Marjorie Agosín: La reinvención de Ana Frank

Chile, Cultura

Nacida en Chile pero formada en Estados Unidos, Marjorie Agosín destaca como una premiada literata con más de cincuenta libros publicados, como profesora del Wellesley College e integrante del Columbia Global Center.

Reconocida por la ONU por su defensa de los derechos humanos, Agosín está en Chile para presentar su libro “Ana, reimaginando el diario de Ana Frank” y detiene su agenda para hablar de la crisis de los refugiados, de la necesidad de empatizar con el dolor ajeno y de hacernos cargo, como sociedad, de los niños más vulnerables.

 -¿Qué es esta nueva interpretación, Ana, reimaginando el diario de Ana Frank?

Esta es mi versión, en la que imagino a Ana Frank. Quiero que los niños la conozcan a ella y sientan que pueden imaginar, ser libres, que la escritura importa, que se identifiquen con su memoria, que la piensen como una amiga, como algo iluminador, no como el horror del autoritarismo nazi, sino que como la posibilidad de siempre encontrar la luz dentro del caos, de la traición y de vivir escondida. En Chile muchos niños se fueron con sus padres y también fueron refugiados. También hay hijos de desaparecidos. Siempre dicen que son pocos, pero no importa, si hay uno es suficiente. Quisiera que la gente fuera más empática con el dolor ajeno.

-Hace poco hubo una disputa por los derechos de Ana Frank y se puso en duda si el diario era una adaptación real o una reedición de su padre.

La disputa era por si unas páginas eran de su autoría o no y se comprobó que sí. Es triste decirlo, pero el holocausto también se ha comercializado. La versión definitiva de ella apareció hace ocho años.

-O sea que cuando chicos todos leímos la adaptación…

En parte sí, porque sacaron páginas sobre asuntos de su adolescencia, como la relación conflictiva con su madre y el despertar de su sexualidad. Es una pena, pero no hay que juzgar a su padre, porque él lo censuró por proteger a su hija.

ana -¿Has podido leer la copia sin la edición de su padre?

Vi una copia en el Museo de la Tolerancia en Los Angeles, he visto algunos manuscritos en la casa de Ana Frank en Ámsterdam y he visto postales de su hermana Margot, de su puño y letra. Su libro es más difícil de encontrar, han pasado 70 años. De todas maneras, la versión definitiva, sin filtro, se publicó hace siete u ocho años. Ese sí lo leí.

-¿Las diferencias son sutiles o notorias?

Son bastante sutiles, pero ahí ves a una Ana Frank más real, no tan idealizada. Hay una búsqueda de sí misma, se expone la compleja relación con su madre y la cercanía con su padre. Ahí la vemos como todas las niñas adolescentes.

-¿Y habla también de su sexualidad?

Sí, con un chico del que no sé si se enamoró o no, pero por el que sentía una gran atracción. Él también estaba escondido con ella y se llamaba Peter. Pero todo es muy inocente.

 -¿A qué versión te apegas para tu reinterpretación?

Mi versión no tiene que ver con el original. La mía está pensada para niños de 8 a 12 años, donde reimagino lo que era vivir en Ámsterdam, cómo era comer helados, pasear por las tardes y no poder salir. Porque los judíos no podían salir en la noche, no podían ir a los parques ni bañarse en las piscinas, a veces no podían ir al colegio. También aborda lo que significaba llevar la estrella de David o que tu mejor amiga no llegara a sentarse en tu banco porque desapareció. Quiero que los niños sepan lo que eso implica. Entonces, inventé lo que quería contar de lo que a mí me impactó como adolescente y como adulta.

-¿Qué opinión tienes al respecto de la actual crisis de refugiados?

El mundo está pasando por la crisis migratoria más compleja y extensa del siglo XX y XXI. Y no es sólo por los refugiados de Siria, sino también por somalíes, afganos, iraquíes, los niños refugiados de Centroamérica que cruzan la frontera y llegan a Estados Unidos.

-¿Te imaginas cuántos niños como Ana Frank hay en ese tránsito?

Cada uno de nosotros es Ana Frank, refugiado o no refugiado. La vulnerabilidad del ser humano es parte de lo que ella nos comunicó. Todos los niños pueden ser Ana Frank, hay que pensarlo desde la empatía.

¿En Chile no se empatiza con el dolor ajeno?

Chile es un país muy solidario, pero tiene las desigualdades sociales más grandes del mundo. Quizás se puede utilizar la literatura como una forma de ayudar a los niños a vivir la diversidad, la tolerancia y el respeto a las minorías.

 

Fuente: La Segunda

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