21 lecciones para el siglo XXI”, del escritor israelí, Yuval Noah Harari, autor de “De animales a dioses” y ” Homo Deus”

COMUNIDAD, Israel

Diario Judío México

Desde la publicación de Sapiens. De animales a dioses a la actualidad, Yuval Noah Harari se ha convertido en uno de los fenómenos editoriales internacionales más impresionantes de los últimos años.

Sus dos obras publicadas, Sapiens y Homo Deus, han vendido juntos más de 12 millones de ejemplares, han sido publicados en más de 50 países y traducidos a más de 45 idiomas.

Ahora, Harari publica 21 lecciones para el siglo XXI, donde examina algunas de las cuestiones más urgentes de nuestro presente con la misma prosa inteligente, fresca y provocadora a la que nos tiene acostumbrados y que le ha convertido en uno de los autores de no ficción más vendidos del mundo.

«En un mundo inundado de información irrelevante –dice Harari–, la claridad es poder». Tras el incuestionable éxito de sus dos libros anteriores –Sapiens yHomo Deus– en todo el mundo, el historiador israelí vuelve con 21 lecciones para el siglo XXI. Un libro centrado en el aquí y el ahora que nos pretende introducir en el debate sobre el futuro de nuestra especie y donde nos ofrece las herramientas necesarias para lidiar con una realidad cada vez más difícil de comprender.

¿Qué está ocurriendo ahora mismo? ¿Cuáles son los mayores retos y opciones de hoy en día? ¿A qué debemos prestar atención?

A través de estas preguntas, 21 lecciones para el siglo XXI reflexiona sobre las principales fuerzas que modelan las sociedades en el mundo y las cuestiones que probablemente influirán en el futuro de nuestro planeta «como un todo». En este sentido, y a diferencia de sus dos libros anteriores, 21 lecciones para el siglo XXI tiene una pretensión «global». Esta dimensión «global» significa poner al descubierto nuestros prejuicios religiosos y políticos, nuestros privilegios raciales y de género, y nuestra complicidad involuntaria con la opresión institucional.

De esta manera, y a través de cinco capítulos, analiza fenómenos como el ascenso de Donald Trump, la epidemia de noticias falsas, la crisis de las democracias liberales en Occidente, los flujos migratorios hacia Europa, la nueva red de relaciones entre Occidente, China y el Islam, el nacionalismo, el terrorismo o el cambio climático.

Una de las novedades de 21 lecciones para el siglo XXI es que, al contrario que sus dos libros anteriores, no está pensado como narrativa histórica, sino más bien como «una selección de lecciones». El objetivo final es fomentar la reflexión y ayudar a los lectores a participar en algunos de los debates más importantes de nuestra época. De hecho, este es para Harari el deber del historiador: «Si esto empodera aunque solo sea a un puñado de personas para que se incorporen al debate sobre el futuro de nuestra especie, habré hecho mi trabajo», explica.

Por eso estas páginas se escribieron en conversación con el público y como respuesta a preguntas que le formularon lectores, periodistas o colegas de profesión. Algunas responden a cuestiones sobre tecnología, otras a política, religión o arte. Sin embargo, para Harari todas estas preguntas se reducen a una: «¿Qué está ocurriendo hoy en el mundo y cuál es el significado profundo de los acontecimientos?».

Por último, Harari quiere dejar claro que, aunque en buena parte del libro cuestione los defectos de la visión liberal del mundo y del sistema democrático, este sistema sin embargo ha demostrado su valor en más sociedades y en más situaciones que ninguna de sus alternativas. Desafortunadamente, en el clima político actual –advierte– cualquier pensamiento crítico sobre el liberalismo y la democracia puede acabar secuestrado por autócratas y «diversos movimientos liberales». Ante este dilema, Harari elige la discusión libre frente a la autocensura. Y de esta manera advierte al lector que recuerde que este libro solo ha podido escribirse en un entorno donde la gente es todavía relativamente libre de pensar lo que quiere y de expresarse como quiere. «Si el lector valora este libro –termina–, debería valorar también la libertad de expresión».

FRAGMENTOS:

PARTE I. EL DESAFÍO TECNOLÓGICO:

El final de la historia se ha pospuesto:

«El relato liberal celebra el valor y el poder de la libertad», dice Harari. Los tres grandes relatos del siglo XX son el fascista, el comunista y el liberal. De estos tres solo uno queda en pie. El relato liberal, explica, reconoce que todo va bien en el mundo y que todavía quedan muchos obstáculos por superar. De esta manera, la tesis del relato liberal defiende que los países que se apunten a esta «marcha imparable de progreso» se verán recompensados muy pronto con la paz y la prosperidad. Sin embargo, la crisis financiera de 2008 hizo que cada vez más personas se sintieran decepcionadas con «este relato». De esta manera, apunta Harari, si en 1938 se ofrecían tres, en 1968 se imponían dos y en 1998 se imponía uno, en 2018 parece que hemos bajado a cero: «Muchos liberales temen que el Brexit y el ascenso de Donald Trump presagien el fin de la civilización humana».

Aún así, Harari nos recuerda que no es la primera vez en la historia que el relato liberal cae en crisis. En consecuencia, el autor, propone actualizarlo para el mundo. «De la misma manera que los grandes cambios generados por la revolución industrial dieron origen a las nuevas ideologías del siglo XX, es probable que las revoluciones venideras en biotecnología y tecnología de la información requieran perspectivas nuevas». La pregunta que se hace el autor –por tanto– es: ¿podrá reinventarse el liberalismo?

Según él, todavía estamos lejos de alcanzar un consenso. Nos hallamos todavía en el momento nihilista de la desilusión y la indignación. Ese mo­mento donde la gente ha perdido la fe en los rela­tos antiguos. Nuestra postura ante esta situación, por el contrario, no debería ser la de pánico, sino la de perplejidad. Solo de esta manera podremos ex­plorar soluciones potenciales hacia el desafío que plantea la tecnología de la información y la biotec­nología, que todavía se hallan en fase temprana:

«Si el liberalismo, el nacionalismo, el islamismo o cualquier credo nuevo desea modelar el mundo de 2050, no solo necesitará dar sentido a la inteligencia artificial, a los algoritmos de macrodatos y a la bioingeniería: también tendrá que incorporarlos en una nueva narrativa que tenga significado».

PARTE II. EL DESAFÍO POLÍTICO:

Nacionalismo. Los problemas globales necesitan respuestas globales:

«¿Por qué británicos, norteamericanos, rusos y otros numerosos grupos se encaminan hacia el aislamiento nacionalista?», se pregunta Harari. Al contrario de lo que se suele creer –explica–, el nacionalismo no es una parte natural y eterna de la psique humana. «No es natural ser leal a millones de completos desconocidos». Estas lealtades se han construido en los últimos miles de años y han sido así con el objetivo de enfrentarse a retos que, por ejemplo, una tribu no podría resolver. Aun así, esto no significa que haya algo de malo en los vínculos nacionales, aclara. Pues, al fin y al cabo, esto amplía también el círculo de empatía humana. Por ello defiende que «es un error peligroso imaginar que sin nacionalismo todos viviríamos en un paraíso liberal». El problema según Harari es cuando el patriotismo benigno se metamorfosea en ultranacionalismo patriotero. Es decir, «en lugar de pensar que mi nación es única, comenzar a sentir que mi nación es suprema». Un terreno fértil para los conflictos violentos. De esta manera, Harari propone para el nuevo siglo una consecuencia lógica del análisis histórico:

«En los siglos anteriores las identidades nacionales se forjaron porque los humanos se enfrentaban a problemas y posibilidades que se hallaban mucho más allá del ámbito de las tribus locales, y que solo la cooperación a la escala de todo el país podía esperar gestionar. En el siglo XXI, las naciones se encuentran en la misma situación que las antiguas tribus: ya no son el marco adecuado para afrontar los retos más importantes de la época. Necesitamos una nueva identidad global porque las instituciones nacionales son incapaces de gestionar un conjunto de dilemas globales sin precedentes».

PARTE III. DESESPERACIÓN Y ESPERANZA:

Terrorismo. No nos asustemos:

Si hacemos un cálculo rápido de las muertes por terrorismo, desde 2001 han muerto 50 personas al año en la Unión Europea, 50 en Estados Unidos y 7 en China. Unas 25.000 en todo el mundo. En comparación con, por ejemplo, la diabetes, que mata a 3,5 millones de personas, Harari se pregunta, por qué tememos al terrorismo. En realidad, el terrorismo es «una estrategia militar que espera cambiar la situación política extendiendo el terror en lugar de causar daños materiales». En el terrorismo existe una desproporción «asombrosa» entre la fuerza real de los terroristas y el miedo que consiguen inspirar. «Los terroristas montan un espectáculo de violencia que se apodera de nuestra imaginación y la vuelve contra nosotros». De ahí que Harari afirme que los terroristas piensan más como productores teatrales que como generales del ejército: «Puesto que de forma intuitiva entendemos que el terrorismo es teatro, lo juzgamos más por su impacto emocional que por el material». Por eso, si queremos combatirlo de manera efectiva, afirma, hemos de ser conscientes de que nada que los terroristas hagan podrá «derrotarnos».

PARTE IV. VERDAD:

Posverdad. Algunas noticias falsas duran para siempre:

Estamos rodeados de mentiras y de ficciones. Como apunta Harari: «Nos dicen que vivimos en una era nueva y espantosas de ‘posverdad’». Sin embargo, un vistazo rápido por la historia nos muestra que la propaganda y la desinformación no son nada nuevo. Nos dice Harari que en realidad, los humanos siempre hemos vivido en la era de la posverdad: «Homo Sapiens es una especie de posverdad, cuyo poder depende de crear ficciones y creer en ellas».

Por ejemplo, explica Harari: «Si el lector quiere culpar a Facebook, Trump o Putin por inaugurar una era nueva y espantosa, recuerde que hace muchos siglos millones de cristianos se encerraron en una burbuja mitológica que se refuerza a sí misma, sin atreverse nunca a cuestionar la veracidad de los hechos narrados en la Biblia».

Pero no solo las religiones han utilizado este tipo de relatos. En épocas más recientes, cada nación ha creado su propia mitología nacional. En este sentido cita a Joseph Goebbels, el maestro de la propaganda nazi:«Una mentira contada una vez sigue siendo una mentira, pero contada mil veces se convierte en verdad». Así pues, además de las religiones o las ideologías, las marcas comerciales también se basan en la ficción y las noticias falsas. Harari llega pues a la conclusión de que la verdad no estuvo nunca situada muy arriba en el orden del día de Homo Sapiens. La cooperación humana depende de un equilibrio delicado entre verdad y ficción. Para Harari los humanos tenemos esta notable capacidad de saber y de no saber al mismo tiempo. Por ello concluye:«De manera que si el lector sueña con una sociedad en que la verdad reine de manera suprema y no se haga caso a los mitos, tiene poco que esperar de Homo Sapiens». Aun así, advierte, eso no significa que las noticias falsas no sean un problema grave. Y responsabiliza a cada individuo a dedicar tiempo y esfuerzo a descubrir nuestros prejuicios y a verificar nuestras fuentes de información.

PARTE V. RESILIENCIA:

Educación. El cambio es la única constante:

Una de las tesis del libro defiende que la humanidad se enfrenta a una revolución sin precedentes: «Todos nuestros relatos antiguos se desmoronan y hasta el momento no ha surgido ningún relato nuevo para sustituirlos». Entonces, ¿cómo prepararnos para el futuro? Harari afirma que nunca ha sido tan difícil predecir el futuro con exactitud: «Una vez que la tecnología nos permita modificar cuerpos, cerebros y mentes, ya no podremos estar seguros de nada». En cuanto a la educación de los jóvenes, todavía demasiadas escuelas se centran en que se aprenda de memoria la información. Sin embargo, en un mundo donde en casi cualquier parte la información está a un clic de distancia, un profesor lo último que tiene que proporcionar a sus alumnos es más información.«La gente necesita la capacidad de dar sentido a la información, de señalar la diferencia entre lo que es y no es importante y, por encima de todo, de combinar muchos bits de información en una imagen general del mundo». Es decir, dar al alumno las herramientas necesarias para que se forme «su propia imagen del mundo». Pero nos estamos quedando sin tiempo, dice Harari. Lo más importante de todo será la capacidad de habérselas con el cambio, de aprender cosas nuevas y de mantener un equilibrio mental en situaciones con las que no estamos familiarizados. Ya no es suficiente con las tradicionales cuatro ces: pensamiento crítico, comunicación, colaboración y creatividad. «El mejor consejo que puedo dar a un chico o a una chica de quince años atascado en una escuela anticuada […] es: no confíes demasiado en los adultos. La mayoría tienen buenas intenciones, pero no acaban de entender el mundo». Según Harari, en el pasado esto era una apuesta segura, «el mundo cambiaba muy despacio», pero el siglo XXI va a ser diferente: «Debido a la velocidad creciente del cambio, nunca puedes estar seguro de si lo que te dicen los adultos es sabiduría intemporal o prejuicio anticuado».

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