Recordar y educar para no olvidar

Chile, COMUNIDAD

Por Gerardo Gorodischer (*)
Fuente: La Palabra Israelita
Es evidente que el 30 de enero de 1933, día en el cual Adolfo Hitler fue nombrado canciller de Alemania por el presidente Paul von Hindenburg, el antisemitismo había crecido enormemente, a pesar de eso no era imaginable lo que vendría. Una guerra mundial con consecuencias devastadores para la humanidad toda, millones de vidas aniquiladas y una guerra que dividió al mundo en dos. El pueblo judío fue el chivo expiatorio que se expandió por el globo y donde Chile no fue la excepción.
Para 1933, la revista de la elite, editorial Zig Zag, afirmaba que ―el milagro alemán opaca todas las críticas internacionales a el nazismo y sus políticas antijudías entendidas como daños colaterales que producen ellos mismos.
Coincidente a la negativa de aceptar el ingreso de refugiados judíos de origen alemán el gobierno chileno de Arturo Alessandri Palma facilitó el ingreso de los alemanes arios. La política inmigratoria de carácter antisemita que defendió el gobierno contó además con el apoyo de los parlamentarios oficialistas de la época. En momentos que recrudece la represión antisemita en Alemania, durante los años 1937 y 1938 el gobierno chileno por medio de sus cónsules en Europa bloquea el ingreso de refugiados judíos, la cual se mantuvo hasta 1945.
No debemos olvidar, la misiva enviada por el presidente, Pedro Aguirre Cerda, con fecha 22 de abril de 1940, a Adolf Hitler en señal de amistad del gobierno de Chile y Alemania, en la cual se despide “por la grandeza y prosperidad del Reich Alemán y por Vuestra ventura personal”.
Somos orgullosamente judíos chilenos, pero como tales también debemos ser críticos de pasajes de nuestra historia, y parte de ella no nos permite olvidar que también hemos sido apuntados y ferozmente discriminado. Como tantos otros por los que jamás se alza la voz.
El Holocausto fue la peor tragedia del siglo XX, y no solo nosotros nos propusimos siempre recordar para nunca olvidar con el fin de no repetir una tragedia como ésta. Pero el paso del tiempo ha dejado estragos y mermado los recuerdos y algunos incluso han llegado a banalizar, negar y olvidar lo ocurrido. Se tiene la percepción que es algo que pasó hace tantas décadas que no es necesario mirarlo de cerca.
Hoy lamentablemente, quedan muy pocos supervivientes de la Shoá y muchos ya tienen más de 100 años. Las siguientes generaciones hemos estado expuestos a nuestras propias circunstancias, pero cada cierto tiempo se encienden luces de alarma y nos llevan a revivir pasajes de esta tan dolorosa parte de nuestra historia. La cual nosotros, hoy más que nunca, somos los mandatados a educar y contar esta tragedia para que nunca se olvide.
Difícilmente sabremos qué pasó por la mente de los editores de El Mercurio que permitieron que se publicara el artículo, el pasado domingo 24 de octubre del artífice de la Gestapo y criminal nazi, Hermann Göring, que lleva por título “El sucesor de Hitler”. Lo que sí sabemos es que cada cierto tiempo se vienen dando este tipo de “errores”, como ellos dicen. Por ejemplo, hace un par de años, El Mercurio puso a la venta una colección de soldaditos de plomo del III Reich, y en mayo del 2021 apareció en esta misma sección “Sociedad”, un artículo titulado “La Misión de Paz del nazi Rudof Hess”.
Lo que sí sabemos es que nadie quedó indiferente, que la condena fue transversal, que las réplicas se transmitieron por televisión, radio, diarios, redes sociales, que fue tema de conversación, llegó a tranding topics. Que medios de los cinco continentes constataron, repudiaron el hecho y sobre todo que de manera transversal la sociedad se unió y recordó que los crímenes nazis no permiten perdón ni olvido, no solo por sus trágicas consecuencias sobre el pueblo judío, sino sobre la humanidad toda.
Por eso hago un llamado a todos para que de manera activa mantengamos siempre presente la historia, nuestra historia y apoyemos a todas las instituciones (Museo Interactivo Judío, Fundación Memoria Viva, y Museo NBI) para que eduquen y mantengan vivo el recuerdo de los 15 millones de personas que brutalmente fueron asesinadas durante la II Guerra Mundial, entre ellas seis millones de niños, hombres y mujeres judíos y, millones de personas aniquiladas por pensar distinto a un sangriento régimen dictatorial.

(*) Presidente Comunidad Judía de Chile

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