¿Cómo sería el mundo sin Israel?

COMUNIDAD, Opinión

Por Jonathan S. Tobin , Director de JNS (Jewish News Syndicate).
Lo que los académicos gustan de denominar ‘historia contrafactual’ es una suerte de ciencia ficción para quienes prefieren ponderar las implicaciones de que las cosas hubieran sido diferentes en el pasado antes que especular sobre el futuro. El ‘qué hubiera pasado si’ está en la base de series de televisión como El hombre en el castillo, que imagina cómo habría sido la vida si los alemanes y los japoneses hubieran ganado en la Segunda Guerra Mundial, o de novelas como La conjura contra América, de Philip Roth, en la que los aislacionistas, liderados por Charles Lindbergh, consiguen mantener a EEUU fuera de la II GM e instaurar en su país un antisemitismo con marchamo oficial.

Israel celebra esta semana su 72º aniversario, y conviene destacar que durante todo este tiempo un montón de gente ha deseado que el resultado de su Guerra de Independencia (1948-49) hubiera sido otro. En el corazón de la narrativa de la Nakba o el “desastre” del nacionalismo palestino anida la creencia de que la fundación de Israel fue un crimen que debió evitarse y de que sin el Estado judío el mundo sería un lugar mucho mejor. En el debate sobre el futuro de la Margen Occidental, los analistas a menudo pierden de vista el hecho de que la demanda básica de los israelófobos no es la instauración de un Estado palestino junto a un Israel más pequeño, sino que no haya Israel alguno.

¿Cómo sería un mundo sin Israel?

Michael Chabon aporta una idea en su novela El sindicato de policía yiddish, de 2007, donde imagina un mundo en el que EEUU ha abierto sus puertas a los judíos europeos y les ha permitido establecer un hogar yidis en una parte de Alaska. En la historia alternativa de Chabon, el Estado de Israel ha sido derrotado sólo tres meses después de su fundación (mayo de 1948). La trama del libro gira en torno a un asesinato en el que andan implicados unos mesiánicos extremistas que pretenden volar el Monte del Templo y erigir otro Estado judío.

Dada su animadversión hacia el Israel real –que dejó clara en su discurso inaugural ante un seminario rabínico reformista en 2018–, no es difícil de entender su interés en un mundo sin él. Desde la publicación de la referida novela, Chabon arremete de vez en cuando contra Israel, pero está a otras cosas y utiliza su imaginación para promover visiones menos destructivas; véanlo si no en su papel de productor de la más reciente edición francesa de Star Trek.

Pero no necesitamos a un novelista de la talla de Chabon o las férvidas imaginaciones de los propagandistas antisionistas de Gaza, Ramala o Teherán para saber cómo sería el mundo si Israel hubiera perdido la Guerra de Independencia.

Si el esfuerzo sionista hubiera fracasado, no habría un Estado árabe independiente en el territorio de lo que fue el Mandato Británico para Palestina. Los árabes del lugar rechazaron la votación de la ONU para la división del territorio entre un Estado judío y otro árabe. Y si el neonato Israel hubiera sido derrotado, habría sido gracias a los esfuerzos de invasores foráneos: la Legión Árabe comandada por los británicos de lo que entonces se llamaba Transjordania y las fuerzas egipcias y sirias. El territorio del Mandato se habría repartido entre ellas.

Los árabes palestinos pueden engañarse y pensar que un mundo sin Israel sería una especie de nuevo Edén, pero su creación sirvió, en todo caso, para exponer la barbarie de los dictadores y monarcas del entorno. Los ciudadanos árabes de Israel tienen derechos democráticos de los que no disfrutan sus vecinos. Y ni Europa ni EEUU habrían tenido más fácil encontrar amigos en la región.

Tampoco necesitamos mucha imaginación para comprender qué hubiera significado esa derrota para los 600.000 judíos que vivían en el país. Siempre que los árabes consiguieron derrotar a los judíos durante el conflicto, el resultado fue el mismo. En el mejor de los casos, los judíos habrían sido expulsados de sus casas. En el peor, habrían sido masacrados, como ocurrió en Kfar Etzion, el asentamiento judío arrasado por la Legión Árabe y los combatientes árabes locales.

En la guerra real, cientos de miles de árabes huyeron de sus hogares, la mayoría bajo la errónea impresión de que los judíos les harían lo que ellos querían hacer a los judíos. Si el resultado hubiera sido diferente, lo que hubiera seguido habría sido otro Holocausto, sin judíos a los que tratar como dimmíes, ciudadanos de segunda sin derechos iguales, y sus santos lugares habrían sido profanados o les serían vedados.

El impacto sobre la vida judía habría sido aún mayor, mucho mayor.

La creación de Israel cambió la vida de cada judío del planeta, fuera sionista o religioso. Hizo que cada uno creciera y se sintiera más seguro. Y su pervivencia desencadenó un movimiento entre los millones de judíos de la antigua URSS en demanda de sus derechos, luego de medio siglo de opresión.

Ahora que andamos preocupados por la resurrección del antisemitismo en nuestros días, en los que Israel funge de sustituto de los estereotipos antijudíos tradicionales, lo cierto es que sin Israel el destino de los judíos contemporáneos sería inconmensurablemente peor. Quienes crecieron en el mundo posterior a 1948 simplemente no tienen idea de cómo ha cambiado la manera en que se piensa de y se trata a los judíos. Israel no fue simplemente un refugio para los supervivientes del Holocausto y para casi un millón de judíos del mundo árabe y musulmán en busca de libertad; la creación de un hogar para el pueblo judío también hizo más fácil a los judíos vivir como iguales incluso si decidían permanecer en la Diáspora.

Para sus detractores, Israel es una desilusión porque no cumple con unos estándares de moralidad nada realistas que no cumple ninguna democracia en guerra, como lo es ella desde hace estos 72 años. Pero el Israel real sigue siendo la única democracia de Oriente Medio, así como un santuario para las artes y las ciencias y una startup nation que está a la vanguardia de numerosos avances para la Humanidad.

Israel es un faro de libertad para los judíos de cualquier lugar, así como un garante de que el ciclo de odio, opresión y exterminio que ha caracterizado la historia judía durante veinte siglos ha llegado finalmente a término. De ahí que merezca el apoyo de la gente decente, judía o no judía, en todo el planeta. Aunque haya quienes vivan en el alucinado mundo antisemita soñando en un mundo en el que jamás existió, el anhelo por la erradicación del único Estado judío del planeta no es ciencia ficción sino una manifestación de odio.

© Versión original (en inglés): JNS
© Versión en español: Revista El Medio

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