¿Importa algo el nombre? El caso palestino-israelí?

COMUNIDAD, Opinión

Imagen: Mahmoud Abbas le obsequia al Rey saudita Salman una copia enmarcada del diario sionista The Palestine Post, imagen vía Israellycool

 

 

 

Por Coronel (Retirado) Dr. Raphael G. Bouchnik-Chen (BESA) (*)

La maquinaria propagandística árabe-palestina alimenta sin cesar sus agresivas campañas anti-Israel. La diplomacia pública de la Autoridad Palestina tiene su base en la manipulación: se aprovecha de la ignorancia y el conocimiento histórico superficial que posee el resto del mundo sobre el tema del conflicto árabe-israelí para insertar un relato inventado. El Estado judío puede que haya cometido un error histórico seleccionando el nombre de “Israel”, ya que tal escogencia ha perjudicado los intereses estratégicos del estado.

El interminable conflicto palestino-israelí es una de las disputas más difíciles e explosivas del mundo, exacerbando emociones y provocando derramamiento de sangre en el Medio Oriente y alrededor del mundo. En muchos casos, grupos terroristas, incluyendo a ISIS y Al-Qaeda, han dedicado sus espectaculares ataques terroristas a la causa palestina y a la Mezquita Al-Aqsa en Jerusalén.

 

Israel es ampliamente visto como el villano responsable de la difícil situación de los “refugiados” ocurrida en 1948, así como también de la “brutal opresión” del pueblo palestino en los “territorios ocupados”. La propaganda árabe-palestina impulsa campañas continuas en contra de Israel, principalmente bajo la protección del movimiento BDS, que apoya y refuerza este giro de eventos en la historia. (BDS es la versión moderna del casi olvidado “Boicot de la Liga Árabe” el cual fue formalmente declarado el 2 de diciembre de 1945).

 

El movimiento sionista y más tarde el estado de Israel fueron descritos engañosamente como fuerzas colonialistas con el empeño de expulsar a los habitantes autóctonos de Palestina y privarlos de sus derechos a fin de establecer una entidad extranjera poblada por una afluencia de inmigrantes de diferentes estados extranjeros. Los voceros de tales historias nunca mencionan ni una sola palabra sobre el vínculo milenario del pueblo judío con la Tierra de Israel (o Palestina, tal como fue conocida desde la época romana) y niegan rotundamente la validez de la Declaración Balfour concertada el 2 de noviembre del año 1917 y ratificada por el mandato de la Liga de Naciones en 1922 llamando al establecimiento de un hogar nacional para el pueblo judío en Palestina.

 

El Plan de Partición de la ONU del 29 de noviembre de 1947 allanó el camino a la creación del estado de Israel. Este plan también cristalizó la determinación de los árabes de destruir por la fuerza al naciente estado judío. Tal como lo expresó sin ningún tipo de rodeos el entonces Secretario General de la Liga Árabe Azzam Pasha: “Esta será una guerra de exterminio y una masacre trascendental de la que se hablará al igual que las masacres de Mongolia y de las perpetradas por las Cruzadas”.

 

Para el año 2020, la Autoridad Palestina había sido reconocida internacionalmente como la entidad destinada en última instancia a surgir como el Estado palestino, sobre la base de una solución de dos estados. Sin embargo Mahmoud Abbas, el presidente de la Autoridad Palestina, rechaza categóricamente todos los aspectos del “Acuerdo del Siglo” ideado por el Presidente Trump e impulsa una campaña de propaganda con la consigna “La Palestina que desaparece”.

 

En una reunión especial de la Liga Árabe en El Cairo efectuada el 1 de febrero, 2020 Abbas exhibió unos mapas con propaganda descaradamente engañosa de la “Palestina histórica” ​​bajo el provocativo destacado “Pérdida de territorio en Palestina”. Estos incluyeron el mapa del mandato de Palestina, el mapa Partición de 1947, las líneas de armisticio de junio de 1967 y el “proyectado Plan de la administración Trump”, con un “territorio palestino” que ha disminuido continuamente durante décadas. Esta manera de interactuar fue una manipulación muy típica que aprovechó deliberadamente la ignorancia y el conocimiento histórico superficial de la mayoría del resto del mundo sobre el conflicto árabe-israelí. Los mapas eran una forma de ilusión óptica diseñada para implantar una falsa impresión de que Palestina era un estado totalmente árabe a lo largo de la historia humana y que fue literalmente robado por los judíos.

 

Esta versión totalmente distorsionada de historia es la piedra angular del movimiento BDS. Con la ayuda del liderazgo palestino y del movimiento BDS, estas se refuerzan constantemente en la mente internacional sobre el conflicto y ha tenido un impacto sustancial en la formulación de políticas, principalmente en Europa y Asia. Esto ha resultado en la adopción generalizada de un punto de vista consistentemente anti-israelí. Hasbara israelí se ve a sí misma incapaz de corregir las fallas del pasado en el área de diplomacia pública.

 

En ocasiones, los esfuerzos realizados por los palestinos a fin de reforzar su infundada versión de la historia son contraproducentes. El 20 de junio del 2016, Abbas realizó una visita oficial a Arabia Saudita. Mientras estuvo presente en el lugar, le entregó al monarca saudita una copia enmarcada del antiguo diario The Palestine Post. El gesto tenía como destino reforzar la narrativa palestina, pero su efecto fue exactamente lo contrario. Tal como señaló el Primer Ministro israelí Netanyahu en ese momento, “Mahmoud Abbas esta semana le obsequió al rey saudita una copia del diario The Palestine Post. Aparentemente, Abbas no sabía que The Palestine Post era un diario sionista que cambió su nombre a The Jerusalem Post y todavía es publicado hoy día, en Jerusalén, nuestra capital”.

 

La afirmación de que los palestinos son los habitantes autóctonos de esta tierra es esencial a su disputa con Israel. Esta afirmación es repetida regularmente por los palestinos y casi nunca es cuestionada. En un reciente discurso Abbas dijo: “Nuestra narrativa dice que estuvimos en esta tierra desde antes de Abraham. No lo digo yo, lo dice la Biblia. La Biblia dice, en estas palabras, de que los palestinos existieron antes que Abraham. Entonces, ¿por qué no reconocen mi derecho?” Saeb Erekat, el negociador principal de la Autoridad Palestina dijo: “Soy el hijo de Jericó… el hijo orgulloso de los netufianos y los cananeos. He estado allí durante más 5.500 años antes de que Joshua bin Nun llegara e incendiara mi ciudad natal, Jericó”.

 

Todo esto es historia fabricada.

 

Uno pudiera muy bien preguntarse el por qué Israel, que se enfrentó a varios ataques genocidas y es constantemente el blanco de ataques terroristas, es visto por muchos en todo el mundo no como víctima sino como el agresor. En otras palabras, ¿cómo es que el mundo ha estado tan preparado para creer que cuando se trata del terrorismo palestino, el fin justifica los medios?

 

Una respuesta pudiera hallarse en el pensamiento del profesor Martin Kramer, quien publicó un impresionante artículo en vísperas de la celebración número 72 del nacimiento del Israel moderno. En su artículo, titulado “1948: ¿Por qué el nombre Israel?”, Kramer analiza la difícil decisión que tuvo que tomar el naciente estado sobre el elegir un nombre. Kramer señala que elegir el nombre “Israel” fue hecha por David Ben-Gurión casi en el último minuto, justo antes de la ceremonia oficial en la que Israel fue proclamado como estado independiente el 14 de mayo, 1948. Otros nombres habían sido propuestos y considerados, pero todos fueron rechazados por Ben-Gurion.

 

Un informe de prensa publicado el 30 de septiembre, 1937 cita a Ben-Gurión de esta manera: “Eretz Israel (la Tierra de Israel) para nosotros representa todo el país en lugar de una parte de este”. Tal vez fue por ello que Ben-Gurión no pudo vivir con el nombre de “Palestina-Aleph-Yud”, aunque ese era el nombre oficial hebreo de todo el país bajo el mandato británico.

 

Ben-Gurión era conocido por su profundo afecto al idioma hebreo. Este escribió: “El hebreo es el cimiento cultural, mientras que el territorio es el cimiento material para la renovadora nación”. Su exclusión a la utilización del nombre “Palestina” para el Estado judío pudiera explicarse por su deseo de darle el nombre hebreo por el que se conocía desde tiempos bíblicos.

 

En este punto, vale la pena señalar un documento oficial publicado en mayo de 1948 emitido por la Administración del Pueblo, el gabinete en espera de Israel, en el que se debatió el tema de traducir el nombre “Israel” al árabe. Este organismo llegó a la conclusión de que el nombre del estado en árabe debería ser “Israel”, tal como lo era en hebreo, en lugar de “Palestina”.

 

Uno de los argumentos a favor de esta decisión fue que “es [posible] que un futuro estado árabe en la Tierra de Israel se llame Palestina, por lo que pudiera crear confusión”. Este pensamiento mostró no solo una manifestación muy temprana de corrección política sino también de previsión histórica, ya que la Liga Árabe rechazó inequívocamente el Plan de Partición y por ende, no era parte de la Resolución 181 de la Asamblea General de las Naciones Unidas, que designaba el establecimiento de un estado árabe (junto a su contraparte judía) en la Palestina mandataria.

 

La forma oficial de las Naciones Unidas de referirse al conflicto en el Medio Oriente era generalmente consistente hasta comienzos de la década de los años 1960: esta utilizó el nombre de “Palestina” para el territorio y “árabes”, no-“palestinos”, para los refugiados. Esto pudiera indicar que, al referirse al tema de Palestina, la ONU considero a Israel como el equivalente de la Palestina mandataria.

 

No fue sino hasta el 28 de mayo del año 1964, fecha en que la OLP fue establecida, que el nombre “Palestina” fue adoptado, incluso uno pudiera decir, robado, por una entidad árabe comprometida con la destrucción total del estado judío. Este objetivo fue manifestado claramente en los artículos 1 y 2 de la Carta Magna Palestina de (1968) de la siguiente manera:

 

Palestina es la patria del pueblo árabe palestino; Es parte indivisible de la patria árabe y el pueblo palestino es parte integral de la nación árabe.

 

Palestina, con los límites que tuvo durante el mandato británico, es una unidad territorial indivisible.

 

Con el beneficio de una retrospectiva, es discutible que la insistencia de Ben-Gurión en utilizar el nombre bíblico “Israel” para el joven estado judío – y la negación que acompaña al nombre oficial mandatorio de este territorio geográfico, fue una acción miope y excesivamente impulsada por un espíritu mesiánico.

 

El retiro voluntario por el liderazgo judío al nombre “Palestina” creó un vacío que eventualmente fue llenado por representantes de los “refugiados” árabes, que redujeron su circunscripción a la denominación de “refugiados palestinos”.

 

Este no es el único caso disputado sobre el elegir el nombre de un país. La instancia más reciente es el conflicto entre Grecia y Macedonia, que llegó al borde de una guerra total por el nombre Macedonia. Ese nombre es sensible para los griegos, que poseen una provincia con el mismo nombre. En enero del 2019, las dos partes llegaron a un compromiso en el que la antigua Macedonia pasó a llamarse República del Norte de Macedonia.

 

Un conflicto similar a punto de estallar se refiere al histórico conflicto China-Taiwán, que ha perdurado desde el año 1949. Taiwán, oficialmente llamada República de China (RoC), actualmente se encuentra liderada por el Partido Progresista Democrático (PPD), que afirma ser un país independiente. China considera a Taiwán una provincia renegada que debe unírsele al continente, por la fuerza si es necesario. Pekín rechaza todas las iniciativas taiwanesas para omitir el vínculo con China adoptando oficialmente el nombre de Taiwán, y considera tales intentos como meras provocaciones.

 

 

 

(*) El Dr. Raphael G. Bouchnik-Chen es Coronel retirado quien se desempeñó como analista sénior en los servicios de inteligencia militar de las FDI.

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