Judíos en la Araucanía, Memoria e historia

Chile

Hoy es un día importante, cuasi simbólico, a escasos 4 días del descubrimiento de América tengo el privilegio de presentar ante ustedes un importante testimonio documental que ilustra acerca de la historia de los judíos en la Araucanía, por lo que mis primeras palabras son para agradecer a su autor, el Dr. Jacob Cohen el poder hacerlo.

Introducirse en la lectura del libro que hoy presentamos es navegar por la historia y conocer acerca de las vicisitudes de nuestros hermanos, no solo en La Araucanía, sino en lugares lejanos, localidades que producto de conflictos bélicos cambiaron de nombre y dueño a través del tiempo, y que motivaron numerosos movimientos migratorios a distintos lugares en el mundo.

La obra no se agota en la narración e imágenes de la judería temuquense y sus alrededores, Jacob Cohen inicia su historia tomando nota de importantes acontecimientos anteriores: la expulsión de los judíos de España, la gran decepción producida por la aparición de Shavtai Zvi, el movimiento de la Haskalá, y el proceso de la Emancipación. En breve espacio logra dar una visión panorámica del cambio que estos hechos produjeron en el mundo judío.

A través de sus páginas podemos visitar Monastir (Macedonia), Izmir (Turquía) y Salónica (Grecia) y a través de fotografías del antes y el después de estos lugares, apreciamos cómo se articulaba la vida de los judíos y su entorno, la vida comunitaria y, en especial, los pilares esenciales del judaísmo, como lo son la educación y la vida religiosa.

Así es como desfilan ante nuestros ojos imágenes de las calles de esos lugares distantes que vieron pasear a jóvenes y no tan jóvenes, establecerse algunos lugares comerciales y vivenciar una vida que, a juicio del autor, cito: “era tranquila: la convivencia entre judíos, cristianos y musulmanes era ejemplar, se relacionaban comercialmente sin conflictos y, a pesar de que vivían en sus respectivos barrios, no existían divisiones cerradas o guetos como en muchos otros lugares de Europa” (p. 30)

Las causas de la emigración producto de la crisis económica y las guerras mundiales se narran y grafican entre las páginas 85 y 102. Allí nos encontramos con rostros de judíos venidos desde otros países de Europa: Alemania, Austria Hungría y Polonia. Resiliencia es el término apropiado para calificar la conducta de estas personas que pudieron rehacer sus vidas, formar familias y crear comunidad en los lugares de llegada.

La parte introductoria finaliza con un apartado dedicado al djudezmo o ladino. El autor concluye esta parte lamentando la pérdida de este idioma, del cual se conservan solo palabras sueltas y algunas frases. Pero que, afortunadamente el día de hoy -según dice- parece renacer al incorporar ciertos rezos y bendiciones tanto en la sinagoga como en el hogar, y que están “reviviendo los mayores e incorporando en su rutina y con mucho entusiasmo los más jóvenes” (p. 105). Esta parte está documentada con cartas, postales y poesía donde apreciamos la grafía tanto latina como la hebrea y también los tradicionales caracteres rashi.

Temuco propiamente tal se inicia en la página 110 con el consejo de una madre judía a su hijo “bate fishiko a la Amerike. Ahinda biben otros munchos djidios como los muestros, hay mabulhana de familia, tu hermana, cuñados y amigos.

Bate por modo de que laburez duro, tengash berajá del Dío y ganes mabul de paras. Ansina mos mandash a bushkar y dumpues te arrezentas, te cazas, fazes famihia y engrandesez a tus fishos entre djente de la muestra”.

Esta madre djidía, aunque triste por la partida, deja ver la esperanza de una vida mejor, en donde su fishiko podrá iniciar una nueva vida, trabajar duro para obtener dinero suficiente no solo para enviar por la familia que dejó atrás, sino además asentarse y formar su propia familia.

Aunque ciertamente preocupada como toda madre judía, sabe que al lugar donde su hijo se dirige, ainda es lejos hay ya alguien que le espera y puede ayudarlo.

Ciertamente hubo otros en los que no ocurrió eso, y los recién llegados debieron abrir la ruta para los que habrían de venir más tarde, tal fue el caso de Alberto Levy, monastirlense que llegó a nuestro país en 1900 y trabajó como sastre cortador en la Sastrería Francesa.

Las cifras son halagüeñas en cuanto a lo demográfico, ya que según el censo de 1907 había solo 14 judíos en la Araucanía y, 12 años más tarde, el número era de 180 almas entre las que ya se contaban judíos askenazíes. Este capítulo está ilustrado con fotos del viaje por mar, boletos de barco, pasaportes, certificados médicos y recortes de diarios de la época, entre otros.

En breves acápites como El viaje y llegada a Temuco; Trayecto de Monastir-Génova-Valparaíso-Santiago- Temuco; Pasajes, pasaportes y noticias de los viajeros; la llegada a Chile y el recorrido hasta Temuco… constatamos que tal como el Dr. Cohen deja entrever a través de una profusa documentación, no fue fácil arribar al lugar de destino. En algunos casos una misma travesía incluyó barco, tranvía y tren, en otros, una mula para cruzar la cordillera. Pero mucho antes de emprender la nueva ruta, vivieron una verdadera odisea para tratar de conseguir visa que les permitiera ingresar al país.

En el capítulo judíos en otras localidades de La Araucanía (pp187-209) se documentan las localidades de Pucón, Nueva imperial, Traigén, Pitrufquen, Lautaro, Victoria, Angol y Cunco. Esta última, sede de una colectividad muy particular, el Centro Hijos de Sion, tema del que el investigador Profesor Günter Böhm escribió en la revista Judaica, el rabino Roberto Feldman basó su tesis rabínica y también fuera investigado por Oscar Pereira, alumno del Centro de Estudios Judaicos, exRector del Seminario Teológico Bautista y actual pastor de la comunidad Bautista de Ñuñoa.

Los inicios de la comunidad israelita de Temuco se encuentran entre las páginas 210 y 275. Entre avisos publicitarios de la primera época de la Comunidad, destacan los Estatutos del Centro Macedonio de Temuco, se encuentra el facsímil del bono de reconocimiento que firmaron los primeros integrantes del naciente Centro para la construcción de la primera sede, las páginas que recogen los nombres y las firmas de los socios fundadores del Centro (1916-1929), la creación de la Sociedad Hesed veemet, del Centro Sionista y actos tan importantes como la celebración de la -Declaración Balfour y la visita del GR de Macedonia en 1927, Shavtai Djӓen, oportunidad ésta que engalanó y revolucionó a la comunidad israelita de la época, y a la que dedicaron el número completo de la Revista Nosotros.

La alocución del GR acerca de la importancia de la educación y la responsabilidad que le compete a una comunidad al respecto, propició la creación del colegio hebreo en la ciudad. En la página 312 de la obra puede observarse el Reglamento del colegio, escrito en ladino de puño y letra por el GR.

El tema de la educación vuelve a retomarse más adelante, entre las páginas 307 y 325 y se despliegan ante nuestros ojos certificados de estudios, lista con notas, fotos de estudiantes, nombres de profesores y fiestas de despedida a los mismos. Seguido inmediatamente de una nota relativa a la Educación no judía (pp 326-342) donde también se despliega un gran material fotográfico y periodístico que incluye una fotografía de Gabriela Mistral con sus alumnas entre las que se cuentan 8 jóvenes judías.

Igualmente se destaca el primer y gran dolor debido al incendio de la Sede Comunitaria acaecido en septiembre de 1937 (p.251) y la noticia de su reconstrucción (1937) y posterior reinauguración (1938).

Fotografías de los distintos Directorios de la Comunidad, noticias y documentos de la Sociedad de Damas Israelitas y la creación de una filial de WIZO, celebraciones y homenajes al Estado de Israel, se encuentran entre las páginas 256-275.

Vida religiosa en Temuco se despliega en 30 páginas (pp 276-306): Allí se refiere a la mantención del nusaj “sefaradí ortodoxo hasta la década de los sesenta” (p 277), celebración de las fiestas más tradicionales y de shabatot. Ante nuestros ojos se despliegan fotografías de ceremonias de bar mitzvá, brit Milá y matrimonios realizados. Todas ellas ocasiones de júbilo para los miembros de la comunidad y una galería que muestra a líderes espirituales de la misma (p. 289)

En la génesis de la Sinagoga se vuelve a reconocer la importancia del GR Shavtai Djӓen como impulsor de su construcción, la que al parecer carecía de Séfer Torá según da a entender un recibo escrito de puño y letra de Don Salomón Rotter Presidente de Culto del Circulo Israelita donde se establece que el Centro Maghen David pagó $ 100 pesos por el arriendo de un Séfer Torá (p 279). Acorde a lo que aparece en el pie de la fotografía “El libro de la Torá (Pentateuco) aportado por el Circulo Israelita de Santiago a través del Centro Maghen David a la Singoga de Temuco para su inauguración, 1928”.

Muy tempranamente, el 16 de marzo de 1929 con la fusión de todas las instituciones judías de la ciudad, la Comunidad Israelita de Temuco se presenta como una comunidad afiatada, con sede, sinagoga, cementerio, escuela y socios comprometidos con el devenir de la misma.

Considero importante señalar que, no sin ¿dolor? el autor comenta que, debido a la emigración de miembros de la comunidad hacia la capital, y la influencia del movimiento conservador “sumado a una visión más liberal […] se introdujo, en la década de los 70, un estilo litúrgico reformado, en comparación con el original, que perdura con mucho esfuerzo y dificultad hasta la actualidad” (p. 277).

(Comparto su sentimiento… el nusaj tradicional sefaradí es hermoso, posee una cadencia musical especial y muestra una fuerza tal que hace que quien se encuentra presente en un servicio religioso se sume a los rezos movidos por esa musicalidad que surge de lo profundo del alma).

En Actividades juveniles (pp 343-371) encontramos nombres de las distintas agrupaciones que se formaron y fotografías de los participantes en las diferentes veladas artístico culturales y paseos organizados.

En Deportes destaca una noticia muy poco conocida, la existencia de la Unión Infantil Israelita Lord Balfour creada en 1931, y la destacada participación de miembros de la comunidad en campeonatos de ping-pong, deporte en el que destacaron y cuyos trofeos se muestran en la Sala de Directorio de la comunidad. (p.372-380). Aparece también la brillante actuación de David Israel que fue clasificado campeón de ping pong en Temuco e Isaac Navon en singles, en el torneo de tenis (no aparecen fechas).

La actividad comercial y profesional se presenta entre las pp 386-425. Y permite apreciar la amplia gama de actividades comerciales desarrolladas en la ciudad, como asimismo las distintas áreas profesionales escogidas por algunos de sus miembros.

Todo indica que no hay ni un solo campo de acción al que no pudieren acceder, lo que habla de integración y buenas relaciones con el medio.

Cumpleaños (pp 381-385), despedidas (pp 427-487), divididas en mujeres (pp 427-431), y hombres (pp. 433-439), matrimonios (440-487) son parte también de la vida comunitaria y Jacob Cohen la ilustra copiosamente.

Temuco después de los setenta es el tema de las páginas 488-500. Hay una introducción un tanto nostálgica previa a las imágenes, en donde el autor reconoce que ha habido un debilitamiento en casi todas las áreas desarrolladas a pesar de que se “continúan celebrando algunas de las festividades judías más reconocidas e importantes, y la liturgia de casi todos los días viernes en la noche” (p 488).

Es importante señalar que aquí vuelve a insistir en un hecho ya establecido con anterioridad y es que desde antiguo hubo “un debilitamiento de la educación judía sólida, junto con la decadencia de los aspectos religioso tradicionales: todos ellos venían debilitándose desde las comunidades de origen, especialmente las del Imperio Otomano…” (p. 488).

Un punto de inflexión importante para el autor lo constituyó la Alliance Israelite Universelle que impartía una educación más bien laica y el sentimiento patriótico sionista.

Mención especial merece, desde la perspectiva del aporte cultural, la existencia de medios de comunicación escritos y radiales. En lo personal y tal vez sea una sorpresa para muchos de los presente, yo ignoraba que la Radio La Frontera fue fundada por los hermanos de Mayo. Así aparece en una noticia publicada el 23 de agosto de 1939 (p.416). En la página 419 de este libro aparece el facsímil de la publicación Radiomanía, del año 1944, que se refiere a dicha radio del siguiente modo: Cito, “ Gracias al esfuerzo de los hermanos de Mayo, Radio La Frontera ha alcanzado un nivel de perfección que la coloca a la altura de muchas emisoras de la capital”. La programación era variada y de alta calidad. Un verdadero aporte a la cultura nacional.

Entre los medios escritos destacan Alma Hebrea, revista literaria y cultural que aparece por primera vez en el mes de julio de 1931, su contenido de alto nivel intelectual incluyó en uno de sus números una poesía de Pablo Neruda escrita especialmente para la revista e intitulada Colección Nocturna (p. 329). Del mismo modo Alejandro Flores escribió un poema que lleva por nombre Israel y que fue publicado en el número de noviembre del año 1933 (p. 352).

Pablo Neruda fue compañero de curso de algunos jóvenes de la comunidad, Gabriela Mistral fue maestra de algunas de las niñas judías de la ciudad.

De breve duración fue la Revista Mural, órgano oficial de la Unión de Jóvenes Judíos (UJJ) y de tan solo un número, publicado el 1° de abril de 1933, El Israelita, La patria israelita (1920), la revista Nosotros 1 (1927) y La Mañana.

Lo anterior nos demuestra que, a través de la cultura, los jóvenes judíos de Temuco luchaban contra la amenaza de la asimilación y destacaban la importancia de la mantención de los ideales judíos y el nexo con Eretz Israel por medio de una nutrida actividad sionista y la celebración de hitos importantes como la Declaración Balfour o Yom hatzmaut.

No es posible abarcar en corto tiempo el contenido total de la obra que hoy se presenta y pudiere ocurrir que algún tópico haya quedado flotando en el limbo, pero, afortunadamente, permanece en el texto, como permanecerá negro sobre blanco en las 514 páginas de esta obra, en palabras e imágenes, la historia de los judíos en la Araucanía.

Permítanme decir que, en lo personal, fue grato y emotivo la lectura de esta obra y tener la oportunidad de ver las fotografías del Tío Mois, de las hermanas Cohen con sus padres Anita y Alberto o de las Familias Fink y Gejman, miembros de la filial Pacífico de B’nai B’rith a la que pertenezco. Muchos de los judíos de La Araucanía llegaron desde tierras lejanas a afincarse, en distintos tiempos y por no tan diferentes circunstancias, a Temuco.

La presente obra es la continuación de una historia de amor a la que Jacob Cohen dio inicio con la Historia de los judíos en Temuco para continuar con este magnífico libro, trascendental acopio de material fotográfico y documental de la judería “del fin del mundo” Memoria e Historia forman parte de la identidad de las personas, de las comunidades y de los pueblos y el nuestro, el pueblo judío lo sabe muy bien y lo tiene grabado en su ADN: Zajor lo tishkaj es la premisa que aparece tempranamente en el Libro de los Libros, nuestra Torá, transmitida oralmente de generación en generación, gracias a la memoria portentosa de los narradores, verdaderos custodios de la memoria histórica y la tradición, que traspasaron primero de boca a oído y más la plasmaron en pergamino.

Jacob Cohen es el celoso custodio de la memoria de la Comunidad judía de Temuco. Gracias a su esfuerzo y trabajo constante, las generaciones venideras podrán saber de dónde vinieron sus antepasados, cómo hicieron para llegar a este apartado rincón del mundo, cómo se gestó la comunidad y cuales han sido las vicisitudes por las que ha pasado esta centenaria comunidad.

No todos los días se tiene la posibilidad de tener en las manos una obra de esta envergadura, verdadero rescate de la historia de una comunidad cuya importancia en la historia del judaísmo chileno es innegable. Como también es muy difícil encontrar a 1 En 1929 la revista nosotros en su número de julio recordaban la fiesta de la Albasha en Monastir.

Una persona que, no siendo historiador, roba tiempo a su profesión e incluso a su familia, para dedicarse con paciencia, ahínco y meticulosidad a rastrear las raíces y perpetuar la memoria de la Comunidad de la que proviene, imprimiendo para la posteridad su historia a través de fotografías y documentos del antes y el ahora, y permitiendo ver el transcurso de los años a través de algunos de sus miembros.

Una persona que realiza este trabajo sin esperar nada a cambio, solo por amor a sus raíces y tradición, merece reconocimiento y agradecimiento por su desinteresada labor.

Amigos, Memoria e Historia van de la mano y necesitan de nosotros, debemos cultivarlas y resguardarlas. Como pueblo lo hemos hecho: en Israel se encuentra el Archivo Central de la Historia del Pueblo Judío; en muchas localidades se han creado Archivos y Museos con la finalidad de resguardar la documentación que permitirá preservar la memoria para que la historia no se olvide. Chile no se ha quedado atrás, tiene su propio Archivo Histórico del Judaísmo Chileno.

Repito, Memoria e Historia son la base de la identidad judía y nosotros, los judíos chilenos tenemos la obligación de cultivarlas y transmitirlas.

Jacob Cohen lo ha hecho magníficamente, y en forma totalmente desprendida: una vez que ha plasmado la historia de la comunidad en sus dos magníficos trabajos, desinteresadamente, se ha desprendido del material documental y fotográfico para que estos sean preservados y resguardados de acuerdo a los estándares internacionales y estén disponibles para futuros investigadores, actitud que el Archivo Histórico del Judaísmo Chileno valora y agradece al tiempo que anhela encontrar personas que emulen su ejemplo a fin de evitar pérdidas que más tarde habremos de lamentar.

Last but not least, desde acá, felicito y agradezco a Jacob Ergas y familia que hicieron posible la publicación de esta obra que constituye un verdadero legado no solo a la comunidad judía sino a la sociedad chilena toda.

Este no es un coffee table book, así es que a los presentes les animo a leerlo, a buscarse entre sus páginas, a reconocerse en ellas y ayudar en caso de poder hacerlo, a identificar a aquellos que no pudieron serlo. Pero, por sobre todo, les animo a bucear en su propia historia y rescatar sus raíces y ¿por qué no decirlo? Compartir ese tesoro familiar con nuestro Archivo para que juntos podamos rescatar la historia de los judíos de Chile aportando de este modo a la historia de nuestro país.

(*) Presentación de la académica Ana María Tapia en el acto de lanzamiento del Libro del Dr. Jacob Cohen “ Judíos en la Araucanía “ realizado el 16 de octubre de 2016.

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