Tres innovaciones tecnológicas dan la pelea al cambio climático

Ciencia y Tecnología

Richard García

El Mercurio

En el último piso de la torre del instituto Weizman del parque científico de Rejovot, en Israel, un voluminoso prototipo parecido a un telescopio podría ser una de las claves para reducir, en forma importante, las emisiones de dióxido de carbono (CO {-2} ) del planeta. Al igual que los israelíes, otros equipos alrededor del mundo están trabajando en soluciones innovadoras que persiguen este objetivo.

En el caso de la propuesta israelí, se trata de una tecnología que promete transformar el CO {-2} del aire en un hidrocarburo (combinación de carbono con hidrógeno). Para generar la energía necesaria se valen, en una primera etapa, de un campo de paneles solares que concentra su reflejo en un solo espejo. Esta especie de lupa gigante permite calentar un reactor a más de mil grados centígrados. En él se introduce el CO {-2} para transformarlo en un hidrocarburo que bautizaron como syngas.

La idea de NewCO2Fuels (NCF), la startup que desarrolló el sistema, es instalar el reactor al final del proceso de producción de fábricas que emiten gran cantidad de calor y gas, como la industria metalúrgica. Al reciclar sus emisiones, estas reducirían su impacto en la atmósfera. «Hay que hacer ver a los industriales el potencial comercial de las emisiones de CO {-2} y no solo hacer pagar a los que contaminan», dijo a la AFP David Bannit, presidente de NCF.

En la planta de energía Blue Plains, en Washington DC (EE.UU.), en tanto, se puso en marcha un sistema que convierte más de 2 millones de litros de aguas residuales domésticas en electricidad. El agua se limpia con microorganismos que ingieren el carbono primero y luego convierten los nitratos en gas nitrógeno, para luego ser devuelta el río Potomac y a la bahía de Chesapeake.

Los materiales sólidos se reciclan, ya sea como compost o para producir 10 megavatios de electricidad, el equivalente al consumo de 8 mil hogares, mediante una técnica importada desde Noruega.

El proceso redujo la huella de carbono de la planta en un tercio, lo que podría ser imitado por otros países.

Pero quizás la innovación más curiosa son los «árboles de viento», que fueron instalados en las inmediaciones del aeropuerto Le Bourget, en las afueras de París, y que han llamado la atención de los asistentes a la cumbre COP21 sobre cambio climático.

Cada una de las «hojas» de sus ramas son en realidad pequeñas turbinas que generan electricidad con el viento. Fueron desarrollados por la startup gala NewWind Energy Solutions.

Aunque no son tan eficientes como los grandes aerogeneradores instalados en zonas no urbanas, sí pueden ser una alternativa interesante para generar energía verde dentro de la ciudad, dicen sus creadores.

Una ventaja es el costo. La instalación de una turbina de viento convencional puede costar entre 50 mil y 80 mil dólares, mientras que un árbol de viento no supera los 35 mil. La compañía planea producirlos en forma industrial el próximo año.

Para Vartan Ishanoglu, académico de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Católica y especializado en sustentabilidad, todos los esfuerzos que se están haciendo en innovación para enfrentar el cambio climático son muy relevantes, pero no se debe descuidar una mirada sustentable de largo plazo.

«Por ejemplo, podríamos convertir toda la energía del planeta en nuclear y acabaríamos con el problema del CO {-2} , pero en 100 o 200 años más no sabríamos qué hacer con los desechos nucleares resultantes».

Ishanoglu valora, por ejemplo, el desarrollo de techos verdes o huertos urbanos, que no solo captan el C0 {-2} , sino filtran el polvo y hasta sirven de aislante acústico.

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