Israel-Marruecos: historia y futuro

COMUNIDAD, Medio Oriente, Opinión

Embajadora Marina Rosenberg
Por Marina Rosenberg, embajadora de Israel en Chile

En un año bastante obscuro en el plano sanitario, económico y social, una de las luces que quedarán en la retina del mundo son los impresionantes avances logrados en materia diplomática por Israel, a través de una serie de acercamientos al mundo árabe moderado.
Los llamados Acuerdos de Abraham, patrocinados por Estados Unidos, permitieron la normalización de las relaciones diplomáticas con Emiratos Árabes Unidos, Bahrein, Sudán y en las postrimerías del año también con Marruecos.
De esta forma, Israel logró ampliar lo que su primer ministro, Benjamín Netanyahu, definió como el “Círculo de la Paz”, donde ya estaban Egipto, desde 1979, y Jordania, desde 1994.
En esta línea, los Acuerdos de Abraham son la expresión política de un acercamiento ya existente entre Israel y varias naciones del mundo árabe, a través de contactos económicos, académicos, turísticos, deportivos y diplomáticos.
Asimismo, son una señal de los cambios que se están dando en Medio Oriente, donde la supuesta singularidad del conflicto Palestino-Israelí ha comenzado a perder adeptos, entendiendo que lo que pasa en esa región, para bien o para mal, no está determinado por los asuntos pendientes entre ambas partes, y que Israel puede ser un socio importante en una mirada de futuro.
La normalización de relaciones con el Reino de Marruecos tiene un carácter especial, por variables históricas, culturales, religiosas y sentimentales. Es que las relaciones entre ambas naciones y ambos pueblos tienen raíces profundas, que van mucho más allá de las determinantes políticas del siglo pasado.
En efecto, muchos de los judíos de Marruecos emigraron primero a esta zona después de la destrucción del Segundo Templo en Jerusalén, y una segunda ola migratoria llegó procedentes de la Península Ibérica en el período del Decreto de la Alhambra en 1492, cuando los judíos fueron expulsados de los reinos de España y Portugal.
A pesar que durante siglos la comunidad judía en Marruecos floreció, siendo un aporte al desarrollo de esa Nación, tras el establecimiento del Estado de Israel, entre 1948 y 1955, la situación se tornó compleja y unos 72.000 judíos de Marruecos emigraron a Israel, mientras que otros 200.000 hicieron lo propio años más tarde, tras negociaciones secretas entre ambos países.
Pese a este distanciamiento inicial del Reino con el naciente Estado de Israel, a partir de 1963 se forjaron relaciones bilaterales entre los dos países, lo que derivó en intercambio y asistencia en temas se seguridad, agricultura y otros. Marruecos, por su parte, participó en la mediación entre Egipto e Israel, y ha participado en la mediación entre los palestinos e Israel.
Además, Marruecos fue uno de los primeros países árabes en recibir la visita –secreta- de autoridades israelíes. En 1976, lo hizo el Primer Ministro Itzjak Rabin y en 1986 el Primer Ministro Shimon Peres, quien se reunió con el Rey Hassan II.
En 1995, en el marco de la nueva realidad creada por los Acuerdos de Oslo, Israel y Marruecos establecieron relaciones diplomáticas al nivel de una oficina de representación. Estas relaciones se quebraron tras el estallido de la segunda Intifada, en el año 2000, y aunque no hubo relaciones oficiales, continuó el diálogo entre ambos países a lo largo de los años.
Pero la cercanía de Marruecos hacia el Pueblo Judío se mantuvo a pesar del distanciamiento diplomático. En ese sentido, cabe destacar las afirmaciones del Rey Mohammed VI en la II Conferencia Internacional sobre el Diálogo de Culturas y Religiones, cuando enfatizó el respeto a la diversidad espiritual. “En Marruecos, no hay diferencia entre musulmanes y judíos”.
Así las cosas, lo que queda ahora es esperar cómo evoluciona esta nueva etapa, primero con la apertura de vuelos comerciales, luego de embajadas y de ahí en adelante no hay límite para la cooperación en temas de agua, agricultura, medicina, innovación, ciberseguridad, academia, y mucho más, teniendo siempre en cuenta que ambos países comparten valores comunes de pluralismo cultural, igualdad religiosa, desarrollo humano y paz.
Y, en forma paralela, habrá que poner mucha atención a lo que pasa en los próximos meses con el Círculo de la Paz, que podría seguir ampliándose en forma importante, para configurar un derrotero claro hacia la paz y la cooperación regional.
(Fuente: Revista Realidad y Perspectivas, Facultad de Derecho, Universidad de Chile)

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