Las consecuencias de la retirada estadounidense de Medio Oriente

Medio Oriente, Mundo

Caricatura en Al-Sharq al-Awsat representa al presidente Obama amigándose con Cuba, mientras vende humo en Medio Oriente (lo que sea que signifique).

Traducido para porisrael.org por José Blumenfeld

EE.UU., bajo el Presidente Barack Obama, ha señalado su intención de reducir su presencia en Medio Oriente. EE.UU. libró dos guerras sin éxito en la región – una lección frustrante sobre los límites de su poder. Al mismo tiempo, la dependencia de EE.UU. de la energía de Medio Oriente se ha reducido gracias al progreso en la tecnología del cracking en el país. Además, Washington ha decidido “girar” hacia China, un retador mundial emergente, y también reducir los gastos de defensa, dejando menos recursos militares disponibles para proyectar poder en Medio Oriente. (Por un tiempo, durante el mandato del presidente Obama, EE.UU. no tuvo ningún portaaviones en el Mediterráneo oriental o en el Golfo, una situación sin precedentes). Además, la campaña estadounidense contra el ISIS ha sido extremadamente limitada, y ha tenido poco éxito.

Desafortunadamente, esta desvinculación indica tanto fatiga como debilidad.

Washington también ha desistido de confrontar con Irán y ha llegado muy lejos en sus esfuerzos para adaptarlo. La opinión del presidente Obama es que al completar un acuerdo nuclear con Irán, antes de dejar el cargo resolvió uno de los problemas de seguridad pendientes en la región. Sin embargo el acuerdo legitima una gran infraestructura nuclear en Irán, e ignora los fundamentales intereses de seguridad nacional de por lo menos dos aliados de EE.UU.: Israel y Arabia Saudita. La subsecuente eliminación de las sanciones económicas internacionales – sin ningún requisito de reciprocidad de algún cambio en la política regional de Irán – posiciona a Irán para obtener grandes beneficios económicos sin costo alguno. La política del presidente Obama en relación a Irán ha ocasionado un cambio espectacular en el equilibrio de poder regional, sin embargo, Washington parece estar mayormente impasible.

Aunque la política de EE.UU. acerca de Irán ha sido guiada principalmente por una ilusión, los temores de los actores regionales con respecto a las ambiciones hegemónicas de Irán se han multiplicado como respuesta al acuerdo nuclear. Mientras Washington afirma estar confiado de que Irán jugará “un papel regional responsable”, los líderes en Ankara, El Cairo, Jerusalén, y Riad ven a Irán casi totalmente sin alteraciones, respecto de su estado anterior al acuerdo, en ningún sentido político significativo, con el potencial de producir bombas nucleares en un breve periodo de tiempo.

La consecuencia más grave de la política de EE.UU. de desvincularse de la región es la incrementada probabilidad de proliferación nuclear. Los poderes en pugna por el liderazgo regional, como Egipto, Turquía y Arabia Saudí no se quedarán de brazos cruzados en el ámbito nuclear, especialmente cuando EE.UU. ya no es visto como un proveedor de seguridad confiable. Los intentos de EE.UU. de convencer a los poderes regionales de que dependan de un paraguas nuclear estadounidense para evitar la proliferación nuclear es probable que fallen. El surgimiento de un Medio Oriente nuclear multipolar, que es una consecuencia plausible del acuerdo nuclear estadounidense con Irán, será una pesadilla estratégica para todos.

Un Irán envalentonado, que tradicionalmente actúa por medio de representantes en lugar de conquistas militares, podría intensificar su campaña de subvertir a Arabia Saudita, posiblemente jugando la carta chiíta en la provincia oriental de mayoría chiíta, rica en petróleo. La pérdida de esa provincia debilitaría considerablemente al estado saudita e incluso podría provocar su desintegración.

Irán podría utilizar la subversión, ataques terroristas e intimidación de los estados del Golfo para desalojar completamente la magra presencia estadounidense en el Golfo. En ausencia de la determinación y capacidad estadounidense de proyectar poder, el poder superior iraní podría “finlandizar” a los países del Golfo. También podría finlandizar la cuenca del Caspio, donde Irán comparte la costa con importantes productores de energía como Azerbaiyán y Turkmenistán. La cuenca del Caspio y el Golfo Pérsico forman una “elipse energética” que contiene una gran parte de los recursos energéticos del mundo.

Azerbaiyán y Turkmenistán están muy temerosos de la creciente influencia iraní. Esos países, que adoptaron una orientación de política exterior pro-occidental después de la disolución de la Unión Soviética, podrían decidir volver a la órbita de Rusia, porque Rusia aparece en la actualidad como un aliado más fiable que EE.UU.

Rusia está completamente viva en cuanto a la posibilidad de reafirmar un protagonismo ruso en la región después de la retirada estadounidense. A tal fin, ha dado el gran paso de intervenir militarmente en Siria para asegurar la supervivencia del régimen de Assad. El litoral sirio es una base fundamental para una mayor presencia naval rusa en el Mediterráneo oriental, y esto prologó la participación aérea rusa en la guerra civil siria. Además, Rusia quiere proteger las perspectivas energéticas que dependen de la supervivencia de Assad. Ya ha firmado contratos de exploración con el régimen de Assad en relación con los recientes descubrimientos de gas en la cuenca del Levante.

Siria ha sido un aliado de Irán desde 1979 – la alianza más larga en Medio Oriente. La preservación del régimen de Assad es fundamental para los intereses iraníes porque Damasco es una pieza clave de su representante en Líbano, Hezbollah. Los esfuerzos de Rusia en nombre de Assad, por lo tanto, sirven directamente a los intereses del régimen iraní. Si tiene éxito, estos esfuerzos incrementarán aún más la influencia iraní en la región.

Fuera de Siria, podemos ver a Irán unirse a Rusia para apoyar las ambiciones políticas kurdas para debilitar a Turquía, el rival de Irán por el liderazgo regional. Los kurdos son una espina en el costado de Turquía. Irán y Turquía apoyan a lados opuestos en la guerra civil en Siria, donde los kurdos están forjando regiones autónomas. Dependiendo de cómo transcurra la guerra, los sueños nacionales kurdos podrían beneficiarse del vacío de poder creado por la alteración de la estructura estatal árabe y el abandono estadounidense de la región.

En cuanto a Egipto, la reticencia estadounidense en apoyar al régimen de al-Sisi juega a favor de los rusos. Los rusos están vendiendo armas a Egipto, negociando derechos portuarios en Alejandría, y suministrando reactores nucleares a Egipto. También en Irak vemos presagios de una presencia rusa en coordinación con Irán, mientras la influencia estadounidense en ese estado sigue declinando.

El ascenso de un Irán más agresivo – una consecuencia directa de la retirada de EE.UU. – puede dar lugar a una mayor cooperación tácita entre Egipto, Jordania, Arabia Saudita e Israel. La gran pregunta es si Turquía se unirá a dicha alineación anti-iraní.

La debilidad de EE.UU. en la región, inevitablemente, tendrá un efecto dominó en otras partes del mundo. La credibilidad estadounidense está ahora cuestionada y los aliados en otros lugares pueden decidir que sería prudente cubrir sus apuestas. Mayores desafíos esperan a EE.UU. más allá de Medio Oriente.

Efraim Inbar, profesor de estudios políticos en la Universidad Bar-Ilan, es el director del Centro Begin-Sadat de Estudios Estratégicos y miembro Shillman-Ginsburg en el Foro de Medio Oriente.

http://www.meforum.org/5870/american-retreat-from-the-middle-east

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