28 años de la AMIA, Argentina, Chile y un avión

Chile, COMUNIDAD, Opinión

Por Gerardo Gorodischer, Presidente Comunidad Judía de Chile
Este año, las heridas de la AMIA se reabrieron antes. Nunca se han cerrado, ya que, las vidas de las 85 víctimas que cobró el atentado siguen doliendo, y porque la justicia tampoco ha llegado.
Pero cuando el mes recién pasado aterrizó en Ezeiza un avión vendido a una aerolínea venezolana por una iraní, la cual es investigada por sus supuestos nexos con la Guardia Revolucionaria de Irán y la Fuerza Quds, el fantasma de la AMIA se adelantó. La aeronave, presentaba todo tipo de irregularidades sobre su tripulación, su carga y su piloto, el terrorista iraní, Gholamreza Ghasemi.
Aun perplejos y llenos de dudas, pasó lo impensable: un avión Conviasa, con similares complejidades, aterrizaba el 22 de junio en Santiago de Chile, proveniente de Caracas. Lo había hecho al menos 13 veces.
Polémica, preocupación, incertidumbre, temor y la sensación de que el terrorismo podría estar recorriendo nuestra región una vez más.
Se trata de un nuevo elemento que une a Chile y Argentina, pues no debemos olvidar que en Atentado a la AMIA hubo una triangulación logística con Chile, a través de Mohsen Rabbani, consejero cultural en la embajada de Irán en Buenos Aires, sobre lo cual el Fiscal Alberto Nisman había solicitado información a la Justicia en Chile, advirtiendo de la posible infiltración terrorista en nuestro país.
Pero hay un tercer vínculo bastante desconocido: la lamentable muerte de Carlos Avendaño, un electricista chileno que había emigrado a Argentina a comienzos de los ’60 y que el día del atentado se encontraba iniciando su jornada en labores de mantención en el edificio de la AMIA. Su caso fue recientemente reconstruido en un cortometraje documental realizado por el periodista Raúl Gamboni, luego de ubicar a su familia en la comuna de Lo Espejo. Imposible no recordar a Susana Wolinsky (Z.L.), quien había dejado huella en Chile por su labor educacional junto a su marido, el rabino Angel Kreiman (Z.L.). Esto confirma que el atentado no fue contra los judíos, sino contra todo un país.
Tres lamentables coincidencias que hacen que desde Chile hayamos estado ineludiblemente involucrados con lo que ocurrió en Buenos Aires un 18 de julio de 1994. Hemos estado presentes en cada acto de recordación, en cada instancia relevante para el esclarecimiento del caso y atentos a lo que el Fiscal Nisman (Z.L.) habría revelado de no ser asesinado: hechos que no se han aclarado y que resienten la forma en que vemos la institucionalidad. Desde la colectividad judía chilena, hemos hecho propio el dolor de nuestros hermanos argentinos.
El fiscal Nisman, sabía que tenía riesgos al asumir la investigación del caso, pero lo hizo con inteligencia y mucho coraje. Perseguía la verdad y la justicia, llevando a juicio a los responsables del atentado y denunciando a la entonces presidenta Cristina Kirchner, a la que señaló como «encubridora» de los autores de la masacre que cobró la vida de 85 personas, hirió a más de 300 y se llevó la suya, convirtiéndose en la víctima 86 de la AMIA. Esto significa que muchos años más tarde, seguían los coletazos, y nos preguntamos: ¿hasta cuándo?
Desde 1994 estamos esperando que se identifique y juzgue a los autores del ataque terrorista despiadado que azotó a Argentina por segunda vez después del atentado en contra de la Embajada de Israel en el mismo país.
Si el avión iraní/venezolano, el posible rol de Mohsen Rabani y la muerte de Carlos Avendaño y Susana Wolinsky, generan una profunda y solidaria tristeza entre Chile y Argentina, es natural sentir que años de impunidad convierten a ambos países, y a toda la Región, en un flanco de nuevos ataques.
Siempre exigiremos la verdad y justicia para las víctimas de AMIA. El caso de los aviones levanta una alerta y nuevos desafíos: tomar acciones sobre lo que está ocurriendo hoy en nuestro continente y combatir abiertamente el terrorismo que ya nos ha golpeado en el pasado.

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