La fiesta de Yerushalaim

COMUNIDAD, Israel, Opinión

Por Rabino Yerahmiel Barylka
Yerushalaim ha sido un centro de atracción desde hace poco más que 3.000 años, cuando David trasladó su capital de Hebrón a Jerusalén y la proclamó para siempre como la sede de la soberanía de Israel.
“Mi corazón está en Oriente y yo en los confines de Occidente.
¿Cómo voy a encontrar gusto en los manjares y disfrutarlos?
Yehudá Haleví
Desde la destrucción de la Ciudad Santa, legiones de judíos han esperado y orado, llorado y soñado, anhelado y suspirado a pesar de todas las dificultades, ascender a ella.
«Yerushalayim», es una palabra que habla de magia cada vez que es pronunciada al salir de los labios de los judíos fieles a lo largo de los siglos, parece como si los ángeles hubieran tocado sus labios e introducido la chispa de consuelo divino y coraje en sus corazones.
El nombre más antiguo que conocemos de Jerusalén es Shalem. Cuando Abraham llegó a la ciudad en la antigüedad, se encontró con Malkitzedek que era el sacerdote de Shalem, que en ese momento ya era un santuario del incipiente monoteísmo. Algunos sostienen que la ciudad había recibido su nombre Shalem incluso antes, por el fundador de todas las tribus semíticas, Shem, el hijo de Noaj.
¿Qué significa Shalem? Por lo general, entendemos que es una forma de la palabra Shalom, paz. Eso es cierto, aunque Jerusalén durante la mayor parte de su vida ha sufrido los estragos de la guerra en lugar de las bendiciones de la paz. También es cierto que Jerusalén es el centro de todas nuestras oraciones por su paz y por la concordia de toda la humanidad.
Sin embargo, esto es más una interpretación. Pero, el significado literal de la palabra Shalem es total, completo, unido y cabal.
Esta reunificación en sí misma es una revelación de la preocupación divina sobre la «tierra de la cual .A. tu Dios cuida; siempre están sobre ella los ojos de .A. tu Dios, desde el principio del año hasta el fin» (Devarim 11:12) que se aplica especialmente a Jerusalén, incluso más que al resto de la Tierra de Israel.
El segundo nombre de Jerusalén, según los rabinos, le fue dado después de que ya tenía el nombre de Shalem, y fue el prefijo Yeru que le fue dado por Abraham. Esta partícula de letras que ingresó en el nombre Yerushalaim, representa la Yirá, piedad o reverencia, de allí el concepto yirat shamayim, el miedo reverencial al cielo. El temor piadoso por mantener la ciudad completa e indivisa.
El profeta Yeshayahu (1:26) la llamó Ir Hatzedek, la ciudad de la justicia «Entonces restauraré tus jueces como al principio, y tus consejeros como al comienzo; después de lo cual serás llamada ciudad de justicia, ciudad fiel».
El rabino Eliyahu Benamozegh (Livorno 1822-1900), sugirió que el nombre Tzedek (Justicia-Justo) era probablemente el nombre dinástico de los príncipes de Jerusalén. En los días de Abraham, el sacerdote de Shalem se llamaba Malkitzedek, y en los de Yehoshúa fue conocido como Adoni-Tzedek. Además, Yirmiahu se refirió al último rey de Jerusalén, como el Mashiaj Tzidkenu, nuestro Mesías de Justicia. Recibimos aquí un símbolo de la revelación del Tzedek divino, una manifestación de Dios de la justicia y rectitud que reivindica nuestra fe en Su Tzedek.
Y nuestra generación tiene la posibilidad no solo de visitarla y peregrinar a ella sino incluso de residir en sus calles. El sueño se ha vuelto realidad. Pero, aún no está completo. El Tzedek de Dios Todopoderoso se nos ha revelado. Y te invitamos a unirte a nuestra alegría.
Pero, para que Yerushalayim presente una revelación de Shalem no es suficiente que abarque la totalidad de la Ciudad Santa, sino que nuestro propio ser viva con shlemut, integridad y perfección espiritual.
Para el filósofo helénico, la gran pregunta era: ¿cómo se define el bien? Para el judío, el problema es: ¿como se expresa el bien, como se aporta y como se expresa?
Para ello debemos desarrollar prácticamente el amor a Dios, el amor a la Torá y el amor a Israel y dentro de él a la ciudad de Yerushalaim, su Ciudad Santa. Si se diera tendríamos el derecho a la verdadera alegría, a la verdadera simjá.
En palabras de David (Tehilim 122): «¡Oh, qué alegría cuando me dijeron: Vamos a la Casa de .A.! ¡Ya estamos, ya se posan nuestros pies en tus puertas, Yerushalaim! Jerusalén, construida cual ciudad de compacta armonía, a donde suben las tribus, las tribus de .A., es para Israel el motivo de dar gracias al nombre de .A… Porque allí están los tronos para el juicio, los tronos de la casa de David. Pedid la paz para Yerushalaim: ¡en calma estén tus tiendas, haya paz en tus muros, en tus palacios calma! Por amor de mis hermanos y de mis amigos, quiero decir: ¡La paz contigo!¡Por amor de la Casa de .A. nuestro Dios, ruego por tu ventura.»

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