La complicada relación de Fidel Castro con los judíos y el Estado de Israel

Israel

Esti Peled para Agencia de Noticias Enlace Judío México

En sus últimos años, el líder cubano incluso logró sorprender al primer ministro Benjamín Netanyahu. En una entrevista realizada en 2010, el anciano y enfermo cubano, que había dejado de ser líder del Estado caribeño cuatro años antes y murió el viernes a los 90 años de edad, declaró que reconocía la existencia de Israel. Al mismo tiempo, criticó la negación del Holocausto y dijo que la religión y la cultura judía ha sostenido a los judíos como una nación ante 2.000 años de persecución y pogroms.

El primer ministro israelí se apresuró a alabar a Castro, diciendo que sus comentarios mostraban un profundo entendimiento de la historia del pueblo judío y el Estado de Israel. Por su parte, el entonces presidente Shimon Peres escribió que los inesperados comentarios de Castro eran un puente entre “la difícil realidad y un nuevo horizonte”. Sin embargo, las relaciones diplomáticas entre ambos países no se restablecieron tras la ruptura de Cuba en 1973.

Este acercamiento entre los países fue temporal. Cuatro años más tarde, Castro volvió a su enfoque anterior, acusando a Israel de involucrarse en una conspiración estadounidense para el ascenso del grupo del Estado islámico. Netanyahu y Peres decidieron no responder esta vez.

En un principio, ambos países mantuvieron buenas relaciones. Poco después del ascenso de Castro en febrero de 1959, Israel abrió una oficina diplomática en La Habana encabezada por el diplomático Joel Barromi.

“La gente en La Habana se sentía liberada», dijo Barromi en una entrevista con Haaretz hace una década. “Los primeros días fueron una locura … nada era normal entonces. Tenía la sensación de formar parte de un importante acontecimiento histórico que me recordó la Guerra de Independencia de Israel,” agregó el diplomático, fallecido en 2012.

En 2014, la especialista latinoamericana Margalit Bejarano escribió sobre las relaciones amistosas que forjaban ambos gobiernos en su momento. Bejarano explicó que inicialmente los líderes cubanos mostraron gran admiración por el espíritu pionero de Israel y veían al kibutz como un modelo digno de imitarse. Varios de estos líderes incluso habían recibido sus primeras lecciones de marxismo de los judíos.

En 1960, un alemán judío llamado Richard Wolf (Ricardo Lobo Subirana), quien ayudó a Castro a derrocar al dictador cubano Fulgencio Batista, fue nombrado embajador de Cuba en Israel. En esa época, expertos agrícolas del Movimiento Kibutziano fueron enviados a Cuba con la participación del Ministerio de Relaciones Exteriores de Israel y el apoyo de una asociación de relaciones entre Israel y Cuba.

Wolf se mantuvo en su cargo hasta que Cuba rompió relaciones con Israel en 1973, y no volvió a su país. Wolf y su esposa fundaron la Fundación Wolf, que hasta el día de hoy otorga el Premio Wolf en Artes y Ciencias.

El hecho de que Cuba e Israel estuviesen en lados opuestos durante la Guerra Fría contribuyó al deterioro de las relaciones bilaterales. La actitud de Cuba hacia Israel declinó a lo largo de los años, mientras desarrollaba vínculos más fuertes con países como Egipto, Libia y Argelia y la Organización para la Liberación de Palestina encabezada por Yasser Arafat.

Entre 1967 y 1973, Cuba votó contra Israel en diversos foros internacionales criticando al país. En septiembre de 1973, Castro anunció repentinamente que rompía relaciones con Israel, en tanto que buscaba ser elegido presidente del Movimiento de los No Alineados, hostil al Estado judío. En 1975, Cuba apoyó la notoria Resolución 3379 de las Naciones Unidas, que calificó al sionismo como una forma de racismo. “El gobierno de Cuba no cuestionaba el derecho del Estado de Israel a existir, pero condenaba su política de ocupación,” afirmó Bejarano en 2014.

Pese al deterioro de las relaciones con Israel, el gobierno cubano mantuvo una actitud respetuosa hacia su propia comunidad judía y trabajó para combatir las manifestaciones de antisemitismo, aunque la gran parte de los 15,000 judíos de Cuba abandonaron el país cuando Castro tomó el poder, y a pesar de la ideología comunista atea de Cuba.

Barromi, quien se reunió con Castro en varias ocasiones, relató más tarde que el líder cubano distinguía entre los judíos cubanos y el Estado de Israel, aún cuando apoyaba a los líderes árabes que luchaban contra Israel.

El cambio se dio en los años noventa tras de la caída del comunismo y la desintegración de la Unión Soviética, que a su vez obligó a Cuba a mostrar una mayor flexibilidad y apertura para poder sobrevivir económicamente.

Como resultado, se desarrollaron vínculos informales entre Israel y Cuba – con lazos comerciales en áreas de bienes raíces, agricultura, industria y turismo en parte debido a la participación de Rafi Eitan, ex oficial de inteligencia del Mossad y ministro del gabinete, además de la actividad del Comité para la Distribución Conjunta con la pequeña comunidad judía que permaneció en Cuba.

En 1994, el Gran Rabino Ashkenzí Israel Meir Lau, visitó Cuba y se reunió con Castro para discutir la situación de la comunidad judía local. Lau pidió a Castro que aprobara la importación de carne kosher, pero el líder cubano rechazó su petición.

Castro respondió: “He dicho que estoy luchando contra el fenómeno del antisemitismo en mi país.¿Quiere usted que mi pueblo sea antisemita? ¿Si asignamos 150 gramos de pan al día, los judíos en Cuba tendrán carne? El pueblo cubano los odiará, los envidiará tremendamente y saqueará sus hogares. Si importa carne kosher para los judíos, usted mismo creará el antisemitismo que he estado evitando.”

 

Fuente: Haaretz / Ofer Aderet

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