El valiente discurso del Presidente de Alemania en Yad Vashem

COMUNIDAD, Israel

Por Ana Jerozolimski

Al organizarse los distintos aspectos de la ceremonia central en el V Foro Mundial del Holocausto en Jerusalem, se determinó, con mucha lógica, que de los invitados extranjeros, hablarían los representantes de los países aliados que derrotaron en 1945 a la Alemania Nazi: el Vicepresidente de Estados Unidos Mike Pence, el Presidente de Francia Emmanuel Macron, el Presidente de Rusia Vladimir Putin y el Príncipe Charles, heredero a la Corona Británica. Con mucho tino se agregó al Presidente de Alemania Federal, Frank-Walter Steinmeier, que representa hoy las antípodas de lo que fueron sus antecesores hace varias décadas.

La Alemania de posguerra, ha vivido un proceso nada sencillo de lidiar con lo que fue su pasado nazi, alejándose totalmente del mismo y también dando pasos fuertes para que el recuerdo de la Shoá sea parte de su identidad renacida.

 

En lo que se refiere a las relaciones con Israel, claro está que hoy en día Alemania es uno de los amigos más cercanos del Estado judío en Europa. El proceso fue relativamente lento, desde el establecimiento de las relaciones diplomáticas en 1965. Se vivió un creciente acercamiento desde que Angela Merkel asumió como Canciller de Alemania, jefa del gobierno. Y el Presidente actual, agrega un tono especial.

 

La decisión de invitarlo a hablar, quedó plenamente confirmada como la correcta, al escuchar el fuerte y valiente discurso que pronunció, con un tono solemne e irradiando gran sinceridad. La inclusión, en la apertura y el final de sus palabras, de una bendición judía en hebreo, fue especialmente emotiva.

(Hebreo) Baruj atá Adonái, Elohéinu Melej Haolám, she hejeiánu, vekiemánu vehigianiu lazman hazé.

 

Bendito seas D´s, nuestro D´s Rey del Mundo, que nos has dado vida, nos has preservado y nos has permitido llegar a este momento.

 

Es un obsequio y un acto de gracia, permitirme hablar hoy aquí ante ustedes en Yad Vashem (en hebreo).

 

Aquí en Yad Vashem arde la Llama Eterna en recuerdo de las víctimas de la Shoa. Este lugar nos recuerda su sufrimiento. El sufrimiento de millones. Y nos recuerda sus vidas, cada vida individual.

 

Este lugar recuerda a Samuel Tytelman, un dedicado nadador que había ganado competencias por Macabi de Varsovia, y su pequeña hermana Rega, que ayudaba a su madre a preparar la cena familia de Shabat.

 

Este lugar recuerda a Ida Goldish y su hijo Vili de 3 años. En octubre, fueron deportados del ghetto Chisinau. En el crudo frío de enero, Ida escribió su última carta a sus padres- cito: “Lamento desde lo más profundo de mi alma que, al partir, no capté la importancia del momento, (…), que no los abracé fuerte, sin dejarlos apartarse de mis brazos”.

 

Alemanes los deportaron. Alemanes grabaron a fuego un número en sus antebrazos. Alemanes trataron de deshumanizarlos, de reducirlos a números, de borrar toda memoria de ellos en los campos de exterminio.

 

No lo lograron.

 

Samuel y Rega, Ida y Vili, eran seres humanos. Y como seres humanos viven en nuestra memoria. Yad Vashem les da, tal como está escrito en el Libro de Isaías, “un monumento y un nombre”. También yo me paro ante este monumento en mi calidad de ser humano-y como alemán. Me paro frente a su monumento. Leo sus nombres. Escucho sus historias. E inclino mi cabeza en el más profundo pesar.

 

Samuel y Rega, Ida y Vili, eran seres humanos. Y esto también debe decirse aquí: los perpetradores eran seres humanos. Eran alemanes. Los que asesinaron, los que planificaron y ayudaron a asesinar, los numerosos que aceptaron las reglas en silencio: eran alemanes. El asesinato masivo industrial de seis millones de judíos, el peor crimen en la historia de la humanidad, fue cometido por mis compatriotas. La guerra terrible, que costó mucho más de 50 millones de vidas, se originó en mi país.

 

75 años después de la liberación de Auschwitz, me presento ante todos ustedes como Presidente de Alemania. Cargado con la pesada carga histórica de la culpa.

 

Pero al mismo tiempo, mi corazón está pleno de gratitud por las manos de los sobrevivientes extendidas hacia nosotros, por la nueva confianza depositada en nosotros por la gente en Israel y en diferentes partes del mundo, por la vida judía floreciente en Alemania.

 

Mi alma se emociona por el espíritu de reconciliación, este espíritu que ha abierto un nuevo camino de paz para Alemania e Israel, para Alemania, Europa y los países del mundo.

 

 

La Llama Eterna en Yad Vashem no se apaga.

 

La responsabilidad de Alemania no expira. Queremos cumplir con nuestra responsabilidad. Es de acuerdo a ello que ustedes deben medirnos.

 

Estoy aquí ante ustedes, agradecido por este milagro de la reconciliación. Y ojalá pudiera decir que nuestro recuerdo nos ha hecho inmunes ante el mal. Sí, nosotros, los alemanes, recordamos. Pero a veces parecería que comprendemos el pasado mejor que el presente. Los espíritus del mal están emergiendo bajo un nuevo disfraz, presentando su pensamiento antisemita, racista y autoritario como una respuesta para el futuro, como una nueva solución para los problemas de nuestra era.

 

Ojalá pudiera decirles que nosotros, los alemanes, hemos aprendido de la historia de una vez por todas. Pero no puedo decirlo cuando el odio se expande.

 

No puedo decirlo cuando se escupe a niños judíos en el patio de una escuela.

 

No puedo decirlo cuando un crudo antisemitismo se oculta detrás de una supuesta crítica a una política israelí. No puedo decirlo cuando sólo una gruesa puerta de madera impide que un terrorista de extrema derecha cause un derramamiento de sangre en una sinagoga en la ciudad de Halle en Yom Kipur.

 

Claro está…nuestra era es distinta. Las palabras no son las mismas. Los perpetradores no son los mismos. Pero es el mismo mal.

 

Y he aquí que permanece sólo una respuesta: ¡Nunca más! ¡ Nie wieder!

 

Es por ello que no puede terminar la recordación. Esta responsabilidad ha sido entrelazada en el tejido mismo de la República Federal de Alemania desde el primer día. Pero nos pone a prueba aquí y ahora. Esta Alemania cumplirá consigo misma únicamente si cumple con su responsabilidad histórica.

 

Nosotros combatimos el antisemitismo. Resistimos el veneno del nacionalismo. Protegemos la vida judía. Estamos con Israel. Aquí en Yad Vashem, yo renuevo esta promesa ante los ojos del mundo. Y sé que no estoy solo. Hoy nos juntamos para decir: ¡No al antisemitismo! ¡No al odio!

 

Del horror de Auschwitz, el mundo aprendió lecciones. Las naciones del mundo construyeron un orden de paz, fundado sobre los Derechos Humanos y el Derecho Internacional. Nosotros, los alemanes, estamos comprometidos con este orden y deseamos defenderlo, junto a todos ustedes. Es que ésto, lo sabemos: la paz puede ser destruida y la gente se puede corromper.

 

Estimados Jefes de Estado y de gobierno, estoy agradecido por comprometernos hoy. A un mundo que recuerda el Holocausto. Un mundo sin genocidios.

 

“¿Quién sabe si volveremos alguna vez a oir el mágico sonido de la vida? ¿Quién sabe si podremos entrelezarnos con la eternidad…quién sabe?”. Salmen Gradowski escribió estas líneas en Auschwitz y las enterró en una lata debajo del crematorio.

 

Aquí en Yad Vashem están entrelazadas con la eternidad: Salmen Gradowski, Samuel and Rega Tytelman, Ida and Vili Goldish. Todos fueron asesinados. Sus vidas se perdieron por el odio desenfrenado. Pero al recordarlos, estamos derrotando al abismo. Y nuestras acciones derrotarán al odio.

 

Esto es lo que defiendo. Por esto, abrigo esperanza.

 

(Hebreo) Baruj atá Adonái, Elohéinu Melej Haolám, she hejeiánu, vekiemánu vehigianiu lazman hazé.

 

Bendito seas D´s, nuestro D´s Rey del Mundo, que nos has dado vida, nos has preservado y nos has permitido llegar a este momento.

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