El nuevo Eje del Mal

Medio Oriente

Por Max Boot (*)

Miembro del Council on Foreign Relations. Colabora en medios como The Weekly Standard, Commentary y The New York Times.

«Irak se ve cada vez más influido por el eje Rusia-Siria-Irán, un nuevo eje del mal que está mucho más decidido a mantener al régimen criminal de Bashar al Asad en el poder que a combatir al Estado Islámico»»Putin va ganando, y no es nada sutil a la hora de restregárselo por las narices a Obama. Se está riendo, abierta y comprensiblemente, del fallido programa estadounidense de adiestramiento a los rebeldes sirios»»Mientras que Rusia parece decidida a seguir una política amoral y antioccidental, Estados Unidos simplemente parece perdido, confuso y derrotado»

Estados Unidos no sólo está siendo derrotado en Irak y en Siria; está siendo humillado.

El domingo pasado, la Administración fue cogida por sorpresa por enésima vez cuando Rusia, Irak, Irán y Siria anunciaron un acuerdo, supuestamente para compartir información de inteligencia sobre el Estado Islámico. Esto tiene lugar en el contexto de un papel cada vez más amplio de Rusia en la región; Moscú ha establecido una nueva base aérea, que se une a la base naval que ya tenía en Siria. También es una señal de que Irak se ve cada vez más influido por el eje Rusia-Siria-Irán, un nuevo Eje del Mal que está mucho más decidido a mantener al régimen criminal de Bashar al Asad en el poder que a combatir al Estado Islámico. Resulta revelador que Rusia haya comenzado a realizar vuelos de vigilancia con drones en Siria sobre territorio no controlado por el EI, sino por otros grupos rebeldes. De hecho, cuanto más mantiene este eje a Asad en el poder, más se refuerza el Estado Islámico, porque se alimenta del comprensible resentimiento de los suníes corrientes hacia un régimen responsable de la gran mayoría de las muertes producidas en un conflicto que se ha cobrado más de 225.000 vidas.

El hecho de que Irak se haya unido ahora formalmente a esta nada santa alianza es una muestra de la poca influencia que ejerce ya Estados Unidos en Bagdad. Es algo evidente desde hace tiempo: desde la retirada de las fuerzas estadounidenses en 2011, Irán se ha convertido en la fuerza más influyente en el país. Así las cosas, cuando Estados Unidos protestó para que los iraquíes no permitieran que vuelos iraníes emplearan su espacio aéreo para reabastecer a Asad, o, más recientemente, para que la aviación rusa no lo atravesara para crear una nueva base militar en Siria, el Gobierno iraquí ignoró las protestas norteamericanas. Los iraquíes están encantados de aceptar los F-16 estadounidenses, así como otro armamento y dinero, pero rechazan reiteradamente las peticiones más básicas de Washington y saben que no tendrán que pagar precio alguno por sus desaires. A fin de cuentas, si el presidente Obama ni siquiera puede actuar contra Asad cuando rebasa una línea roja respecto las armas químicas, ni contra Irán por su programa de armas nucleares, ¿qué va a hacer contra el Gobierno iraquí por encamarse con estos Estados infames?

En vez de obligar a los padrinos de Siria a aceptar que Asad abandone el poder, Obama se ve ahora obligado a aceptar la exigencia ruso-iraní de que éste permanezca en Damasco. Como señalaba el Daily Telegraph,” los principales apoyos del presidente Bashar al Asad proclamaron su victoria el domingo por la noche cuando los líderes occidentales que anteriormente habían respaldado a los rebeldes sirios, incluido David Cameron, dijeron que aceptaban que [Asad] permaneciera en el poder, al menos de momento”.

Putin va ganando, y no es nada sutil a la hora de restregárselo por las narices a Obama. Se está riendo, abierta y comprensiblemente, del fallido programa estadounidense de adiestramiento a los rebeldes sirios. En una entrevista comentó:

El objetivo inicial era adiestrar a 5.000 o 6.000 combatientes, y luego a otros 12.000. Resulta que sólo 60 de esos combatientes han sido debidamente entrenados, y no hay nada más que 4 o 5 personas que lleven armas ahora mismo, mientras que el resto ha desertado, con las armas norteamericanas, para unirse al Estado Islámico.

Al menos, Putin expone con exactitud la realidad del fracaso estadounidense a la hora de armar a los rebeldes sirios. Más difícil de tragar es su atrevida afirmación de que el programa norteamericano no sólo es un fracaso, sino que, conforme a la legislación internacional, es ilegal:

En mi opinión, brindar ayuda militar a organizaciones ilegitimas contraviene los principios de la legislación internacional y la carta de Naciones Unidas. Nosotros sólo apoyamos a entidades gubernamentales legales.

Ante esto, ¿qué se puede decir? No cabe sino reírse de la cara dura de Putin. Aquí tenemos al dictador que se anexionó Crimea ilegalmente y que ahora está apoyando, también ilegalmente, a un movimiento secesionista en el este de Ucrania diciendo que Rusia sólo apoya a “entidades gubernamentales legales”. Cuesta creer que el mismo Putin se crea lo que afirma. No dice más que lo que contribuya a los intereses rusos en un momento dado, y –al César lo que es del César– está logrando defenderlos en Oriente Medio, al menos tal y como él los concibe. Como premio final, consigue una reunión con Obama al margen de la Asamblea General de Naciones Unidas, después de que los militares estadounidenses ya hayan reiniciado las conversaciones con las Fuerzas Armadas rusas, con lo que en la práctica están recompensando al dirigente ruso por su mala conducta y dan al traste con cualquier intento occidental de aislarlo.

Mientras que Rusia parece decidida a seguir una política amoral y antioccidental, Estados Unidos simplemente parece perdido, confuso y derrotado. Ya no está claro qué política pretende: ¿estamos a favor o en contra de Asad? ¿Y de Irán? Lo único seguro es que estamos en contra del Estado Islámico, pero no estamos haciendo mucho por “degradarlo” y “destruirlo”, como afirmó el presidente hace un año. De hecho, los últimos cálculos de inteligencia sugieren que el grupo terrorista está atrayendo a más de mil combatientes extranjeros al mes, lo que cubre más que de sobra las bajas producidas por los ataques aéreos estadounidenses.

No puede recordar un momento más confuso ni descorazonador de la política exterior norteamericana desde los años 70.

© Versión original (en inglés): Commentary

© Versión en español: Revista El Medio

(*)Miembro del Council on Foreign Relations. Colabora en medios como The Weekly Standard, Commentary y The New York Times. 

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