El 11 de septiembre abrió los ojos del mundo a los peligros del islam radical

Medio Oriente, Opinión

Ataque a las Torres Gemelas el 11 de septiembre de 2001. (AP)

Ron Ben-Yishai – Adaptado por Leandro Fleischer

Los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 fueron un increíble acto de asesinato en masa no solo a los ojos de Estados Unidos sino de todo el mundo occidental. Esos eventos también sirvieron para fortalecer al islam radical, que consideró los ataques como un incentivo para continuar su violenta campaña contra Occidente y su cultura.

Sin embargo, 2.977 personas que murieron en el World Trade Center de Nueva York, el Pentágono y el vuelo 93 de United Airlines que se estrelló en Pensilvania no perdieron su vida en vano. Obligaron al mundo entero a concentrarse en el peligro que representa el islam radical. Entonces, en cierto modo, las víctimas de los ataques del 11 de septiembre salvaron la vida de millones de personas en todo el mundo.

Los ataques del 11 de septiembre derivaron en el entendimiento, no solo en Estados Unidos, sino en todo el mundo, de que la hostilidad del movimiento yihadista no está relacionada con motivos económicos, nacionalistas o incluso políticos. Es una guerra religiosa que sólo tiene un propósito: o vives según nuestras reglas o mueres.

El mundo libre, junto con Rusia y China, entendió que los islamistas tienen como objetivo destruir la cultura occidental no solo en los países musulmanes, sino en todo el mundo, y reemplazarla con la Sharia (ley islámica).

Llevando la guerra a la puerta del enemigo

Incluso antes de los ataques del 11 de septiembre, el mundo entero, incluidos los países árabes, tuvo que enfrentarse a movimientos islámicos fundamentalistas. Por ejemplo, Rusia tuvo que luchar contra los radicales en Afganistán y Chechenia. China combatió contra los uigures islámicos radicales en la provincia de Xinjiang luego de varios ataques mortales a puñaladas en 2014. India también está luchando contra musulmanes radicalizados que amenazan su territorio, como los que cometieron los ataques de Mumbai en 2008, que mataron a más de 170 personas.

Sin embargo, fue solo después de que todo el mundo fue testigo de la «creatividad» de Al-Qaeda, su capacidad para planificar ataques masivos y la cantidad de daño y destrucción que infligieron a los símbolos de poder estadounidenses, que quedó claro que el nuevo fenómeno radical debe detenerse antes de que sea demasiado tarde.

Restos de las Torres Gemelas tras los atentados del 2001. (AFP)

Lo sorprendente es la disposición de algunos países árabes, especialmente Arabia Saudita, que en algún momento fue uno de los mayores partidarios del islam radical, a contribuir en la guerra contra el terrorismo, iniciada por Occidente a raíz del 11 de septiembre. Porque incluso Arabia Saudita se dio cuenta de que había creado un monstruo, que ahora lo amenaza casi tanto como amenaza a Occidente.

El resultado de esa guerra fue impresionante. Tan pronto como Estados Unidos proclamó que el terrorismo islámico debe ser desarraigado rápidamente y no después de que ataque a los países y sociedades que se empeñó en destruir, el resto del mundo hizo lo mismo.

Desafortunadamente, Estados Unidos no fue lo suficientemente consistente con este principio. Como resultado, el jefe de Al Qaeda, Osama Bin Laden, pudo encontrar refugio en Pakistán después de huir de Afganistán, mientras que la Hermandad Musulmana logró bajo el ex presidente estadounidense Barack Obama tomar el control de Egipto, aunque por un breve período de tiempo.

Por lo tanto, Estados Unidos pagó un alto precio porque no fueron lo suficientemente severos con su supuesto aliado Pakistán, que no les permitió operar en áreas tribales cercanas a la frontera afgana. El área no solo es donde Bin Laden encontró un refugio seguro después del 11 de septiembre, sino también donde, 15 años después, los talibanes desarrollaron su comercio de opio, gracias al cual lograron capturar Kabul el mes pasado.

Osama Bin Laden. (EPA)

Si tan solo Estados Unidos hubiera exigido la aprobación de Pakistán para operar en ese territorio contra los talibanes y Al Qaeda, las cosas podrían haber terminado de manera diferente y la guerra de Estados Unidos en Afganistán no habría durado tanto tiempo. Además, los funcionarios de inteligencia de Pakistán fueron los que fundaron a los talibanes en primer lugar, y ellos fueron los que los apoyaron y aún los respaldan hasta el día de hoy, un hecho que Estados Unidos parece ignorar.

Sin embargo, debido al enfoque de que la guerra contra el terrorismo debe llevarse a la puerta del enemigo, Al Qaeda ya no es el peligro que solía ser, mientras que ISIS, que entre 2014-2017 estableció y administró su reinado maligno en Irak y Siria, se han reducido a una organización terrorista a pequeña escala.

Nueva alianza

Otro resultado de la guerra contra el terrorismo fue la formación liderada por Estados Unidos de una nueva e impresionante coalición militar junto con algunos países miembros de la OTAN. Esa coalición luchó en Afganistán, controló el país durante 20 años y detuvo el reinado de terrorismo de Al Qaeda. La alianza también le dio a la OTAN un nuevo sentido de propósito que se perdió cuando la Unión Soviética colapsó, poniendo fin a la Guerra Fría.

Los estadounidenses no sólo unieron al mundo occidental, sino que lograron obligar a Rusia, China, algunos países árabes e Israel a compartir su inteligencia con ellos, lo que hizo que la guerra contra el terrorismo fuera excepcionalmente eficiente y, finalmente, derivó en que Estados Unidos eliminara a Bin Laden.

En lo que a Israel se refiere, los ataques del 11 de septiembre lo colocaron en una posición más «cómoda» a los ojos de la comunidad internacional. Finalmente, el mundo occidental podría comprender las amenazas planteadas por el terrorismo islámico, con el que Israel ha estado lidiando durante años. Además, las agencias de inteligencia del Estado judío, e incluso el Ejército israelí, se convirtieron en un aliado importante en la lucha contra el terrorismo global.

Soldados estadounidenses observan mientras se destruyen los campos de opio de los talibanes. (AP)

Algo que los talibanes no pueden destruir

En las últimas semanas, tras la toma de Afganistán por los talibanes y las horribles imágenes que se difundían desde Kabul, muchos criticaron la decisión de Estados Unidos de invadir Afganistán a raíz de los ataques del 11 de septiembre, que finalmente se convirtió en el punto de partida de la guerra contra el terrorismo.

Los críticos, sin embargo, no pueden ignorar los aspectos positivos de esa invasión. Tomar el control de Afganistán hace 20 años había plantado las semillas de la cultura occidental en un mundo donde los derechos humanos no son la principal preocupación, por expresarlo suavemente.

Los estadounidenses y la coalición occidental trajeron libertad y una apariencia de igualdad a las mujeres, lo cual es vital para el progreso de cualquier sociedad humana. En las zonas rurales, aunque no se hayan adoptado estos valores, al menos se habla de ellos. Los estadounidenses en Afganistán crearon una clase media occidentalizada, y es algo que ni siquiera los talibanes podrán destruir por completo.

Embajada de Estados Unidos en Afganistán en el año 2001. (AFP)

A mi modo de ver, Afganistán no está perdido. Pero los estadounidenses cometieron el error de intentar hacer lo imposible. Trataron de construir una nación democrática en un país que está aislado en medio de Asia, sin salida al mar y que durante siglos ha estado envuelto en guerras civiles.

Por supuesto que fallaron. Al igual que los británicos fracasaron en el siglo XVIII y los rusos en los siglos XIX y XX.

Otro error que cometieron los estadounidenses fue abrir un nuevo frente en Irak en 2003. Una decisión que tomó el expresidente de Estados Unidos, George W. Bush, a pesar de que su gobernante Saddam Hussein no amenazaba a Estados Unidos tanto como Al Qaeda y los talibanes.

De cualquier manera, los eventos del 11 de septiembre fueron un punto de inflexión en la lucha global contra el terrorismo islámico, radical, fundamentalista y yihadista, y esto no debe olvidarse.

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