En Israel, la escasez es un reto

Ciencia y Tecnología

Por Jorge Hernández ( * )

Más allá de su pasado, de su significado espiritual, de sus tesoros arqueológicos y de su historia bélica milenaria que genera amores y odios, Israel es hoy un escenario clave de la innovación.

He tenido la oportunidad de visitarlo con la mira puesta en temas de emprendimiento y desarrollo, y regreso cada vez más asombrado por el enorme paso que ha dado en los últimos 10 años en sostenibilidad.

Las cifras de ese país son importantes para entender ese enorme logro: tiene una superficie de 20.770 kilómetros cuadrados (no es más grande que Cundinamarca) y cuenta con solo ocho millones de habitantes (una población similar a la que tiene Bogotá).

Estas pequeñas dimensiones no se comparan con el orgullo que Israel siente al tener 63 empresas cotizadas en el índice tecnológico Nasdaq y al comprobar que más de un 75 por ciento de sus exportaciones son de alta tecnología. Eso sin contar que en tecnología militar son los reyes.

Innovación agrícola

Pero lo que más impacto causa es ver en este país, donde más del 50 por ciento de su área es desértica, cómo se produce innovación agrícola en cultivos que no se realizan en campo abierto. Algunos alimentos como los tomates y las naranjas no se cultivan en tierra vegetal, sino se fertilizan con tubos de irrigación por goteo, en viveros computarizados. Así, son capaces de convertir la tierra más árida en un campo de cultivo con el mínimo de agua.

Y como si eso fuera poco, este territorio escaso en agua, recicla el 50 por ciento de las aguas tratadas que producen las ciudades y las lleva a los distritos de riego para reutilizarlas en los cultivos en el desierto. Además, para enfrentar sequías, expertos en agricultura han logrado reemplazar el agua dulce por un sistema tecnológico de riego con agua salada. Consiguieron, por ejemplo, que una plantación de olivo se adapte a este líquido y produzca cuatro veces más de lo que se obtiene en un área similar irrigada con agua dulce.

Para Israel la escasez ha sido un reto y no un impedimento. La lección es sencilla: es mejor aprender de las carencias para innovar, que gestionar mal la abundancia para acabarla.

(*) Director de Innovación

Universidad de Los Andes

http://www.eltiempo.com/estilo-de-vida/ciencia/innovacion-en-israel/16407004

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