Discurso Shai Agosin en la Tefilá por Chile
Chile, COMUNIDAD

“Puede ser que me pregunten con qué República sueño. Les contestaré: con una República independiente, libre, democrática; con una República económicamente próspera y, al mismo tiempo, socialmente justa. En otras palabras, con una República humana que sirva al hombre y por ello pueda esperar que el hombre le sirva también a ella. Con una República de hombres cultos, ya que sin ellos no sería posible resolver ni uno solo de nuestros problemas humanos, económicos, sociales y políticos.”
Esas palabras del intelectual y ex presidente checo, Václav Havel, me marcaron cuando era adolescente. Al igual que ese gran pensador, entonces soñaba con un país de esas características… Y lo sigo haciendo. Pero ya no se trata sólo de ilusiones. Les agradezco a ustedes mujeres y hombres líderes de nuestro país por soñar de la mano de Havel y por trabajar y luchar por la democracia, la libertad y el bienestar de cada uno de nosotros, nuestras familias y comunidad.
De dónde vienen estos sentimientos… Déjenme retroceder más de un siglo…
La noche del 19 de junio de 1909, el barco a vapor Oropesa se acercaba a las costas de Valparaíso. Repentinamente a lo lejos se vio una luz, después otra y otra… Desde la cubierta los pasajeros observaban en silencio ese maravilloso espectáculo: esas luces simbolizaban la libertad, la esperanza, la acogida por parte de una nueva patria. En ese barco venía mi bisabuelo, Isaac Smirnoff, que más tarde se convertiría en fundador de la Comunidad Judía de Valparaíso. Isaac, sus padres y seis hermanos, como miles de otras personas, escaparon de los progroms contra los judíos en la Rusia zarista.
Esta pequeña historia es la misma que vivieron miles de inmigrantes que llegaron a nuestra tierra en busca de un nuevo hogar. Así, fue el caso de dos mil españoles que arribaron a bordo del Winnipeg el 3 de septiembre de 1939 escapando de la Guerra Civil Española. Y de tantos otros…
En la última década, además, nuestra nación se ha convertido en un punto donde inmigrantes de todas partes del mundo quieren asentarse. Según el informe Coyuntura Económica en América Latina y el Caribe, de la Cepal, y la Organización Internacional del Trabajo (OIT), Chile es el país de Latinoamérica donde más han aumentado los inmigrantes en los últimos años. Entre 2010 y 2015, la población de inmigrantes creció, en promedio un 4,9% por año.
Nuestro país está construido por esas personas, que han llegado en distintas épocas, por diversos medios, por diferentes motivaciones. Algunos escapando de tiranías, persecuciones y genocidios; otros solamente buscando una vida mejor o más oportunidades laborales. Pero todos con un denominador común: ser parte de Chile y aportar a su comunidad.
Justamente, esa unidad es lo que se celebrará en unas horas más cuando se dé inicio al 18 de septiembre. Entonces, se conmemorará la primera Junta Nacional de Gobierno, que tuvo lugar en 1810, y fue el punto de partida de la independencia de Chile.
Una nación nueva que nacería gracias a los pueblos autóctonos y foráneos: a los mapuches, españoles, mestizos, hombres y mujeres de diferentes lugares del planeta.
La fuerza de esa fusión y la riqueza de lo diverso fueron factores claves para alcanzar la libertad como país. Esa misma multiculturalidad y heterogeneidad nos acompaña, engrandece, dignifica hasta la actualidad.
Debemos recibir a los recién llegados con los brazos abiertos y asegurar que tengan un trato digno e igualitario, como les sucedió a nuestros antepasados que arribaron desde Europa, escapando de la barbarie nazi o de los progroms rusos y fueron acogidos por un Chile solidario.
Sin embargo, en el último tiempo, no siempre ha sido la tónica. En nuestras calles, pueblos, ciudades se han levantado grupos autodenominados “nacionalsocialistas”, que incitan al odio contra los extranjeros, los judíos y las minorías de todo tipo.
De hecho, como comunidad conocemos el intento de pequeños grupos por instalar un sentimiento anti judío en la sociedad. Aunque ellos aseguran que sólo se trata de antisionismo, no cabe duda de que es el nuevo antisemitismo: son dos caras de la misma moneda. Nuestra relación milenaria con Israel es innegable y nos enorgullece.
En Chile, en nuestros hogares y colegios tenemos que educar a nuestros hijos para que amen, respeten y valoren lo diverso. A nivel público, debemos rechazar con fuerza todo tipo de manifestacion contrario al respeto de la diferencia y garantizar que en nuestro país no exista espacio para la intolerancia.
Hace justo 10 dias, se produjo un hecho historico para Chile, nuestra presidenta envio al congreso la Ley Contra La Incitacion a la Violecia, lo prometio y lo cumplio, por eso…muchas gracias presidenta. Ahora debemos redoblar los esfuerzos para que este proyecto se convierta en Ley de la Republica, para esto convoco a nuestros parlamentarios a ser parte de este importante hito.
Con estas acciones podemos aportar un pequeño grano de arena desde nuestra angosta y larga faja de tierra. Pero no es suficiente.
Me hago eco de las palabras del escritor Elie Wiesel, premio Nobel de la Paz y sobreviviente de los campos de concentración: “Lo contrario del amor no es el odio, es la indiferencia. Lo contrario de la belleza no es la fealdad, es la indiferencia. Lo contrario de la fe no es herejía, es la indiferencia. Y lo contrario de la vida no es la muerte, sino la indiferencia entre la vida y la muerte”.
La indiferencia, que ha sido una gran aliada de las masacres contra pueblos y etnias, es algo inaceptable. Promover el odio, sin duda, también lo es. Nada lo puede explicar, ni justificar.
Como judíos nos sentimos responsables de combatir la indiferencia, discriminación, intolerancia, pues conocemos cuáles pueden ser sus consecuencias: seis millones de judíos fueron asesinados por ese tipo de ideología en la Alemania nazi.
La inestabilidad en Caracas, los atentados en Barcelona o el nazismo en Virginia(Charlotesville) nos afecta. Ya no existen las fronteras como se concebían antes: somos parte de una aldea global, como lo definió Marshal McLuhan. Representamos una parte pequeña, pero esencial de un movimiento mundial en esta aldea llamada tierra. Y si aspiramos a ser desarrollados y un aporte para nuestro mundo, no podemos tener y mantener la inequidad económica, social y cultural que hoy caracteriza a America Latina
¿Cómo podemos cambiar esa realidad?, es algo que me cuestiono constantemente. La eduacion de las nuevas generaciones es fundamental pero debe ir acompañado de amor, es la clave en esta ecuación. Y no es un cliché. Con amor podemos evitar la cultura de la violencia, con amor podemos proteger a los niños, niñas y adolescentes y augurarles un país mejor. Eso debemos ser para ellos: un ángel guardián que los cuida, acompaña, nutre y ama.
Y Como escribió nuestra la poetiza Gabriela Mistral: “El futuro de los niños es siempre hoy. Mañana será tarde.”
Conocemos el esfuerzo que está haciendo el Estado por entregar una mejor educación a las futuras generaciones e igualar las oportunidades en ése y otros ámbitos. Pero no sólo depende de los actores públicos: es una tarea en que todos debemos participar y una obligación moral que como chilenos no podemos posponer más.
Como comunidad Judia de Chile tenemos una gran responsabilidad y es por eso que estámos presentes en las más variadas áreas del acontecer nacional: contamos con doce escuelas República de Israel, con dos bombas con ese mismo nombre y un policlínico, que atiende a más de 150.000 personas al año, entre otras múltiples actividades. Pero tenemos que hacer más, mucho más. Nos comprometemos como judíos a trabajar por un Chile mejor. Hoy, aún con más fuerza…en la antesala de fechas tan trascendentales.
No sólo estamos a horas de Fiestas Patrias, sino a cinco días de Rosh Hashana, año nuevo judío. Según la tradición, se trata del primero de diez días de introspección, balance y plegaria, que terminan en Yom Kippur, Día del Perdón, que se traduce en 25 horas de ayuno, agradecimiento y también una instancia para perdonar, pedir perdón y que D-os nos inscriba en el libro de la vida.
Aprovecho la inminente llegada de esos días especiales, Yamim Noraim, para agradecer a este país por acoger a nuestros abuelos y permitirnos ser ciudadanos de esta hermosa tierra, a los líderes de Chile por escucharnos y participar de nuestras tradiciones, a todos ustedes por acompañarnos hoy y siempre.
También en este momento de luz pido a D-os que nos inscriba como personas, comunidad y país en el libro de la vida. Y que las pequeñas luces de Valparaiso se multipliquen por millones de luces de esperanza y que la “vida” de éste, nuestro país, sea más justa, solidaria, sin odio y llena de colores, idiomas, acentos e historias de todos los rincones del planeta.
Feliz 18´. Feliz Año´