El gran responsable de la ‘Nakba’

COMUNIDAD, Medio Oriente

Por Ben-Dror Yemini ( * )

 

En marzo de 1949, la Guerra de la Independencia de Israel no había terminado aún, pero el problema de los refugiados palestinos ya había empezado a ser una preocupación. El día 10, las fuerzas israelíes llegaron a Um Rush Rush, actualmente Eliat, y completaron la conquista del desierto del Neguev. Numerosos refugiados de guerra huyeron a la Franja de Gaza y también a Port Said, Alejandría y El Cairo.

El muftí de Jerusalén, Haj Mohamed Amín al Huseini, vivía entonces bajo estrictas normas de seguridad en Alejandría, tras haber escapado de Europa, donde iba a ser juzgado en Núremberg como criminal de guerra.

 

Más que cualquier otro árabe, el muftí representa el antisemitismo islámico contemporáneo y la negativa árabe a aceptar la presencia de Israel en la región.

 

Fue el muftí quien fabricó el mito de que “Al Aqsa está en peligro”, según el cual los judíos planean destruir la mezquita del Monte del Templo para construir el Tercer Templo sobre sus ruinas. Fue el principal instigador de las revueltas antijudías de 1920 y 1929.

 

Huseini encabezó la revuelta árabe contra los británicos y los judíos en la década de 1930, en la que murieron 300 judíos y 262 británicos. Los británicos reaccionaron con dureza y los árabes del lugar pagaron un alto precio: 5.000 muertos. Pero 3.500 de ellos fueron víctimas de una campaña asesina del muftí contra sus adversarios.

 

La Nakba no empezó en 1948. Empezó con el éxodo de la élite que huía del terror del muftí. ¿Y quién apoyaba al muftí? La Alemania nazi.

 

Los alemanes enviaron fondos a Huseini después de que el muftí y los jerarcas nazis alcanzaran un acuerdo, dado que los judíos eran enemigos de los nazis y de los islamistas; aunque las víctimas de esa alianza fueron principalmente musulmanas. La sociedad árabe de Palestina empezó a descomponerse, mientras que el Yishuv judío prosperaba, construía un nuevo puerto y empezaba a producir sus propios alimentos para no depender tanto de la población árabe local.

 

Tras la última revuelta árabe, se creó la Comisión Peel, que finalmente recomendó dividir el territorio (1937). Asignó sólo 4.840 kilómetros cuadrados al Estado judío, por 110.000 al Estado árabe (90.000 en Transjordania y 20.000 en la Palestina occidental). El muftí no sólo lideró la resistencia a que los judíos recibieran esa pequeña porción del territorio, también exigió que volvieran a Europa, a la misma Europa de la que estaban huyendo ante las matanzas nazis.

 

Convertido en fugitivo, el muftí huyó al Líbano y después a Irak, donde siguió colaborando con la Alemania nazi, incitando contra los judíos y fomentando su persecución. Esa incitación dio lugar al pogromo de Farhud (Bagdad) de 1942, en el que murieron al menos 179 judíos a manos de las turbas árabes.

 

Los judíos de Irak habían sido ciudadanos leales, productivos y bien integrados. Incluso hicieron una declaración antisionista tras recibir presiones de los nacionalistas iraquíes. No ayudó. Seguían siendo judíos.

 

Desde Irak, el muftí viajó a Alemania para seguir tramando la aniquilación de los judíos de Oriente Medio. Al término de la guerra, logró evitar ser procesado como criminal de guerra en Núremberg huyendo a Egipto para organizar la oposición a cualquier acuerdo que permitiera la autonomía judía en la región, por pequeña que fuese.

 

El 10 de marzo de 1949, el diario israelí Yediot Ahronoth publicó una noticia que decía que el muftí había sobrevivido a dos intentos de asesinato. ¿Y quién había intentado matarlo? Unos refugiados de Palestina. Es difícil verificar las informaciones relativas a intentos de asesinato, pero está claro que el muftí era odiado por muchos refugiados que sabían que era el responsable de su sufrimiento.

 

El hombre que adoptó una posición extremadamente radical, eliminó a sus adversarios, provocó la huida árabe de Palestina antes de la decisión sobre la partición del territorio, incitó las revueltas antijudías de Bagdad y se opuso a cualquier acuerdo: él es el principal responsable de la Nakba palestina de 1948.

 

Fueron muchos los que se opusieron al muftí en el mundo árabe. Muchos los que comprendieron que estaba llevando a los árabes de derrota en derrota. Al final prevaleció el fanatismo, mientras que en el Yishuv judío prevaleció el pragmatismo.

 

El día que los árabes reconozcan su responsabilidad por la Nakba palestina y judía y se sometan a rehabilitación para desintoxicarse de la falsaria narrativa palestina, las probabilidades de acuerdo y reconciliación serán mayores. Debe suceder. Por nosotros y por ellos. Dios lo quiera.

 

(*)Periodista israelí. Autor de Industry of Lies. Media, Academia, and the Israel-Arab Conflict.

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