110 años de vida judía organizada en el país: “Chekalaka, chekalaka, chau, chau, chau…”

110 años CJCH, Chile

Concepción, la ciudad en la que nací, estudié y crecí hasta los 26, reemplazándola luego por Temuco, donde formé familia, y Santiago, cuenta con una activa aunque pequeña comunidad que hasta hoy proporciona satisfacción a las necesidades del ciclo de vida judía de sus familias miembros.

En la década de los cincuenta, el Centro Sionista “Dr. Epstein” -su nombre original- registró la existencia de un importante y comprometido grupo de 40 jóvenes algunos de los cuales formando parte del Ken Bnei Zion de Hashomer Hatzair, viajaron a radicarse a Israel.

La Hajshará, en las cercanías de Santiago, se convirtió en el escenario para la preparación de este proceso de sionismo realizador, además de las majanot de verano donde todos pronunciábamos la tradicional “oración” antes de cada comida:

“Chekalaka, chekalaka,
chau, chau, chau
Bumbalaka, bumbalaka, bau, bau, bau
Comamos lo que haya
Que el hambre de nos vaya
Que viva la papita
Que llena la guatita.
Chekalaka, chekalaka, chau, chau,chau
Bunbalaka, bumbalaka, bau bau, bau
¡Beteavón!”.

Este texto, según Irene Stoliar en su libro Los Shomrim de los Andes, que a cualquier lector ingenuo podría talvez sugerirle un mensaje cifrado en el mejor de los casos, o una larga serie de errores gramaticales o tipográficos en otros, es ampliamente conocido por todos los jóvenes que en algún momento de sus vidas pasaron por las filas de Hashomer Hatzair. Agrega que desde los remotos tiempos del legendario Judengruppe hasta el presente, los educandos del movimiento lo repiten semana a semana antes de compartir la comida.

Para Irene Stoliar, el Chekalaka, al que califica de “mágico conjuro” se ha preservado escrupulosamente, sus palabras casi no se han modificado, sus cambios han sido mínimos, y rastreando sus orígenes se cree podría tratarse de la metamorfosis de una canción jocosa alemana conocida por los miembros del movimiento juvenil Werkleute cuyo texto al llegar a nuestro continente sufrió un proceso de chilenización. Esta contagiante canción, adquirió carta de ciudanía sudamericana, según Irene, y se arraigó rápidamente entre la cordillera y el Océano Pacífico, como parte inseparable de la evolución del movimiento y en su sello distintivo.

El Ken penquista se formó como filial de Hashomer Hatzair en 1946 y según Günter Seelmann, médico de profesión, nacido en Alemania y quien pasó su adolescencia en Concepción , tuvo por finalidad “organizar a los niños y jóvenes de la comunidad judía en torno a los ideales sionistas- socialistas con la meta kibutziana… Sus actividades complementadas con clases de hebreo y de historia judía, consistieron en la celebración de las fiestas judías, seminarios sobre la temática judeo-sionista, actividades recreativas y eventos deportivos, y en los veranos se participaba en las majanot junto a los santiaguinos”. El Ken, que tuvo entre sus dirigentes más destacados a Milo y Toly Hoffman, dejó de funcionar tras 15 años de vida plena.

 

Por Marcos Levy

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