La traición de Obama

Artículo de Hasbará

Por Jonathan S. Tobin
Editor jefe online de la revista Commentary.

«Aunque algunos, nada ingenuamente, sostendrán que el presidente está tratando de salvar a Israel de sí mismo, la votación en Naciones Unidas ha de verse como lo que es. Liberado de restricciones políticas, el presidente finalmente ha revelado su auténtica faz arrojando Israel a los lobos en Naciones Unidas, de cuya cultura forman parte integral el antisemitismo y el antiisraelismo».

Al final, nada ha podido impedir que el presidente Obama disparara una última vez contra Israel. Pese a la súplica del Gobierno israelí y a la advertencia de su sucesor de que impedir el veto a una resolución tendenciosa de la ONU sobre Oriente Medio sería tremendamente injusto y objeto de repudio inmediato, la Administración ha roto con décadas de política norteamericana y se ha abstenido en una resolución que condena los asentamientos israelíes, abandonando así al Estado judío ante sus enemigos en el Consejo de Seguridad de la ONU.

La referida resolución considera ilegal la presencia judía en cualquier parte de la Margen Occidental o en las zonas de Jerusalén que fueron ocupadas por Jordania entre 1949 y 1967. Y convierte en forajidos internacionales a los cientos de miles de judíos que viven en esos lugares de la patria ancestral judía. La excusa esgrimida por EEUU ha sido que el auge de la construcción en los territorios y en Jerusalén pone en peligro las posibilidades de llegar a una solución basada en la existencia de dos Estados, uno palestino y otro judío. Pero, como advertí cuando se pospuso la votación de la resolución, eso es una filfa. La razón por la que no se ha implantado una solución de dos Estados es que los palestinos han rechazado en repetidas ocasiones la estatalidad, incluso cuando las ofertas les conferían casi toda la Margen Occidental y parte de Jerusalén. La construcción de más viviendas en lugares que incluso Obama admite que Israel retendría tras la firma de un tratado de paz no es un obstáculo para la paz si los palestinos quieren un Estado. Lejos de alentar la paz, la nueva resolución no hará más que cebar la intransigencia palestina y su repetido rechazo a negociar con Israel. También acelerará el apoyo a los esfuerzos por librar la guerra económica contra Israel mediante el movimiento BDS (Boicot, Desinversiones y Sanciones).

Esta puñalada de última hora en la espalda del único aliado democrático de EEUU en Oriente Medio no hará sino alentar al presidente electo, Donald Trump, a cumplir su promesa de trasladar la embajada de EEUU en Israel de Tel Aviv a Jerusalén y hacer ver al mundo que la nueva Administración no sólo repudia la traición de su predecesor, sino que hará que esa alianza sea más fuerte que nunca.

Habrá que esperar hasta que Barak Obama abandone la Casa Blanca, el próximo 20 de enero. En el entretanto, los demócratas amigos de Israel deberían disculparse por ocho años de justificaciones y racionalizaciones a cuenta de la creciente hostilidad de Obama hacia el Estado judío. Aunque algunos, nada ingenuamente, sostendrán que el presidente está tratando de salvar a Israel de sí mismo, la votación en Naciones Unidas ha de verse como lo que es. Liberado de restricciones políticas, el presidente finalmente ha revelado su auténtica faz arrojando Israel a los lobos en Naciones Unidas, de cuya cultura forman parte integral el antisemitismo y el antiisraelismo.

Ha llegado la hora de que quienes se negaban a ver el daño que ha hecho el presidente a la alianza EEUU-Israel admitan su error. Pero para la comunidad proisraelí en su conjunto, una coalición en la que confluyen republicanos y demócratas, conservadores y progresistas, es un momento de rabia al que afortunadamente seguirá una firme determinación de trabajar junto con el próximo presidente para reparar el daño causado por Obama.

© Versión original (en inglés): Commentary
© Versión en español: Revista El Medio

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