Nueve latinoamericanos que salvaron miles de judíos durante el Holocausto

COMUNIDAD, Mundo Judío

Nueve latinoamericanos figuran en el especial grupo de Justos entre las Naciones, aquellas personas no judías que pusieron en riesgo sus vidas para ayudar a miles de perseguidos por el nazismo
No tenían ninguna obligación de ir más allá de su deber. Pero los profundos valores morales de estos latinoamericanos los llevó a poner sus vidas en peligro para salvar a cientos de judíos durante el Holocausto
Seguramente fueron más, pero el complejo rescate de datos e historias de aquel terrible momento de la Humanidad hacen que esos relatos se recuperen de a poco, compilando retazos de información a lo largo de décadas
Por ahora, el homenaje del museo israelí Yad Vashem, que recuerda a las víctimas del genocidio, incluye en su listado de homenaje a los Justos entre las Naciones a dos brasileños, dos chilenos, dos peruanos y un originario de Ecuador, El Salvador y Cuba.
Junto a los valientes del resto del mundo, Yad Vashem los destaca como aquella “pequeña minoría” que, en “un mundo de debacle moral generalizada”, se atrevió a “desplegar un extraordinario coraje para mantener los valores humanos en pie”.

Un sector del monumento que recuerda en Jerusalén a los Justos entre las Naciones (Foto: Yad Vashem)
“Ellos fueron los Justos de las Naciones, que remaron contra la corriente general de indiferencia y hostilidad que prevaleció durante el Holocausto”, afirman desde el museo, que tiene su sede en Jerusalén.
En el caso de América Latina, es llamativo que muchos de estos héroes fueron ignorados en sus propios países durante muchísimos años, obteniendo reconocimiento oficial mucho después de haber fallecido.
Con la observación de un nuevo Día Internacional de Conmemoración en Memoria de las Víctimas del Holocausto, es una buena oportunidad para recordarlos una vez más.
Este es un pequeño resumen de la vida y las acciones de estos notables latinoamericanos no judíos que enfrentaron el horror del nazismo para ayudar a sus prójimos, arriesgando sus vidas, posesiones y carreras.

Castellanos, a la derecha, y Mandl (Fotos: Yad Vashem)
* José Arturo Castellanos es conocido como el “Schindler salvadoreño”. Fue un hijo de familia acomodada que eligió la carrera militar pero siempre se mantuvo contrario al autoritarismo, lo que llevó a que su gobierno se lo “quitara de encima” enviándolo como diplomático a Europa.
Actuando como cónsul en Ginebra, Castellanos conoció a un empresario judío de Transilvania, György Mandl, junto a quien montó un esquema con similitudes al plan que llevó a cabo el famoso Oskar Schindler en Polonia y Alemania.
Se estima que, a través de las maniobras que pergeñó junto a Mandl, Castellanos llegó a emitir unos 13.000 certificados de “ciudadanía” salvadoreña a perseguidos que, en muchos casos, ni siquiera sabían dónde quedaba la nación centroamericana.
Despreciado por las autoridades (de simpatías fascistas) que gobernaban su país en aquel momento, el coronel Castellanos cayó en desgracia y terminó muriendo en la pobreza en 1977. Pero, en el 2005, El Salvador abrió una investigación que, finalmente, rescató su memoria.

El brasileño Souza (Foto: Yad Vashem)
* La brasileña Aracy de Carvalho Guimarães Rosa trabajaba como jefa de la sección de pasaportes del consulado de su país en Hamburgo, y decidió comenzar a ayudar a los judíos alemanes desde temprano, ya con el estallido del pogrom de la Noche de los Cristales Rotos, de 1938.
Aracy, quien estaba conectada con la resistencia antinazi, produjo numerosos pasaportes brasileños para los perseguidos por el régimen de Hitler, cuidándose de no imprimir la letra “J” en rojo que los identificaba como judíos.
Más adelante llevaría a cabo estas misiones junto a un colega diplomático, João Guimarães Rosa, quien se convertiría en su segundo esposo y en uno de los más grandes escritores brasileños. Aracy, quien en sus últimos años sufrió de Alzheimer, falleció en el 2011 a los 102 años de edad.
* Luis Martins de Souza Dantas, nacido en 1876 en Rio de Janeiro, era un joven aristócrata brasileño destacado como embajador de su país en París en los años del régimen colaboracionista francés. Después de pedir a su gobierno autorización para conceder pasaportes a personas “sin nacionalidad”, Souza aplicó ese permiso de manera muy “generosa”.
Souza “era perfectamente consciente que estaba contraviniendo las instrucciones” de su gobierno, “que estipulaban la prohibición de emitir visados a ‘semitas’ o ‘indeseables’, que era la forma de definir judíos” en la cancillería brasileña en aquel momento, recuerda Yad Vashem.

Gracias a las “infracciones” cometidas por el embajador -quien falleció en París en 1954-, centenares de judíos, además de militantes opositores y personas homosexuales, entre otros grupos acosados por los nazis, pudieron abandonar Francia y Europa y escapar de los campos de concentración.

María Errázuriz
* La chilena María Errazuriz (más conocida por su apellido de soltera, Edwards) también era una “niña mimada” de la “alta sociedad” que, como “correspondía”, se fue de joven a vivir a París.
Pero María no era una aristócrata cualquiera: en la capital francesa, la bella chilena se relacionó con la crema del ambiente literario francés, compartiendo veladas en las que no solamente se hablaba de libros sino también de los peligros del fascismo.
Para cuando la embajada chilena ofreció pasajes a todos sus nacionales para que abandonaran Francia ante la explosión de la guerra, María ya estaba involucrada con la resistencia y permaneció en París.
Sus jefes la ubicaron en el Hospital Rothschild, el punto de partida del camino de los judíos franceses hacia los campos de exterminio. Allí, la chilena colaboró con un plan gracias al cual muchos niños judíos eran anotados como “muertos” con papeles falsos y luego entregados a familias que los cuidaron mientras duró el conflicto.
Edwards regresó a Chile en 1959 y falleció allí en 1972, prácticamente sin hablar de sus actos heroicos durante la guerra. Fueron sus bisnietas y algunos de esos niños rescatados lo que dieron a conocer su historia.

El diplomático chileno Samuel del Campo (Foto: Yad Vashem)
* Samuel del Campo, un diplomático chileno nacido en 1882, fue designado Justo entre las Naciones en el 2016 por haber salvado las vidas de cientos de judíos que buscaron su ayuda mientras trabajó como encargado de negocios de la embajada de su país en Bucarest.
Las investigaciones de Yad Vashem concluyeron que alrededor de 1.200 judíos recibieron gracias a Del Campo los ansiados pasaportes chilenos que los salvaron de las deportaciones.

A fines del 2021, la memoria del diplomático fue honrada en la Gran Sinagoga de Bucarest, en un acto del que participaron los embajadores de Chile, Israel y Polonia en Rumania, junto a líderes de la comunidad judía local.
* Amparo Otero, por su parte, nació en Cuba en 1896. Había emigrado junto con su familia a Francia y vivía en París, donde se casó con Yacob Pappo, un judío de origen búlgaro. En 1933 su esposo falleció, dejándola con su hijo de un año, recuerdan los archivos de Yad Vashem.
Cuando los alemanes ocuparon Francia, Amparo se unió a los franceses que huían hacia el sur, a la llamada “zona desocupada”, para instalarse en Siran, en la región de Cantal, donde vivía la familia de su hermana. A pesar de las difíciles condiciones en las que se encontraba, rápidamente se unió a los esfuerzos para ayudar a los refugiados.
La historia de Amparo, que era católica y falleció en 1987, fue preservada en especial gracias a los recuerdos de Liliane Frangi, una adolescente judía que fue protegida por la cubana e impulsó el proceso para que fuera elegida, en el 2011, como Justa entre las Naciones.
* La de Manuel Antonio Muñoz Borrero es otra historia que se diluyó durante décadas en medio de épocas de autoritarismo en América Latina: el gobierno de Ecuador recién le restituyó (simbólicamente) su condición de diplomático en el 2018, más de cuarenta años después de su muerte, en 1976.
Yad Vashem reconoció en el 2011 los esfuerzos de Muñoz Borrero, quien despachó desde Estocolmo, vía Estambul, numerosos pasaportes ecuatorianos para que fueran rellenados con nombres y fotos de judíos polacos que huían de los nazis.
Como cónsul en la capital sueca, el diplomático despachó ochenta pasaportes ecuatorianos para esos judíos de Polonia en 1941. Sin embargo, el gobierno de Quito, que no escondía sus simpatías por el Eje, se enteró de sus acciones en favor de los perseguidos y lo cesó en el cargo en 1942.
Muñoz Borrero, quien falleció en el exilio, en México, es ahora un nombre destacado en los libros de historia ecuatorianos.

El peruano José Barreto (Foto: Yad Vashem
* Isabel Zuzunaga nació en Lima en 1895. Según recuerda el website Museo de los Justos, se casó con Robert Weill, un judío alsaciano, tuvieron juntos cuatro hijas, y emigraron a Francia.
Como ocurrió con Pappo, su historia fue divulgada por un joven judío al que acogió como a un hijo y salvó de morir en los campos de concentración. Jack Szarfscher, quien vivió con la familia de Isabel y Robert entre 1942 y 1946, nunca se olvidó de ella y logró que Yad Vashem la incluya como Justa entre las Naciones en el 2016.
* Finalmente, José María Barreto fue un destacado diplomático e intelectual peruano, fundador -por ejemplo- de la revista Letras, con la cual colaboró en algún momento Rubén Darío. En su cargo de cónsul en Ginebra, entregó pasaportes peruanos a numerosos judíos que buscaban escapar de los nazis.
Al igual que otros de los Justos de esta lista, el peruano ignoró una orden de su cancillería, emitida en 1938, que en la práctica prohibía la entrega de visas a los perseguidos por la Alemania fascista.
“Hay otros diplomáticos peruanos que, se afirma, también ayudaron (a los judíos y otros perseguidos durante el Holocausto), pero fueron casos aislados y todavía faltan documentos para confirmarlo”, afirma el escritor Hugo Coya, quien relató la vida de sus compatriotas Barreto y Weill en su libro “Estación Final”.
Fuente: Israeleconómico
Radio Jai

 

 

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