Presidentes vitalicios y nada de elecciones

ANÁLISIS / OPINIÓN

Jaled Abu Toameh (*)
Feliz cumpleaños para el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abás, que cumplió 81 años la semana pasada. El octogenario parece dispuesto a seguir al timón hasta el último momento; adiós a unas elecciones libres para los palestinos.

Abás ha heredado la tradición de la tiranía. Su predecesor, Yaser Arafat, también fue presidente vitalicio. Ambos pueden encontrar mucha compañía en una larga lista de presidentes africanos que se ganaron el título de «presidentes vitalicios» en Uganda, Guinea Ecuatorial, Angola, Zimbabue, Sudán, Chad, Eritrea y Gambia. Y no nos olvidemos de los dictadores árabes de esta categoría.

Cabría esperar que al menos se nombrara a un adjunto, a alguien que cubriera el inminente e inevitable vacío de poder en la AP, pero no es nada probable.

Abás se ha resistido denodadamente a las peticiones de los líderes de su facción de Fatah para que nombre a un adjunto o a un sucesor. Su argumento es que no es el momento apropiado para ello; en vez de eso, lo que tendrían que hacer los palestinos es concentrar sus energías en conseguir apoyos internacionales a un Estado propio.

El presidente de la Autoridad Palestina consiguió su «feudo privado», como lo llaman sus detractores, en las elecciones de enero de 2005, cuando fue elegido para un mandato de 4 años.

Parece que ese periodo ha sido revisado por el presidente: en enero de 2016 comenzó el undécimo de sus cuatro años de mandato. Pero sin novedad en Ramala.

Cada mes oímos que Abás está deseando que los palestinos depositen su voto en unas elecciones libres y democráticas. Pero no hemos visto ni rastro de prueba en ese sentido, lo cual tiene sentido: Hamás podría superar fácilmente a Abás en unas elecciones de ese tipo. Pese a su avanzada edad, el rais aún recuerda claramente lo sucedido en enero de 2006, cuando se permitió al movimiento islamista participar en las elecciones legislativas y las ganó.

Abás también es muy consciente de que Hamás, que tiene como rehenes a casi dos millones de palestinos en la Franja de Gaza, nunca permitiría que allí se celebraran unas elecciones libres, sobre todo para los fieles a Abás que han tratado de minar su control del enclave.

Hace tan solo unos días, un tribunal militar de Hamás en la Franja de Gaza condenó a dos oficiales de alto rango de las fuerzas de seguridad de la Autoridad Palestina, Sami Nisman y Naim Abu Ful, a 15 y 12 años de prisión, respectivamente, por delitos de espionaje para la AP y de planear atentados contra objetivos de Hamás.

Las condenas no son sino un signo más de que Hamás y Fatah aún están lejos de alcanzar algún tipo de reconciliación. Y eso pese a todo lo que se habla del progreso supuestamente alcanzado en las conversaciones entre ambas formaciones. A comienzos de la semana pasada informaciones sin confirmar filtraron diversos detalles de los puntos de fricción entre los negociadores de Hamás y Fatah, que se habrían reunido en Doha bajo los auspicios cataríes para formar un nuevo Gobierno de unidad y celebrar nuevas elecciones presidenciales y legislativas, Qatar es la mayor fuente de ingresos de los Hermanos Musulmanes y de su filial, Hamás.

El temor de Abás a celebrar elecciones en la Franja de Gaza no carece de fundamento. Además de la represión que sufren allí sus partidarios y sus fuerzas de seguridad, Hamás también está atacando a periodistas, profesores, sindicalistas e incluso abogados.

La semana pasada las fuerzas de seguridad del movimiento islamista asaltaron la sede del Colegio Palestino de Abogados en Gaza y confiscaron los ordenadores. El asalto se produjo a consecuencia de la controversia suscitada por la negativa del Colegio a proporcionar los datos financieros y administrativos de sus afiliados, además de las quejas presentadas por diversos abogados contra la organización colegial, según una declaración publicada por el Centro Palestino para los Derechos Humanos (PCHR, por sus siglas en inglés). El asalto, según algunos palestinos, formaría parte de los intentos de Hamás de reprimir a los abogados simpatizantes de su facción rival, Fatah.

Pero la Margen Occidental controlada por Abás compite con Hamás en Gaza por lo que respecta a la ausencia de derechos humanos y de libertad de expresión. Las fuerzas de seguridad presidenciales están inmersas en una represión masiva contra oponentes políticos de todo signo, lo que hace que la idea de celebrar allí unas elecciones libres y democráticas sea ridícula. Abás no puede tolerar la idea de tener un adjunto; mucho menos la de que se establezca un nuevo partido o de que surja un posible candidato a la presidencia.

Destacadas figuras que han osado desafiar la autocracia de Abás ya se han visto convertidas en blanco de los ataques del presidente y de sus hombres. Que le pregunten al ex primer ministro Salam Fayad, al que Abás confiscó las cuentas bancarias de su organización, o a Mohamed Dahlán, excomandante y ministro de Fatah, obligado a huir de los territorios palestinos tras pelearse con el rais y sus hijos. Puede que el depuesto secretario general de la OLP, Yaser Abed Rabo, despojado de sus poderes de la noche a la mañana y arrojado a los perros por hablar en contra del presidente, tenga algo que decir al respecto. En Ramala llaman a todos ellos «las víctimas de Abás».

Necesitaríamos una bola de cristal para saber lo que pasará el día después de la desaparición de Abás. Hay quien dice que veremos escenas que recuerden a los viejos tiempos del Politburó soviético, con el nuevo presidente elegido por un grupo de dirigentes de Fatah y de la OLP reunidos en Ramala. Parece que será lo más probable, a falta de cualquier posibilidad de unas elecciones libres y democráticas y en vista de la persistente fractura entre las dos entidades palestinas en la Margen Occidental y la Franja de Gaza.

Pero no nos hace falta ninguna bola de cristal para saber que Abás dejará un legado caótico. Su negativa categórica a nombrar un adjunto o a discutir siquiera la cuestión sucesoria públicamente ya ha creado tensiones en la cúpula de la OLP y de Fatah. Por su parte, el pueblo palestino tiene bastante poca confianza en sus líderes.

La lucha del poder que se libra silenciosamente entre bambalinas en Ramala estos últimos meses probablemente causará una parálisis en la escena palestina y dejará a los palestinos sin un líder aceptable. O, como dice Tawfik Tirawi, alto cargo de Fatah, Abás será el último presidente de los palestinos.

Los palestinos padecen a unos dirigentes que sólo desean una cosa: poder personal. El pueblo palestino se está alejando de poder lograr tener un Estado, en parte porque parece incapaz de seguir el principio político fundamental de celebrar elecciones libres y democráticas. El día después no parece muy prometedor.
(*)aled Abu Toameh, periodista árabe-israelí.

© Revista El Medio – Gatestone Institute

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