuerdo de Reparaciones fue aprobado por 60 votos a favor y 51 en contra al año siguiente. Poco más de una década después, Bonn y Jerusalem sellaron lazos diplomáticos, intercambiaron embajadores y abrieron sus naciones a la forja de un vínculo perdurable.

Hoy, Alemania es el mayor socio comercial de Israel en Europa y el tercero a escala mundial, luego de Estados Unidos y China. Alemania es un proveedor crucial de armamento para Israel; fijémonos, por ejemplo,en los cinco submarinos nucleares Dolphin, cuyo coste multimillonario ha sido subsidiado apreciablemente por Berlín. La suma de las reparaciones abonadas por Alemania a Israel ronda los 30.000 millones de dólares (cifra que se triplica si se tiene en consideración el monto dado a sobrevivientes individuales en todo el mundo). A diferencia de la RDA -que no se vio a sí misma como sucesora del Tercer Reich ni responsable de sus acciones, y cuya orientación comunista la llevó por el camino del antisionismo-, la RFA hizo un esfuerzo notable por transformarse en una nación diferente. Tras la guerra, los ocupantes norteamericanos iniciaron un proceso de desnazificación de la sociedad y en Núremberg se juzgó a relevantes criminales de guerra. La nueva Alemania hizo la transición del totalitarismo a la democracia, de la ruina a la pujanza económica; elaboró programas educativos sobre los acontecimientos de la Segunda Guerra Mundial y estimuló la construcción de memoriales para la recordación del Holocausto. Yad Vashem tiene acuerdos educativos con los dieciséis estados alemanes.

En la década de 1930 vivía medio millón de judíos en Alemania; apenas 15.000 sobrevivieron a la guerra. Actualmente, la comunidad judía alemana cuenta con más de 100.000 miembros afiliados e igual cantidad estimada de no afiliados (mayormente emigrantes de la ex URSS). Sólo en Berlín se cree que hay cerca de 20.000 israelitas. La vida judía en Alemania es vibrante, con festivales de cine, sinagogas, museos y lazos estrechos con el Gobierno. El intercambio económico, cultural y científico entre Berlín y Jerusalem es notable.

Diversos hechos dejaron su marca en esta relación. En 1960 el Mosad secuestró a Adolf Eichmann y lo llevó a juicio en Jerusalem, episodio que recordó dolorosamente la Shoá a los israelíes. Ese mismo año Volkswagen nombró a Motti Auerbach, hijo del último rabino de Frankfurt, su representante en Israel. Esa misma década trascendió que científicos alemanes estaban trabajando en el desarrollo del programa misilístico egipcio, lo que enardeció a los israelíes; el hecho se replicó en los años noventa cuando se supo que el gas que Sadam Husein había amenazado con cargar en los misiles Scud para atacar a Israel había sido provisto por Alemania. En los años setenta, las Olimpíadas de Múnich, que pudieron haber reforzado el vínculo, fueron escenario de una terrible matanza de atletas israelíes por parte de terroristas palestinos. La interpretación pública de las obras del compositor nacionalista alemán del siglo XIX Richard Wagner aún es asunto de ríspido debate en Israel.

Si algo prueban estas tensiones es la resiliencia del vínculo que une a ambos países. No obstante, el futuro de la relación no está exento de desafíos. A medida que el tiempo transcurra y el Holocausto sea un recuerdo cada vez más distante para las nuevas generaciones, que podrían verse menos comprometidas moralmente con Israel y los judíos, ¿se mantendrá el vínculo tal como lo conocemos? A medida que el sentimiento popular antiisraelí y la comunidad islámica crezcan en Alemania, y los movimientos políticos de la extrema derecha se afiancen, ¿sobrevivirá el talante oficial proisraelí? Encuestas de los últimos años ya revelan un 20% de antisemitismo en Alemania y un 60% de opiniones negativas sobre el Estado judío.

Pero eso concierne al futuro. En lo que respecta al pasado reciente y al presente, hay razones de sobra para conmemorar este medio siglo de relaciones diplomáticas entre Alemania e Israel con el mejor ánimo. Chin-chin por una relación sumamente especial.

julianschvindlerman.com.ar

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