La Resolución 2334 del Consejo de Seguridad de la ONU y una estrategia para Israel

Israel

JAI – Por Amos Yadlin (INSS) – La Resolución 2334 del Consejo de Seguridad es un duro final para ocho años de un proceso político congelado entre Israel y los palestinos.

Extremadamente problemática tanto para Israel como para el proceso de paz, la resolución es el resultado de una estrategia palestina que prefiere lidiar con Israel dentro de las instituciones internacionales en lugar de hacerlo a través de negociaciones, y de las políticas y los comportamientos problemáticos tanto frente a la administración Obama como en el gobierno de Netanyahu. Los dos líderes han premiado diplomáticamente a los palestinos y así a los palestinos se les quito de encima cualquier responsabilidad por el estancamiento en el proceso de paz mientras recibían una fuerte bonificación política por parte de la comunidad internacional.

Con la nueva administración estadounidense, Israel haría bien en demostrar su compromiso con la viabilidad futura de dos estados, implementando acciones para generar cambios frente a las tendencias actuales. Israel puede iniciar acciones que fomenten la construcción de instituciones palestinas funcionales y la expansión de un autogobierno palestino, hacia el establecimiento de un sistema económico palestino estable y la construcción de infraestructuras que permitan la libre circulación. Todo esto como base para un estado palestino, una vez que las condiciones para su establecimiento se materialicen.

 

Obama y Netanyahu premian a los palestinos

La Resolución 2334 del Consejo de Seguridad es un duro final para ocho años de un proceso político congelado entre Israel y los palestinos. Es el resultado de una estrategia palestina que prefiere lidiar con Israel dentro de las instituciones internacionales y no a través de negociaciones y conductas políticas problemáticas tanto frente a la administración Obama como frente al gobierno de Netanyahu. Esta resolución del Consejo de Seguridad lleva al proceso de paz, el cual aspira a una solución de dos estados, a su punto más bajo desde el 2008. El Presidente Obama y el Primer Ministro Netanyahu han provocado una severa avalancha política y una resolución que es extremadamente problemática para ambos, tanto como para Israel como para el proceso de paz. Obama, en una acción anti-israelí grave, perjudicó al aliado más firme de los Estados Unidos en el Medio Oriente, mientras que Netanyahu se aferraba a un acercamiento miope con la administración estadounidense. Como resultado, a finales del 2016, juntos les otorgan a los palestinos un premio diplomático mientras que los palestinos, de esta manera, quedaron libres de toda responsabilidad por el estancamiento en el proceso de paz mientras recibían un fuerte incentivo político por parte de la comunidad internacional.

Israel está pagando por la problemática y errónea manera de leer el sistema político norteamericano y global, por parte de Netanyahu, durante los últimos años. Netanyahu depositó sus esperanzas en el Congreso, el mismo Congreso que, según la constitución estadounidense, no logró impedir un acuerdo nuclear con Irán o imponer su veto en el Consejo de Seguridad. El primer ministro se mostró reacio en diferenciar entre los asentamientos judíos aislados en Cisjordania y los bloques de asentamientos y los vecindarios judíos en Jerusalén Oriental. Sin embargo, un entendimiento tácito sobre el congelamiento a las construcciones al este de la barrera de seguridad hubiese dificultado que Obama se abstuviera ante una propuesta perjudicial de la ONU para Israel. En cambio, la conducta del gobierno israelí respecto al proyecto de ley que regula los asentamientos (Jok Hahasdará); el retraso en evacuar Amona; y las afirmaciones de un derecho a anexarse el Área C fueron todos factores claves que obligaron a la administración Obama a abstenerse de imponer un veto a la problemática propuesta de resolución. La incongruencia entre el discurso de Netanyahu ante la Asamblea General en septiembre pasado acerca de su visión del “fin de la mayoría automática contra Israel en las Naciones Unidas” y el amplio voto contra Israel el 23 de diciembre de 2016 atestigua la incorrecta manera del Primer Ministro en leer la realidad internacional. Este mal entendimiento es particularmente notable dado que la resolución no puede ser descartada como un reflejo anti-Israel de las Naciones Unidas sino que es, más bien, un voto amplio por parte de todos los amigos más cercanos a Israel, incluyendo a su “aliado” más reciente, Rusia.

La imagen espejo de la incorrecta postura de Netanyahu sobre la situación es la expirada lectura por parte de la administración Obama sobre la opinión pública israelí y del sistema político israelí, así como también el fracaso de la administración en examinar la validez de sus suposiciones básicas en la promoción de una solución a la disputa.

La incapacidad del gobierno de Obama para discernir que existe un sólido consenso en Israel en apoyo a los bloques de asentamientos y a los vecindarios judíos en Jerusalén Oriental y que el público israelí no está preparado para incurrir en los mismos riesgos de seguridad que asumió en el pasado, se hallaba en el meollo en el intento de socavar a Netanyahu – que finalmente logró el resultado opuesto. Además, el desprecio de Obama por la carta de Bush a Sharon en abril 2004 y los parámetros de Clinton, que reconocieron que los bloques de asentamientos estarían en territorio israelí, despertaron suspicacias en Israel respecto a la administración Obama y sus intenciones.

Atribuirle la mayor parte de la culpa a Israel por la falta de progreso hacia una solución de dos estados y colocar el peso sobre el tema de los asentamientos, mientras ignoran la importante contribución de los palestinos al estancamiento en el proceso político (los palestinos son la parte que no aceptó los principios del marco al acuerdo redactado por el Secretario de Estado John Kerry), todos esto bloqueaban gravemente la capacidad de la administración Obama para promover el proceso de paz. Con esta acción del Consejo de Seguridad, la administración Obama “concluyó” un legado problemático de fracasos en el Medio Oriente, incluyendo su postura de parálisis a la destrucción en Siria; La incapacidad de derrotar al Estado Islámico; La creación de un vacío en la región que permitió que Rusia e Irán llenaran el vacío y una serie de crisis de confianza entre la administración y sus aliados en la región.

Al no vetar, la administración Obama les otorgó un valioso premio a los palestinos por su negativa a entablar negociaciones directas con Israel y socavó gravemente las posibilidades que las negociaciones bilaterales entre las partes se reanuden en cualquier momento en un futuro previsible. Los palestinos no pueden permitirse o presentar una postura más moderada que la del Consejo de Seguridad o cuestionar que la respuesta a sus demandas vendrá de la ONU en lugar de negociar con Israel.

 

Por su parte, Israel no puede sentarse en la mesa de negociaciones en condiciones de una demarcación predefinida de las fronteras del futuro estado palestino. En lugar de retirarse de las zonas a “límites seguros y reconocidos”, de acuerdo a la Resolución 242, Israel tendrá como barrera los límites de 1967, incluyendo a Jerusalén Oriental, como su punto de partida. Reflejando la grieta entre el gobierno israelí y la Casa Blanca, la administración Obama no se esforzó por coordinar sus posturas con Israel o tratar de suavizar la Resolución 2334 y por consiguiente neutralizar los obstáculos inherentes a la resolución para renovar las negociaciones y logros a una solución de dos estados.

 

Amenazas planteadas por la Resolución 2334 a Israel

En términos de Israel, el enfoque de la Resolución 2334, según el cual “el Muro de los Lamentos es similar al asentamiento Yitzhar”, o “el vecindario Ramot en Jerusalén es igual al asentamiento Elon Moreh”, elimina cualquier posibilidad de negociación hacia un arreglo de dos estados.

La resolución recompensa la obstinación palestina, la estrategia palestina de evitar negociar con Israel y la expectativa que la arena internacional dicte los parámetros para el acuerdo. Por lo tanto, la resolución alentará a los palestinos a adherirse a su negativa de regresar a la mesa de negociaciones y mostrar la flexibilidad requerida en cualquier negociación genuina.

La resolución aumentó el riesgo que a los israelíes en ciertos escalafones políticos y militares se les enjuiciará ante la Corte Penal Internacional en La Haya. Será difícil llevar a cabo negociaciones de paz en una atmósfera de “caza legal de brujas” a los líderes y comandantes israelíes.

El movimiento de deslegitimación y el boicot a Israel se fortalecerán y recibirán estímulo moral y político, lo que se traducirá en medidas legales, políticas, públicas y económicas.

La resolución coloca el tema israelí como un punto de discordia entre los demócratas y republicanos estadounidenses y amenaza el longevo apoyo bipartidista de Estados Unidos a Israel.

La resolución daña la disuasión israelí, ya que una parte significativa de esta tiene como base la alianza estratégica con los Estados Unidos y su apoyo a Israel.

El informe sobre los temas a los cuales se hace referencia en la resolución, que el Secretario General de las Naciones Unidas debe publicar cada tres meses, garantizará una preocupación constante por estos temas a expensas de temas más importantes y alimentará una continua campaña antiisraelí.

Al mismo tiempo, la Resolución 2334 no fue aprobada de conformidad con el Capítulo 7 de la Carta de las Naciones Unidas y, por lo tanto, no le permite a la ONU imponer sanciones y otras medidas prácticas contra Israel sin otra resolución. Uno puede evaluar que la nueva administración en los Estados Unidos, más favorable a Israel que la administración Obama, vetará cualquier intento de aprobar resoluciones conforme al Capítulo 7.

 

¿Qué debería hacer Israel?

En los últimos días del 2016 es más importante mirar hacia delante que emprender un análisis retrospectivo de los acontecimientos que condujeron a la Resolución 2334. Los preparativos deben hacerse con el objetivo de minimizar el impacto negativo de esta resolución y formular una propuesta más adecuada para Israel, considerando la difícil situación política que esta resolución ha creado.

A corto plazo, los sentimientos de ira, insultos, traición y rabia, aunque sean entendibles, no son base adecuada de una política juiciosa y eficaz. Incluso si es importante que se exija un precio a la Autoridad Palestina (que inició esfuerzos hacia esta resolución), la reacción israelí debería ser suspendida hasta el 20 de enero de 2017, cuando el Presidente Donald Trump entre a la Casa Blanca. Una amplia anexión de territorios no sería prudente en ningún caso y sería un error que profundizaría el aislamiento de Israel, o llevaría a medidas más severas en su contra.

Del mismo modo, las respuestas políticas y diplomáticas deben ser suspendidas hasta después de la toma del poder de la administración Trump. Las medidas extremas son perjudiciales y sólo sirven para intensificar el aislamiento político de Israel. De esta manera, el ataque del primer ministro contra los estados que apoyaron la resolución es una respuesta precipitada e innecesaria. No es del interés de Israel el “auto infligirse con ningún BDS”, que irónicamente sería mucho más efectivo que cualquier actividad emprendida hasta la fecha por el movimiento BDS. Por otra parte, fortalecer los vecindarios de Jerusalén y los bloques de asentamientos, el estimular la reubicación de la embajada de los Estados Unidos en Jerusalén y el reconocimiento del estatus actual de las Alturas del Golán pueden ser medidas de acción que Israel pudiera coordinar con la llegada de la nueva administración Trump.

 

Tres suposiciones deberían ser base de la estrategia a largo plazo por Israel:

El gobierno de Trump será mucho más amistoso con Israel y será posible alcanzar entendimientos con este que fueron rechazados consistentemente por la administración Obama.

Cualquier regreso a la mesa de negociaciones es imposible debido a la obstinación palestina, en particular porque la elaboración de un acuerdo final comprensivo no fue factible hasta ahora (no con la Autoridad Palestina y ciertamente no con Hamas) y esto será aún más difícil de lograr, ahora que se ha aprobado la Resolución 2334. Se espera que la resolución radicalice aún más las posturas de los palestinos y refuerce el consenso público israelí sobre la necesidad de fortalecer los vecindarios judíos en Jerusalén y en los bloques de asentamientos.

Sin embargo, el estatus quo no es bueno para Israel y debe iniciarse un cambio que preserve la factibilidad de una solución de dos estados, pero que lo lleve de una manera viable bajo las circunstancias actuales. Israel debe proceder hacia la separación de los palestinos de una manera controlada, cautelosa y paciente que protegerá sus intereses como un estado judío democrático, seguro y justo y que restaurará su postura política y ética en el mundo.

Basándonos en estos supuestos, sería aconsejable que Israel adoptara una estrategia proactiva que esté basada en entendimientos con los Estados Unidos. Israel pudiera presentar una propuesta a la administración Trump para una iniciativa israelí proactiva que implique acciones prácticas con el fin de darle forma a una realidad mejorada. Israel debe resistir con éxito las afirmaciones que los asentamientos son el obstáculo para la paz, diferenciando entre los bloques de asentamientos y los puestos avanzados aislados; es en las últimas áreas donde la construcción debe ser congelada.

Tomando una perspectiva más amplia, sería aconsejable que Israel demostrara su compromiso con la viabilidad futura de dos estados, implementando acciones que generen cambios en las tendencias actuales. Dentro de este ámbito, sería correcto que Israel iniciara acciones que alienten la construcción de instituciones palestinas funcionales y la expansión del autogobierno palestino, hacia el establecimiento de un sistema económico palestino estable y la construcción de una infraestructura que permita la libre circulación, todo esto como base para un estado palestino, una vez que las condiciones para su establecimiento se materialicen.

Es fundamental obtener el apoyo de los países árabes pragmáticos a fin de realizar esta política, respaldada y dirigida por la administración Trump. Naturalmente, este cambio de política también tendrá repercusiones en la arena política dentro de Israel y, en este sentido, sería aconsejable que el primer ministro frene las tácticas extremistas de aquellos de extrema derecha que recientemente dictaron las acciones de su gobierno a través de medidas legislativas y políticas que socavan la postura de Israel en el arena internacional.

Estados Unidos es el más importante y, a veces, el único aliado de Israel. Es fundamental que Israel no se deje arrastrar hacia una disputa republicano-demócrata y que una vez más logre el apoyo bipartidista. También es importante restablecer la confianza entre los dos países y principalmente entre sus líderes – confianza que fue violada por ambas partes durante los mandatos de Obama y Netanyahu. Es necesario reanudar el seguir cementando las bases para unas relaciones especiales y fuertes entre Israel y los Estados Unidos, que garantizará los intereses vitales de ambos países.

 

Fuente: Hatzad Hasheni

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