Entrevista de La Segunda a David Harris, presidente del American Jewish Committee

Antisemitismo, Chile, COMUNIDAD, Israel, Judaísmo, Mundo

Davis Harris, presidente del American Jewish Committee:

“Muchos inmigrantes no se están adaptando, sino creando ‘sociedades paralelas’”

Los tiempos revueltos que vive la humanidad hoy en día, según el líder judío estadounidense que llega hoy a Chile.

.Pablo Rodillo M.

Fue descrito por el fallecido ex Presidente israelí Shimon Peres como el “ministro de Relaciones Exteriores del pueblo judío” y se ha paseado por los foros más prestigiosos del mundo. David Harris, que dirige desde 1990 el American Jewish Committee (Comité Judío Americano de Estados Unidos, AJC por sus siglas en inglés), ha sido condecorado por los gobiernos de Bélgica, Bulgaria, Francia, Alemania, Italia, Polonia, España y Ucrania, entre otros, por sus esfuerzos internacionales en defensa de los derechos humanos, el avance de la asociación transatlántica y su dedicación al pueblo judío. Además, ha integrado delegaciones oficiales del gobierno de EE.UU. en conferencias internacionales. Hoy llega a Chile donde se reunirá con altas autoridades del Gobierno.

“El Comité Judío Americano le ha dado gran importancia a Chile desde hace décadas. Su país es visto por muchos como una nación latinoamericana modelo, y es por eso que la voz de Chile tiene un peso que va más allá de sus fronteras. He visitado su país más veces de las que puedo contar. Y valoramos nuestra relación profunda y duradera con la comunidad judía de Chile, que está orgullosa del éxito del país”.

—Entrando en agenda, ¿qué opina de la ley aprobada en la Knesset (cámara legislativa) respecto a definir Israel como un “Estado nacional judío”?

—En primer lugar, seamos claros. Israel era una democracia liberal antes de que esta ley hubiera sido aprobada, y continúa siendo una democracia liberal luego de este suceso. De hecho, no hay ninguna democracia liberal semejante en Medio Oriente.

—¿Pero no es una contradicción que un país democrático se defina de esta manera? Aunque el nacionalismo étnico aún tienta a los europeos, ¿qué está primero, la identidad o la democracia?

—Por democracia liberal, me refiero a una nación regida por el Estado de Derecho, con tribunales independientes, control civil sobre las Fuerzas Armadas, elecciones libres y limpias, transferencia pacífica del poder, protección de los derechos de los ciudadanos, incluyendo las minorías, la comunidad LGBT, y, por supuesto, las mujeres; libertad de prensa y una sociedad civil vibrante. ¿En qué otro lugar en la región, fuera de Israel, existen estos valores y preceptos?

—¿Pero no es una forma de institucionalizar un tipo de apartheid, como han asegurado varios críticos? ¿Esto transformará en ciudadanos de segunda clase a los árabes israelíes?

—Estamos en desacuerdo con elementos de esta ley y así lo hemos manifestado. Pero sería errado sugerir que la minoría árabe será de alguna forma marginada. Miembros de la comunidad árabe israelí han sido jueces de la Corte Suprema, diplomáticos, periodistas y científicos antes, y lo serán también en el futuro. Cuando la ONU, con un apoyo sólido de América Latina, recomendó por primera vez la partición del Mandato Británico sobre Palestina allá por 1947, propuso la creación de un Estado judío y otro árabe. Trágicamente, el mundo árabe rechazó la idea de dos estados y fue a la guerra. Pero la misma idea de un acuerdo de paz persiste: dos estados nacionales, uno judío y otro árabe/palestino. ¿Por qué deberíamos aceptar la existencia de países palestinos, árabes o musulmanes, y no la de un pequeño hogar nacional judío, en donde los judíos, que son la mayoría de la población, puedan ejercer su derecho a la autodeterminación, a la vez de asegurar los derechos democráticos básicos de todos?

—En una reciente columna suya en el Frankfurter Allgemeine Zeitung, usted argumenta que la migración es fundamental para los países, pero que al mismo tiempo los inmigrantes tienen que adaptarse a la sociedad que los recibe. ¿Esto no está sucediendo?

—Mi más reciente editorial sobre Alemania, basada en las experiencias de mi familia como refugiados, además de mi trabajo con inmigrantes de la ex Unión Soviética y el sudeste de Asia, fue esencialmente un recordatorio de que estos temas deben ser vistos desde dos perspectivas: Las responsabilidades del país anfitrión y las de los inmigrantes. El tema no puede ser visto solo en términos del primero, como muchas veces ha sido el caso. Los inmigrantes, que han recibido la invalorable oportunidad de reiniciar sus vidas, tienen la obligación de respetar los valores y normas de sus nuevos hogares. Esto debería ser un tema de sentido común.

—¿En qué falló Europa en la crisis migratoria, que ha resultado en el auge del nacionalismo y populismo? Pasó en Francia, en Alemania, en Italia…

—Los factores que les dan impulso incluyen el gran número de inmigrantes que han llegado, interrogantes acerca de la capacidad de los países europeos de absorberlos, múltiples incidentes de terrorismo y prosélitos locales (o luchadores extranjeros) que se han sumado al Estado Islámico, y los miedos de que numerosos individuos no se están adaptando a sus nuevos hogares, sino que están creando lo que llaman “sociedades paralelas”, incluso en las segundas o terceras generaciones. Podemos observar sus ramificaciones políticas hasta hora: el terremoto del Brexit en Reino Unido, la inusual alianza que gobierna en Italia, el éxito del Partido de la Libertad en Austria, el ascenso del AfD para transformarse en el principal partido de oposición en el Parlamento alemán, y el desafío que plantean Hungría, Polonia y otros a la Unión Europea, respecto a la admisión de nuevos inmigrantes provenientes del norte de África y el Medio Oriente.

Resurgimiento antisemita

—Una guerra comercial con China que afectará a la economía global, el Brexit, auge del populismo y el nacionalismo en EE.UU. y Europa, crisis migratoria, tensión en Medio Oriente con Siria e Irán, el afán ruso de volver a la misma posición que tenía la URSS. ¿Vivimos en una “época peligrosa” como dijo Henry Kissinger en una entrevista al Financial Times?

— Somos una organización no partidaria, debo aclarar. En el mundo de hoy, tenemos varias preocupaciones. Por tal motivo, AJC no se ocupa de temas partidistas sino de políticas públicas. Sin embargo, creemos en la perdurabilidad de la arquitectura de posguerra creada por líderes democráticos visionarios tras la devastación causada por la Segunda Guerra Mundial. También creemos en un EE.UU. involucrado en los asuntos globales y que respalda a sus amigos, en nuestras obligaciones que emanan de los tratados firmados y en el orden basado en reglas. En ese espíritu, sentimos decepción cuando el Presidente Trump se retiró del Acuerdo Climático de París y rechazó el TPP, el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica.

—El Centro Simon Wiesenthal ha denunciado el auge del antisemitismo en Europa (sobre todo en Francia) y también en lugares como Chile, país donde se han producido boicots a académicos israelíes que visitan universidades chilenas. ¿Usted percibe lo mismo?

—Vemos tres fuentes principales en el resurgimiento de esta antigua patología. Una fuente es la extrema derecha, racista y xenófoba, que está saliendo de las sombras, ayudada por internet. La segunda fuente es la izquierda radical, que se enfoca obsesivamente en Israel y cuestiona el derecho del pueblo judío a tener un hogar nacional, mientras que apoya ese mismo derecho para otros, muchas veces ignorando a las dictaduras y violadores de derechos humanos desde Siria a Venezuela, desde Irán a Corea del Norte. Y el tercero es el mundo yihadista, que produjo a los terroristas que golpearon con fuerza asesina dos veces en Argentina y en Panamá, así como en Europa Occidental, India y en todo el mundo. Los judíos necesitamos ser trifocales al evaluar las posibilidades de amenazas.

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