Sucot : Fiesta del agua y del amor a la Tierra de Israel

COMUNIDAD, Mundo Judío

Sucá en Kfar Etzyon, Gush Etzyon – Foto: Wikipedia – CC BY 2.0

Rabino Yerahmiel Barylka

Y ello fue posible, por el compromiso guardado con Israel y la esperanza de regreso nunca perdida.

Uno de los instrumentos que sirvió para mantener viva esa relación fue el calendario que, con sus festividades, nos unió al ceremonial del Gran Templo y parte del ritual mantenido sin interrupción a través del tiempo y la geografía.

Sucot, la fiesta de la cosecha o de las cabañas, celebra la terminación del ciclo agrícola con la vendimia y la cosecha de aceitunas, y quien puede, reside en las sucot, muy frágiles pabellones cuyas paredes y su techo son quebrantables. Así recuerda su vida nómade en el desierto a la salida de la esclavitud (Vaykrá 23: 34-43; Devarim 16: 13-15).

En Sucot, el Etrog (fruto de cidra), Lulav (fronda de palmera datilera) Hadas (rama de mirto) y Aravá (rama de sauce) – son las cuatro especies que el pueblo une y agita ceremonialmente en la Sucá, o en la sinagoga. Los conocemos desde niños y sabemos distinguir cuál de los cuatro se destaca por su excelente sabor y fragancia, cuál no tiene fragancia o no tiene sabor y cuál no tiene ninguna de esas virtudes, representando a todos los estratos del pueblo.

La Torá nos prescribe en Vaykrá, capítulo 23 versículo 40: «El primer día tomaréis frutos de los mejores árboles, ramos de palmeras, ramas de árboles frondosos y sauces de río y os regocijaréis ante .A. tu Dios por siete días».

Los comentarios del siglo I a.e.c., comenzaron a identificar las especies señaladas en Vaykrá como plantas específicas: palmera datilera, sauce, cidra y mirto. En este momento, el Etrog (cidra) se estableció en la tradición de Sucot, tanto en textos relevantes como en representaciones visuales y apareció junto con el sauce, en monedas de la Gran Revuelta que se libró entre los años 66 y 73, así como en monedas de la revuelta de Bar Kojba (132-136). Debe notarse, sin embargo, que mientras que el mirto, el dátil y el sauce son nativos de la región israelí, el Etrog no lo es.

El Etrog, término que no aparece en las Escrituras en las que se habla de etz hadar (árbol esplendoroso), se origina en el este de la India y el sur de China y, de hecho, es uno de los tres antepasados ​​tempranos de los árboles de cítricos que conocemos hoy en día; los otros dos son el pomelo y la mandarina. Todos los demás cítricos Los frutos se crearon a través del cruce de estas tres especies.

Un interesante descubrimiento realizado hace varios años en una excavación arqueológica en el kibutz Ramat Rajel cerca de Jerusalén, arroja luz sobre la llegada del Etrog y su cultivo temprano en Judea. Los arqueólogos de la Universidad de Tel Aviv desenterraron un jardín real ubicado en la parte delantera de un gran y magnífico palacio. Al estudiar una de las piscinas de agua de este jardín, que data de los siglos V-IV a. e. c., la Dra. Dafna Langgut pudo identificar el polen de cidra fosilizado conservado en el revestimiento de yeso de la piscina.

El polen fosilizado permitió a los investigadores determinar con precisión la composición botánica del antiguo jardín. El polen perteneció a la vegetación propia de los bosques mediterráneos, así como a árboles frutales y plantas ornamentales domesticados, entre los que se encuentran el sauce y el mirto. Algunos de los árboles identificados, como el nogal y el cedro del Líbano, no crecen en nuestra región y, al parecer, habían sido importados de lejos. Uno de ellos fue el Etrog, sin duda el hallazgo más sorprendente en el jardín real de Ramat Rajel. De hecho, esta es la evidencia arqueo-botánica más temprana del cultivo del Etrog en la Tierra de Israel específicamente, y en toda la Cuenca del Mediterráneo en general.

El Etrog se consideró una planta exótica, que sólo se encuentra en espléndidos jardines. Unos 200 años después que en el jardín de Ramat Rajel, comenzó a aparecer en los jardines de los nobles en Roma y Pompeya. Y en algún momento, probablemente alrededor del   siglo I d.e.c. se estableció en la tradición judía como una de las cuatro especies que se nos ordena menear en la sucá, junto con el sauce, el mirto y la palma.

Las cuatro especies son usadas también en la ceremonia de Hoshaná Rabá durante la cual se invoca por la lluvia.

Si el significado histórico de las tres festividades de peregrinación se relaciona con el Éxodo y la experiencia del desierto, su base agrícola continúa reflejando las condiciones climáticas del propio Israel y es la matriz para el cultivo de los sentimientos nacionales.

Creemos que Dios decide quién será bendecido con lluvia en el año venidero. En su profecía Zejaria-Zacarías (14:17) articula el vínculo como un hecho. Imagina una peregrinación anual a Jerusalén por las naciones del mundo en Sucot: «Y toda nación, de cualquier parte del mundo, que se niegue a venir a Jerusalén a ofrecer homenaje al Rey, al Señor Todopoderoso, no recibirá lluvia.»

Rabí Akiva aludió a la dinámica subyacente del ritual del Templo en los tres festivales de peregrinación. La razón por la que la Torá requiere de nosotros traer gavillas de cebada en Pesaj, los primeros frutos de nuestra cosecha de trigo en Shavuot y libaciones de agua en Sucot es porque el destino de la humanidad en referencia a estos alimentos básicos de la vida se fijará en esas tres santas convocaciones (Mishná Sucá 4: 9, Tosefta Sucá 3: 18).

El Talmud propone considerar las cuatro especies del Lulav como un recordatorio gráfico de la dependencia humana del agua. Así como la palmera, el mirto, el sauce del arroyo o el Etrog no pueden prescindir del agua tampoco el mundo (Taanit 2b).

En nuestro tiempo en el que la humanidad maltrata el planeta y al afectar el clima, desestabiliza las lluvias, es buen tiempo aprovechar la festividad para poder comprometernos seriamente con el cuidado de las fuentes de agua, para que la bendición de Sucot sea realmente efectiva.

No podemos pedir por agua y al mismo tiempo, derrocharla. Sería un contrasentido.

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